... pero se quedó sólo en el intento. "Appaloosa" es, ante todo, un correcto drama enmarcado en unos decorados que evocan un pueblecito del Far West, pero no un western como mandan los cánones a pesar de que su aspecto nos diga todo lo contrario.

Segunda película de Ed Harris tras las cámaras y segundo intento (fallido) de dirigir a actores, esos seres que pululan en todas las películas y que dicen y hacen las cosas que el director quiere que digan y hagan. El bueno de Harris intenta dirigir a gente de su gremio y no duda en contar con nombres de la talla de Jeremy Irons, Renée Zellweger o Viggo Mortensen, pero hay veces que da la sensación de no saber situarlos correctamente y los utiliza como elementos obligatorios según un guión simplón y, a ratos, aburrido y poco lineal.

"Appaloosa" es más bien un inocente intento de resucitar el western más clásico para adaptarlo a los nuevos aires cinematográficos, y esa buena intención se refleja bastante bien en lo que se refiere a montaje y fotografía. Los escenarios y la ambientación son coherentes con lo que se quiere mostrar, ofreciéndonos una atmósfera polvorienta, calurosa y seca que nos integra muy bien en ese mundo sin ley donde las balas son las que hablan e imponen el orden y el respeto.

Magníficos Ed Harris y Viggo Mortensen en sus papeles de sheriff y ayudante, imponiendo su ley a gatillo limpio. Su estrecha amistad, fruto de muchos viajes y adversidades, se verá amenazada por una mujer (Renée Zellweger) por la que el frío Virgil Cole (Harris) perderá los estribos y se cuestionará muchos aspecto de su vida que nunca antes se había permitido ni pensar. He aquí la diferencia sobre otras películas del género: el interés del director por la psicología de los personajes más que por sus acciones.

Por tanto, estamos ante un western que resultará difícil de contentar a los acérrimos seguidores del género, pero al que sería acertado conceder una oportunidad gracias a su gusto por lo clásico, sus nostálgicos estereotipos y, ¿por qué no?, a su intento por demostrarnos que los duros pistoleros del salvaje oeste también tienen unos sueños que no difieren en mucho de los nuestros.