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Sly
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Documental Sylvester Stallone lleva casi 50 años entreteniendo a millones de espectadores con personajes míticos y franquicias taquilleras que abarcan desde 'Rocky' a 'Rambo' o 'Los mercenarios'. Este documental retrospectivo ofrece una visión de este actor, guionista, director y productor nominado al Óscar mediante un paralelismo entre su ascenso de la nada y los personajes inolvidables que ha encarnado.
7 de noviembre de 2023
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace seis meses, Netflix, Schwarzenegger mediante (¿o es al revés?), nos cascó la biografía del austríaco. Una en donde Arnold nos relataba su vida y victorias, ya puestas sobre el papel una década ha. Una obra parcial, con Arnie contando lo que le parecía bien, alterando la realidad a su conveniencia, y reconociendo los polvos que no podía ocultar bajo la alfombra. Sin embargo, aquel trabajo no fue el único sino el primero de lo que, quién sabe, podría ser una serie de documentales sobre los machacas cinematográficos de los 80 y 90. La siguiente entrega, de hecho, ya la tenemos aquí, con su rival en taquilla como foco de interés: "Sly" (2023).

"Sly" es, en esencia, lo mismo que "Arnold" (2023). Una autobiografía, pues la cuenta el caballero frente a la cámara, del hombre que lideró el género de acción ochentera de alta intensidad junto a Schwarzenegger (véase spoiler 1). En ella, Sylvester nos desvela, también de forma cronológica, sus andanzas como actor y la relación tan especial (por mala) que tuvo con su padre (véase spoiler 2).

Ahora bien, y una vez hincado el diente, lo primero que al telespectador le asalta es la sensación, en absoluto imaginaria, de que el documental está sesgado. Sesgadísimo, de hecho. Y no solo porque nuestro asilvestrado cuente las cosas como le viene en gana, sino también porque casi todo el trabajo orbita en torno a tres personajes: Rocky mayormente, Rambo en menor medida, y Barney Ross muy de pasada. Y ni siquiera se puede decir que aborde esas películas con detalle. El resto de sus papeles y obras apenas son citados, con algunas solo mostrándose unos segundos y otras simplemente omitidas (véase spoiler 3). Tanto es así que, si aspira a que este documental le desgrane su filmografía, su técnica, cómo toma decisiones o cómo nacieron sus creaciones, se llevará un chasco. Sly no está por la labor, salvo que se trate del trío calavera.

Otro detalle que tampoco se hace esperar es el egocentrismo de Stallone, en tanto que todo gira alrededor de su persona y sentimientos. Se entiende que es una autobiografía, pero es que este hombre está encantado de haberse conocido y hablar de su filosofía, sus puntos de vista y sus emociones todo el rato. Y, al parecer, todo lo debe haber logrado sin ayuda de nadie, pues apenas se menciona a unas pocas personas a lo largo de su vida.

Otro detalle curioso, y que lo distingue del documental de Schwarzenegger, es su trayectoria. Arnold, antes de actuar, ya había triunfado como culturista, vendiendo productos por correspondencia e invirtiendo en negocios inmobiliarios. El austríaco ya era rico cuando rodó su primer largometraje protagónico no-vergonzante (véase spoiler 4), "Conan, el bárbaro" (1982). Después, y tras vivir una época dorada seguida de vacas flacas, saltó a la política de primer nivel. Arnie, por tanto, ha vivido varias vidas; Stallone, no.

Sly, desde joven, se propuso ser actor y a ello se ha dedicado desde entonces. No obstante, su parálisis facial congénita, su mirada caída y sus aires de malote le cerraron casi todas las puertas. Bueno, eso y que como intérprete era regulín regular, por mucho que nos quiera vender lo contrario. Desesperado, optó por hacerse guionista y vivir de ello, escribiendo los papeles que a él le negaban. Aquella escritura, sin embargo, dio pie a la dirección y a la actuación y, como el hombre escribía lo que el público aplaudía, el éxito acabó llamando a su puerta, permitiéndole saltar años después a la producción. O eso cuenta.

Es decir, que mientras Arnold tiraba de su olfato inversor y se rodeaba de gente brillante de la que poder beneficiarse (directores, guionistas, especialistas en efectos, etc.), a Sylvester no le quedó otra que buscarse las habichuelas por su cuenta, asumiendo multitud de responsabilidades y asfaltando el camino que luego recorrería. En consecuencia, Stallone conoce el cine mucho mejor que Schwarzenegger, aunque no tenga la mentalidad de banquero de éste. Esto, a su vez, impacta en el documental porque, mientras el del roble de Austria quedó dividido en tres partes de una hora para abordar su grandes etapas (culturista, actor y político), el de Stallone es un único metraje de hora y media focalizado en su única trayectoria, la del cine.

Cualitativamente, eso sí, no se puede negar que está relatado con garra, detalle común al de su amigo Arnie. De hecho, los noventa minutos se pasan en un suspiro, lo que es una buenísima señal. Pero no menos cierto es que el telespectador se queda con ganas de saber más de sus roles y de la vida de este hombre, gran parte de la cual deja fuera de plano a conciencia (véase spoiler 5).

Como le ocurría a Arnold, Sylvester altera y censura para dejar claro cómo quiere ser recordado, no temblándole la mano a la hora de borrar contenido. Mucho contenido. Más incluso que en la biografía de Schwarzenneger. Tanto, que hasta el seguidor menos apasionado se dará cuenta de cómo ha enterrado en gran medida sus fracasos, tanto en lo laboral como en lo personal. Y ya lo de reconocer el mérito ajeno, como que no. Uno podría estar tentado a imaginar que la única persona tras la cámara en los sets de rodaje era él (véase spoiler 6).

Como detalle final, una pincelada. Y es que, tras amasar fortunas y cincelar sus nombres en los libros sobre cine, ambos actores han terminado reconociendo, ya en el crepúsculo de sus vidas, que el dinero y la fama están bien, pero saben a poco sin la familia. Un hecho interesante, aunque en absoluto nuevo, que contrasta con esa mentalidad estadounidense basada en trabajar a destajo, y que tantas empresas intentan importar a Europa desde hace años. Ahora, a la vejez, ambos lloran en sus casoplones por no haber estado más con los suyos (véase spoiler 7).

En resumen, otra biografía parcial de Netflix sobre actores de acción de los ochenta. Deja mucho que desear por su poca sinceridad, aunque Sly se empecine en ser abierto con sus emociones. ¿Quién será el siguiente? ¿Willis? ¿Van Damme? ¿Lundgren?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1º) Chuck Norris, por ejemplo, más decantado por la serie B, nunca me pareció que jugase en la misma liga, por muchos memes que haya acumulado en Internet. Si acaso, fue carne de videoclub.

2º) Individuo aquí descrito en términos nada amables que, al parecer, fue determinante para forjar la personalidad y el peso emocional de Stallone durante toda su vida. De hecho, bien podría decirse que el potro italiano es un ejemplo de manual de trauma filo-paterno.

3º) Si ya pasa de largo por encima de casi toda su filmografía, puede imaginarse lo que ha hecho con aquella película de porno suave de 1970, "El semental italiano".

4º) Me refiero a ese truño que fue "Hércules en Nueva York" (1970).

5º) Fíjese hasta qué punto este hombre está tan empecinado en ocultar detalles que, quien no lo conociera, podría deducir que sus cinco hijos nacieron por generación espontánea, porque ni siquiera menciona a sus esposas. Y eso que ya lleva tres matrimonios. Más aún, es que ni siquiera dice los nombres de sus hijas. Solo su vástago fallecido, al que no dudó en favorecer vía nepotismo, es de su interés. Y del hijo autista, Seargeoh, ni pío. Supongo que debe avergonzarse.

6º) Norman Jewison, Bruce Malmuth, Gary Nelson, John Huston, Ted Kotcheff, George P. Cosmatos, Menahem Golan, Peter MacDonald, John Flynn, Andrey Konchalovskiy, Albert Magnoli... son solo algunos nombres de directores de sus películas. Ni uno solo escuchará en este documental. Pero ni uno solo. Y ya no hablemos de guionistas o de actores con los que ha trabajado porque, salvo unos pocos elegidos, tampoco los mencionará. Vamos, que lo de este pichón es "primero yo, luego yo y, si sobra, yo". Lo dicho, encantado de sí mismo, el gachón.

7º) A Stallone, sin ir más lejos, casi que poco le falta para echarse a llorar ante el advenimiento del fin de sus días.

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