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Comedia
Teddy Pierce es un hombre aparentemente feliz: tiene una buena esposa, hijos, amigos y un buen puesto de trabajo en una agencia de publicidad. Cuando se cruza con una mujer que viste un provocativo vestido de seda rojo, descubre que es la modelo seleccionada por su agencia para una nueva campaña. A partir de ese momento, el sueño de Teddy será tener una aventura con ella. (FILMAFFINITY)
20 de junio de 2011
20 de junio de 2011
5 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es peor de lo que la recordaba. Le había colocado un cinco tiempo atrás, pero he rectificado tras refrescármela esta tarde, cuando la han puesto en la tele.
Bastante patético el feíto del Wilder queriéndoselas dar de patoso ligón cuarentón al llegar a la crisis de la madurez.
Lo único que hace de esta cutrecilla comedia algo casi potable es precisamente el hecho de tocar esa cuestión complicada, la de llevar quince o veinte años casado, con la rutina como compañera de mesa, sofá y cama. El cónyuge, los hijos, la casa, el trabajo, el resto de la familia, los amigos, la comodidad de estar con la carne de tu carne y con tus amistades de toda la vida. Pero es obvio que no es posible tenerlo todo, y que muchas veces no nos conformamos con lo que tenemos. Porque Teddy, con una buena esposa, dos hijas ya crecidas, un buen empleo y una pandilla de amigotes gamberros y divertidos echa de menos, aunque no lo sabía, el gusanillo de la aventura. No lo sabía hasta que a Kelly LeBrock se le levanta su vestido rojo al pasar por un respiradero de aire y se marca un sensual baile enseñando las bragas tan rojas como el resto de su atuendo.
Una de las escenas más conocidas del cine ochentero. Raro a quien no le suene, con la música de Stevie Wonder sonando en un momento efímero, el de la fama que es como el gas al destapar una botella de Coca Cola, que hace mucho ruido durante un segundo y ya está. Se supone que la Coca Cola sabe mejor cuando tiene más gas, al quedarse floja pierde su principal gancho. Pues lo mismo le sucede a “La mujer de rojo”. Tuvo su boom, pero perdió su anhídrido carbónico muy pronto y hoy día parece un caldo aguado y recalentado.
Y que conste que yo prefiero la Coca Cola con poco gas, cuando la botella ya está avanzada. Pero no deja de ser un buen refresco. Lo malo es beberte un sucedáneo que ya sabe a rayos recién estrenado, no digamos cuando está flojo.
Esta peli de Wilder se queda en sucedáneo de comedia, a ratos vergonzante y a ratos casi simpática. Me parece que, en cuanto a este género cómico de la crisis por la que pasan hombres feúchos y de poco mérito ya entrados en los cuarenta, es más aconsejable “10, la mujer perfecta” de Blake Edwards. Al menos con ésa me reí.
Bastante patético el feíto del Wilder queriéndoselas dar de patoso ligón cuarentón al llegar a la crisis de la madurez.
Lo único que hace de esta cutrecilla comedia algo casi potable es precisamente el hecho de tocar esa cuestión complicada, la de llevar quince o veinte años casado, con la rutina como compañera de mesa, sofá y cama. El cónyuge, los hijos, la casa, el trabajo, el resto de la familia, los amigos, la comodidad de estar con la carne de tu carne y con tus amistades de toda la vida. Pero es obvio que no es posible tenerlo todo, y que muchas veces no nos conformamos con lo que tenemos. Porque Teddy, con una buena esposa, dos hijas ya crecidas, un buen empleo y una pandilla de amigotes gamberros y divertidos echa de menos, aunque no lo sabía, el gusanillo de la aventura. No lo sabía hasta que a Kelly LeBrock se le levanta su vestido rojo al pasar por un respiradero de aire y se marca un sensual baile enseñando las bragas tan rojas como el resto de su atuendo.
Una de las escenas más conocidas del cine ochentero. Raro a quien no le suene, con la música de Stevie Wonder sonando en un momento efímero, el de la fama que es como el gas al destapar una botella de Coca Cola, que hace mucho ruido durante un segundo y ya está. Se supone que la Coca Cola sabe mejor cuando tiene más gas, al quedarse floja pierde su principal gancho. Pues lo mismo le sucede a “La mujer de rojo”. Tuvo su boom, pero perdió su anhídrido carbónico muy pronto y hoy día parece un caldo aguado y recalentado.
Y que conste que yo prefiero la Coca Cola con poco gas, cuando la botella ya está avanzada. Pero no deja de ser un buen refresco. Lo malo es beberte un sucedáneo que ya sabe a rayos recién estrenado, no digamos cuando está flojo.
Esta peli de Wilder se queda en sucedáneo de comedia, a ratos vergonzante y a ratos casi simpática. Me parece que, en cuanto a este género cómico de la crisis por la que pasan hombres feúchos y de poco mérito ya entrados en los cuarenta, es más aconsejable “10, la mujer perfecta” de Blake Edwards. Al menos con ésa me reí.