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Voto de Atlantis:
9

Voto de Atlantis:
9
8,1
32.907
Intriga. Drama. Cine negro. Thriller
Tras realizar un atraco en el que han muerto dos personas, Ben Harper regresa a su casa y esconde el botín confiando el secreto a sus hijos. En la cárcel, antes de ser ejecutado, comparte celda con Harry Powell y en sueños habla del dinero. Tras ser puesto en libertad, Powell, obsesionado por apoderarse del botín, va al pueblo de Harper, enamora a su viuda y se casa con ella. (FILMAFFINITY)
22 de diciembre de 2010
22 de diciembre de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La noche del cazador" es un mirlo blanco del cine clásico estadounidense. Un anacronismo cinematográfico; una pieza que no encaja en el puzzle. Su condición de película especial, donde cada plano suyo la distingue de todo lo hecho hasta el momento -y buena parte de lo hecho a posteriori, si bien sería el pistoletazo de salida del sub-género del psicópata en el thriller psicológico- fue la que la hizo fracasar en su estreno y la que la hizo levantar revuelos en el público del momento, comprensiblemente poco preparado para el espectáculo del único largometráje dirigido por el actor Charles Laughton; una pena, aunque eso hace cobrar aun más empaque a esta película.
Y es que la película tiene una atmósfera extraña desde el principio. Desde los créditos entramos en una noche muy oscura bañada con la luz de estrellas demasiado brillantes. Los niños como protagonistas, la inocencia, su pureza. Al otro lado, la locura de los hombres mayores, el predicador cínico, ese mentiroso ladrón y asesino con los puños tatuados, Robert Mitchum en una interpretación antológica. Verlo cabalgar enfundado en su traje negro mientras canta el "leeeaaaning" da escalofríos. Además la película destila una crueldad y un sadismo también inusitado, insinuado brillantemente y también explícito, destacando ese plano del coche hundido en el río, una joya macabra clásica que más recuerda al expresionismo alemán de principios de siglo que a la estética del Hollywood de los estudios, ya a principios del declive en 1955.
La película, que ciertamente pierde fuelle a partir de la travesía por el río y se introduce en senderos más pedregosos a partir de entonces, con ciertos comentarios y actitudes cuestionablemente sexistas y licencias artísticas relacionadas con la naturaleza. Aun así no deja de ser un maravilloso thriller de un terror inquietante, un toque de originalidad inusitada para la época con un villano estremecedor, una crítica a la iglesia poco o nada disimulada y con un Mitchum para el recuerdo.
Y es que la película tiene una atmósfera extraña desde el principio. Desde los créditos entramos en una noche muy oscura bañada con la luz de estrellas demasiado brillantes. Los niños como protagonistas, la inocencia, su pureza. Al otro lado, la locura de los hombres mayores, el predicador cínico, ese mentiroso ladrón y asesino con los puños tatuados, Robert Mitchum en una interpretación antológica. Verlo cabalgar enfundado en su traje negro mientras canta el "leeeaaaning" da escalofríos. Además la película destila una crueldad y un sadismo también inusitado, insinuado brillantemente y también explícito, destacando ese plano del coche hundido en el río, una joya macabra clásica que más recuerda al expresionismo alemán de principios de siglo que a la estética del Hollywood de los estudios, ya a principios del declive en 1955.
La película, que ciertamente pierde fuelle a partir de la travesía por el río y se introduce en senderos más pedregosos a partir de entonces, con ciertos comentarios y actitudes cuestionablemente sexistas y licencias artísticas relacionadas con la naturaleza. Aun así no deja de ser un maravilloso thriller de un terror inquietante, un toque de originalidad inusitada para la época con un villano estremecedor, una crítica a la iglesia poco o nada disimulada y con un Mitchum para el recuerdo.