Todos tenemos nuestras obsesiones en nuestras vidas y una de las obsesiones del director Oliver Stone parece ser la guerra de Vietnam. Es un hecho que parece doler todavía a Estados Unidos, del que se han hecho numerosas películas y al que se vuelve una y otra vez y no es para menos.

Parece ser que Stone participó en dicho conflicto bélico y algo de esa experiencia está entre las páginas del guión de esta película. Para ella, el director decidió darle el papel del sargento comprensivo a un actor que estaba, por aquella fecha, encasillado en papeles de villano, un Willen Dafoe estupendo, y el papel de sargento odioso a un actor que solía hacer de chico sensato y positivo como era Tom Berenguer, actor que aquí está sublime. Parece ser que Stone acertó de lleno con esta decisión porque ambos actores lo hicieron de maravilla y estuvieron nominados en los Oscars de ese año.

Stone le dio el gran papel de su vida a un joven Charlie Sheen que, por aquel entonces, lamía las mieles del éxito y que no está nada mal aquí. También pudimos apreciar la juventud de unos cumplidores actores como el hermano del actor Matt Dillon, Kevin Dillon, un Johnny Depp o un Forest Whitaker, todos ellos antes de triunfar plenamente en el cine.

El rodaje no fue fácil debido a las inclemencias del tiempo y de la selva filipina donde se rodó, en un momento en el que el dictador Marcos llegaba al poder en Filipinas y donde los tanques militares se movían a sus anchas por las calles del país asiático. Por allí se dejaban ver también al siempre competente y veterano actor secundario, John C. McGinley, y uno de los hijos del actor Anthonny Quinn, Francesco Quinn.

Quizás no sea la mejor película sobre esta horrible guerra ni sea Stone director del gusto de muchos, pero hay que reconocerle que no está nada mal.
Un saludo,
Tess