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Voto de Antón03:
8

Voto de Antón03:
8
7,1
2.232
17 de abril de 2025
17 de abril de 2025
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
(7'5/10)
Ryan Coogler es un director variopinto que ha dirigido proyectos dispares en calidad, pero que siempre ofrece una buena dosis de entretenimiento. Después de realizar una muy digna primera parte con Creed: La leyenda de Rocky (2015), se embarca con el propio Michael B. Jordan en una cinta fresca que se coloca en el podio de lo que llevamos de año.
Los pecadores (2025) supone un giro en la carrera de Coogler, ya que este se desmarca de los blockbusters modernos y nos entrega un producto final más serio, oscuro y trabajado. Aun tratándose de una cinta de vampiros, se consigue trascender más allá del propio subgénero mediante la mezclonaza de varios géneros. El estadounidense crea un ecosistema donde el terror, la música, los vampiros y el racismo funcionan sin opacarse entre ellos; es más, se complementan en un huracán de aire fresco para el género.
La dirección de Coogler es pausada, se toma su tiempo en adentrarnos en ese Misisipi de los años 30, no se precipita y no sucumbe ante los vicios del género, manteniéndose en una cadencia que logra crear la atmósfera necesaria para que todo impacte con el efecto que desea.
Los pecadores (2025) consigue ir más allá de sus propias limitaciones y crea grandes paralelismos en torno a su temática principal. Estamos ante un relato que habla de la historia, la herencia y la redención, y de cómo una sociedad rota es sumamente peligrosa. Gran parte de que todo esto funcione es gracias a ese tono pausado —que no aburrido— que permite construir unos personajes matizados, coherentes y carismáticos.
Michael B. Jordan se marca un Robert De Niro, pero con mucho más éxito, e interpreta dos papeles: dos hermanos gemelos bien construidos y notablemente interpretados por un Jordan que hace un despliegue actoral meritorio.
Por otro lado, tenemos que hablar del oscarizado Ludwig Göransson. El artífice de la soberbia banda sonora de Oppenheimer (2023) es el culpable de que Los pecadores (2025) funcione. Y es que lo que hace que la cinta sea lo que es, es la música, la banda sonora, la atmósfera que crea ese blues continuo que hipnotiza y posee al espectador para que no se levante de su asiento. De nuevo, grandísimo trabajo del sueco.
Al tomarse más en serio de lo esperado, la cinta logra tener una fotografía notable, y más aún teniendo en cuenta su género. Se logran encuadres interesantes, imágenes potentes y un sentimiento de opresión y enclaustramiento eficaces. Destacar los planos de unos campos de algodón preciosos.
Quizá su duración, que supera ampliamente las dos horas, podría ser menor; quizá, en ciertas escenas, podrían no abusar tanto de la oscuridad o incluso podrías exigirle más acción como recompensa. Pero he disfrutado tanto este camino, de principio a fin y a golpe de blues, que no me sale achacarle los defectos que sé que tiene.
Ryan Coogler da un golpe sobre la mesa y Michael B. Jordan demuestra su madurez actoral en una cinta notable que trae aire fresco a un género tan manido y prostituido, haciendo de Los pecadores (2025) un oasis en el desierto.
Ryan Coogler es un director variopinto que ha dirigido proyectos dispares en calidad, pero que siempre ofrece una buena dosis de entretenimiento. Después de realizar una muy digna primera parte con Creed: La leyenda de Rocky (2015), se embarca con el propio Michael B. Jordan en una cinta fresca que se coloca en el podio de lo que llevamos de año.
Los pecadores (2025) supone un giro en la carrera de Coogler, ya que este se desmarca de los blockbusters modernos y nos entrega un producto final más serio, oscuro y trabajado. Aun tratándose de una cinta de vampiros, se consigue trascender más allá del propio subgénero mediante la mezclonaza de varios géneros. El estadounidense crea un ecosistema donde el terror, la música, los vampiros y el racismo funcionan sin opacarse entre ellos; es más, se complementan en un huracán de aire fresco para el género.
La dirección de Coogler es pausada, se toma su tiempo en adentrarnos en ese Misisipi de los años 30, no se precipita y no sucumbe ante los vicios del género, manteniéndose en una cadencia que logra crear la atmósfera necesaria para que todo impacte con el efecto que desea.
Los pecadores (2025) consigue ir más allá de sus propias limitaciones y crea grandes paralelismos en torno a su temática principal. Estamos ante un relato que habla de la historia, la herencia y la redención, y de cómo una sociedad rota es sumamente peligrosa. Gran parte de que todo esto funcione es gracias a ese tono pausado —que no aburrido— que permite construir unos personajes matizados, coherentes y carismáticos.
Michael B. Jordan se marca un Robert De Niro, pero con mucho más éxito, e interpreta dos papeles: dos hermanos gemelos bien construidos y notablemente interpretados por un Jordan que hace un despliegue actoral meritorio.
Por otro lado, tenemos que hablar del oscarizado Ludwig Göransson. El artífice de la soberbia banda sonora de Oppenheimer (2023) es el culpable de que Los pecadores (2025) funcione. Y es que lo que hace que la cinta sea lo que es, es la música, la banda sonora, la atmósfera que crea ese blues continuo que hipnotiza y posee al espectador para que no se levante de su asiento. De nuevo, grandísimo trabajo del sueco.
Al tomarse más en serio de lo esperado, la cinta logra tener una fotografía notable, y más aún teniendo en cuenta su género. Se logran encuadres interesantes, imágenes potentes y un sentimiento de opresión y enclaustramiento eficaces. Destacar los planos de unos campos de algodón preciosos.
Quizá su duración, que supera ampliamente las dos horas, podría ser menor; quizá, en ciertas escenas, podrían no abusar tanto de la oscuridad o incluso podrías exigirle más acción como recompensa. Pero he disfrutado tanto este camino, de principio a fin y a golpe de blues, que no me sale achacarle los defectos que sé que tiene.
Ryan Coogler da un golpe sobre la mesa y Michael B. Jordan demuestra su madurez actoral en una cinta notable que trae aire fresco a un género tan manido y prostituido, haciendo de Los pecadores (2025) un oasis en el desierto.