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Voto de Antón03:
8
La posesión
Voto de Antón03:
8
Terror Berlín, antes de la caída del muro. Cuando Marc regresa de un viaje encuentra a su esposa Anna cambiada, muy nerviosa y perturbada. Por fin, le confiesa que tiene una aventura y lo abandona. Marc cae en una terrible depresión que lo lleva casi al borde de la locura. Poco después Marc se entera de que su mujer también ha abandonado a su amante, y la verdad sobre la aventura secreta de Anna se revelará monstruosa.
23 de marzo de 2025
23 de marzo de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
Es difícil hacer una crítica sobre una cinta como La posesión (1981); lo es por cómo su director pretende transmitir su mensaje, y aún más por la profundidad del mismo.

Andrzej Zulawski configura un panegírico críptico sobre las crisis personales en el seno del matrimonio mediante la ambigüedad que se crea entre lo que es real y lo que no. El polaco es cruel con el espectador y no le ofrece respuestas sencillas y absolutas; prefiere quedarse en la comodidad que supone crear un producto tan interpretativo. El matrimonio entre Anna y Marc es el sinónimo de una descomposición sobrevenida del enfrentamiento de los demonios internos de cada uno, en especial los de una Anna disoluta de su propia identidad y transformada en el caos, encarando el horror tanto físico como psicológico.

A nivel simbólico, la cinta es una epopeya sobre la fractura personal y la infelicidad que acecha la mente de unos protagonistas que ven en el exterior de su matrimonio lo que realmente anhelan, ya sea Marc con el doble de Anna o Anna con su idilio monstruoso. Esta reflexión, en forma de pesadilla, instrumentaliza el horror corporal y la fragilidad humana como ensayo sobre la vulnerabilidad del individuo.

En su faceta más cinematográfica y artística, La posesión (1981) es uno de los ejercicios fílmicos que consigue más escenas y planos perturbadores que recuerdo. Lo más sorprendente de esta apreciación es que esos momentos son aquellos donde el horror corporal y la sangre son ajenos a la escena.

Al encontrarnos en un Berlín antes de la caída del muro, la cinta adquiere una atmósfera apagada, incluso desesperanzadora, que se potencia aún más por una paleta de colores fría que, en muchas ocasiones, se torna azulada.

A nivel interpretativo, el matrimonio se luce en cuanto al dramatismo hipertrofiado que Zulawski le quiere imprimir a la cinta mediante unas actuaciones, en muchas ocasiones, intencionalmente sobreactuadas. Isabelle Adjani deja varias miradas y una escena para la historia del cine.

La posesión (1981) no es sencilla de ver y mucho menos de aguantar con el mismo nivel de atención durante sus dos horas debido a un histrionismo constante. Y, pese a su agotador visionado e hiperactivo montaje, es un viaje que merece la pena por la arriesgada y estimulante experiencia que proporciona.
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