Dichosa carbonilla la que se interpuso entre nosotros, promoviendo este encuentro que me perseguirá toda la vida. ¿He dicho toda? Qué ingenua soy, hay que ver, como si no hubiera más penas que las mías. Como si los trenes partieran a la hora que yo digo o que yo quiero... ¿pero qué quiero? Por qué te quise, me pregunto. A ti, tan común como el que más, tan cotidiano como mis paseos de los jueves hasta el cine, ciudad perdida de ilusiones que florecen -los días buenos; los que no, dejo la cinta a medias-. Y a medias ha quedado sepultado nuestro amor, aún asoma una patita, como un lobo hambriento de pasiones, pero nos están prohibidas, no seamos egoístas. Que el mundo acostumbre a hacer dogma de la exactitud y nos aburra en su banalidad infinita no nos da derecho a desmontar nuestros hogares, a engañarnos a nosotros mismos y a nuestra pareja... No, tenemos responsabilidades, somos adultos, los juegos infantiles se perdieron entre el humo de los trenes. Se ahogan sus sonrisas de inocencia -¿las oyes?- con el ruido inmenso de las locomotoras. Y me gritan, me llaman, me tientan: "salta, no hay nada ya que hacer, has muerto en vida y sólo queda el aceptarlo." No puedo. Sé que acabaré por olvidarte, lo sé porque esa juventud renovada que me diste, ese renacimiento que nunca te pedí, por miedo o por hastío -maravilloso el mío-, este flujo incesante, en fin, de sangre nueva y purísima que me desborda tampoco duraría más que un momento, varios, si nos ponemos optimistas. ¿Lo somos? Debimos serlo, al menos durante el breve lapso en que nos conocimos, o creímos conocernos, de la mano por parques cuyas farolas encendíamos conforme íbamos andando... ¿O acaso todo aquello era ilusión? Si lo pienso firmemente, y últimamente lo hago demasiado, creo llegar a la verdad, acariciarla, leve, escurridiza: no hubo tú y yo; nos lo inventamos. Una palmadita al hombro y a seguir nuestro camino, cada uno el suyo, digo. Acabaré por olvidarte, lo sé.

Pero mientras... creo morir a cada instante. Y duele. Duele muchísimo.
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*Nunca un recurso como éste encontró mejor aliado en la pantalla que con esta breve, insignificante historia de amor.

[[Mucho antes de conocerte, yo ya te quería. Cuando sólo eras promesa de ti, jugaba a adivinar tus rasgos y tus formas... qué bellos eran]]