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Voto de Luis Alberto Serrano:
9

Voto de Luis Alberto Serrano:
9
7,1
11.863
Drama
Huyendo de la Europa de la posguerra, el visionario arquitecto László Toth llega a Estados Unidos para reconstruir su vida, su obra y su matrimonio con su esposa Erzsébet tras verse obligados a separarse durante la guerra a causa de los cambios de fronteras y regímenes. Solo y en un nuevo país totalmente desconocido para él, László se establece en Pensilvania, donde el adinerado y prominente empresario industrial Harrison Lee Van Buren ... [+]
17 de marzo de 2025
17 de marzo de 2025
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solo de pensar el metraje de la película y sabiendo que había un intermedio, se me hacía pesado ver esta película. Es más, si no fuera por ustedes, me la habría saltado de la lista de pelis para ver. Pero no, y lo agradezco. En ningún momento me dieron ganas de que acabara ya. Y eso es mucho decir. Tres horas y media de película, en las que parece que no pasan cosas especialmente relevantes, y me tuvo entretenido todo el tiempo. Ahí le subo la valoración, sin duda.
Se me hacía imprescindible indagar en las razones. Porque me resulta extraño que la soportara y, encima, la disfrutara. Una de ellas se llevó el Óscar. Adrien Brody llena la pantalla. Esta película, con un guaperas de moda, ya les digo yo que no hubiera funcionado. Adrien no es guapo; es más bien tirando a feo y eso le da un plus al personaje. Es un perdedor (o por lo menos eso nos intentan hacer creer). Y los guapos nunca pierden; somos los feos los que tenemos que trabajar el doble para que algo se nos reconozca. Y aquí, la elección del protagonista es uno de los aciertos evidentes. Brody se nos muestra altivo cuando hace falta, pero cargado de la humildad obligatoria que le infringe el ser un inmigrante en Estados Unidos con el cariz de desprecio que ello conlleva. Inteligente y precavido, el personaje da bandazos entre las humillaciones que le imponen y los sueños de creador. Son sutiles los matices, pero el actor los asimila y nos los muestra hasta hacernos partícipes de sus crecimientos y decepciones emocionales. Buen trabajo del director en este aspecto.
Otro de los Óscar, merecido. Yo me decantaba por la fotografía transgresora y muy complejamente elaborada de «Emilia Pérez» (Jacques Audiard, 2024), pero Lol Crawley realiza un trabajo en las antípodas de este. Aquí vemos una realización tradicional. Como para dar una clase de planos académicamente correcta. En ese aspecto, a cada rato me maravillaba más. Nada de protagonismo a los movimientos de cámara ni a querer destacar con planos impresionantes, como el error cometido en «Nickel Boys», en el que la exageración de elementos desvirtúa la historia. Aquí, el protagonista es el personaje y su obra, y todos los planos van diseñados impecablemente para que las dos cosas destaquen. Y, además, sin conseguir aburrir al espectador. Trabajo maestro grabado en Vistavisión de 70mm, como las películas de antes.
El tercer y último Óscar es a la banda sonora. No soy muy experto en ese tema; de hecho, creo que el mayor piropo que se le puede echar a la música en las películas es que ni siquiera reparé en ella. Pasa desapercibida, pero te envuelve en las sensaciones del personaje. Me imagino que esa fue la razón de la estatuilla. Daniel Blumberg, otro novato que acierta a la primera. Merecido.
En otros aspectos de la película diré que todo el elenco sobresale. Destacaré la figura de Guy Pierce, al que no sigo mucho, pero aquí lo borda. Ah, y que el director sea un actor reconvertido me hace pensar que escribió la película sabiendo cómo sacar partido a un personaje. Seguro que se vio a sí mismo haciendo un papel que, desde el guión, es de premios. El guion, sutil, sin grandes giros dramáticos al final, engancha, te mantiene la mente ocupada en tramas sin grandes altibajos. Eso, amigos, es brillante. Le seguiré la pista a este chico.
Para muchos, iba a ser la ganadora de la noche de los Óscar. No salió perdedora, que ya es algo. Pero, como las demás, fue arrasada por el fenómeno «Anora» (Sean Baker, 2024). Mi recomendación es que tienen que ver estas dos películas. De veras.
NOTA: Un curso de cine clásico… le pongo un 9.
Más críticas en: https://luisalbertoserrano.wordpress.com/oscars-2025
Se me hacía imprescindible indagar en las razones. Porque me resulta extraño que la soportara y, encima, la disfrutara. Una de ellas se llevó el Óscar. Adrien Brody llena la pantalla. Esta película, con un guaperas de moda, ya les digo yo que no hubiera funcionado. Adrien no es guapo; es más bien tirando a feo y eso le da un plus al personaje. Es un perdedor (o por lo menos eso nos intentan hacer creer). Y los guapos nunca pierden; somos los feos los que tenemos que trabajar el doble para que algo se nos reconozca. Y aquí, la elección del protagonista es uno de los aciertos evidentes. Brody se nos muestra altivo cuando hace falta, pero cargado de la humildad obligatoria que le infringe el ser un inmigrante en Estados Unidos con el cariz de desprecio que ello conlleva. Inteligente y precavido, el personaje da bandazos entre las humillaciones que le imponen y los sueños de creador. Son sutiles los matices, pero el actor los asimila y nos los muestra hasta hacernos partícipes de sus crecimientos y decepciones emocionales. Buen trabajo del director en este aspecto.
Otro de los Óscar, merecido. Yo me decantaba por la fotografía transgresora y muy complejamente elaborada de «Emilia Pérez» (Jacques Audiard, 2024), pero Lol Crawley realiza un trabajo en las antípodas de este. Aquí vemos una realización tradicional. Como para dar una clase de planos académicamente correcta. En ese aspecto, a cada rato me maravillaba más. Nada de protagonismo a los movimientos de cámara ni a querer destacar con planos impresionantes, como el error cometido en «Nickel Boys», en el que la exageración de elementos desvirtúa la historia. Aquí, el protagonista es el personaje y su obra, y todos los planos van diseñados impecablemente para que las dos cosas destaquen. Y, además, sin conseguir aburrir al espectador. Trabajo maestro grabado en Vistavisión de 70mm, como las películas de antes.
El tercer y último Óscar es a la banda sonora. No soy muy experto en ese tema; de hecho, creo que el mayor piropo que se le puede echar a la música en las películas es que ni siquiera reparé en ella. Pasa desapercibida, pero te envuelve en las sensaciones del personaje. Me imagino que esa fue la razón de la estatuilla. Daniel Blumberg, otro novato que acierta a la primera. Merecido.
En otros aspectos de la película diré que todo el elenco sobresale. Destacaré la figura de Guy Pierce, al que no sigo mucho, pero aquí lo borda. Ah, y que el director sea un actor reconvertido me hace pensar que escribió la película sabiendo cómo sacar partido a un personaje. Seguro que se vio a sí mismo haciendo un papel que, desde el guión, es de premios. El guion, sutil, sin grandes giros dramáticos al final, engancha, te mantiene la mente ocupada en tramas sin grandes altibajos. Eso, amigos, es brillante. Le seguiré la pista a este chico.
Para muchos, iba a ser la ganadora de la noche de los Óscar. No salió perdedora, que ya es algo. Pero, como las demás, fue arrasada por el fenómeno «Anora» (Sean Baker, 2024). Mi recomendación es que tienen que ver estas dos películas. De veras.
NOTA: Un curso de cine clásico… le pongo un 9.
Más críticas en: https://luisalbertoserrano.wordpress.com/oscars-2025