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Voto de Aslan :
5

Voto de Aslan :
5
3,4
963
Fantástico. Aventuras. Acción. Ciencia ficción
Dar (Marc Singer), el guerrero capaz de hablar con las bestias, debe viajar esta vez a través del tiempo para detener a su malvado hermano, que pretende robar una bomba atómica. (FILMAFFINITY)
3 de marzo de 2023
3 de marzo de 2023
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ver, no es la mejor película del mundo, pero ¿en serio creéis que merece tan poca nota? Después de ver los bodrios que hacen últimamente, para mí que este filme es una obra maestra. Yo le pongo un 5 (“pasable”), porque pienso que no aspira más que a entretener (¡a pasar el rato!), a reírse de sí misma con un argumento hilarante. Es verdad que, vista hoy, parece bastante cutre, como de videoclub ochentero, pero es la única diferencia que podemos encontrar entre ella y títulos como “Thor” (2011), con que guarda bastante semejanzas (vale, Chris Hemsworth y Natalie Portman son más guapos que Marc Singer y Kari Wuhrer, pero, al margen de eso, ¿no trata (prácticamente) el mismo argumento? ¡Hasta sale un hermano malvado y todo!).
Mirad, yo sé que tras ver el primer título, que es un clásico del cine de aventuras, este nos puede parecer un insulto, porque ¿qué tiene que hacer el mítico Señor de las Bestias en la ciudad Los Ángeles?, ¿o por qué apuesta este por el humor infantil (esos animales hablando entre sí…) cuando aquel era violento y descarnado, e incluso rozaba el erotismo? Pura estrategia, porque la cinta es heredera de un film que lo estaba petando a la sazón: “Masters del universo” (1987), cuyo argumento es calcado —llave mágica y puerta dimensional (¡cuánto echo de menos a Wildor!); malo (feo) que quiere controlar el mundo y para lo cual se sirve de una bruja; bueno (petado y rubio) que viene a salvarnos y que se sirve de una jovencita alocada para evitar el desastre, y etcétera—, así que, ¿por qué no iba a exprimir “El señor de las bestias 2” ese jugo? No sé qué opinión le mereció al público de la época, pero estoy convencido de que fue mucho más indulgente y comprensivo que el actual: fue a pasárselo bien y ya está.
Sigamos con el símil de “Thor”: ¿qué creéis que fue a ver la gente al cine: una obra maestra, una disertación filosófica sobre los viajes interdimensionales, una reflexión shakesperiana sobre el amor entre dos mundos? Seguramente que solo fue a pasárselo bien, y lo consiguió. Hoy nos hemos olvidado (¡gracias a Dios!) de la película, pero, en aquel momento, el público llenó la sala para reírse con las tonterías del Hemsworth y ya está (y eso que, en los tebeos, el mítico dios nórdico no es ningún pazguato). Pues con el Señor de las Bestias pasa lo mismo: tenemos la imagen de un guerrero serio, violento y un poco picantón, así que romper ese esquema es pura estrategia de mercadotecnia, y seguro que el público de la época lo agradeció (además, recordemos que ya estamos en los 90, una década que pone en solfa todo el cine de “tipos duros” que había habido hasta el momento: en este sentido, su máximo exponente, como recordaréis, es “El último gran héroe”, que también se ríe de sí mismo hasta la hilaridad).
Para terminar, y hablando del aspecto técnico en sí, ¿no os parece encantador ese aroma (consciente) a serie B que recorre todo el metraje? Es lo mejor de la cinta: efectos especiales rudimentarios —rocas de poliestireno, rayos verdes de mentira (por cierto, las esferas explosivas, ¿no os recuerdan a las de fuego valyrio de “Juego de tronos”?), puerta dimensional de dibujo animado—, actuaciones hilarantes (¿de verdad pensáis que los actores se están tomando en serio a sí mismos?), música de organillo, escenarios nocturnos, porque es más barato rodar a esa hora… Todo es una genialidad. Incluso en los créditos finales (este dato ha sido sacado de IMBD), y si os fijáis bien, el tigre (que antes era negro para simular un animal diferente y ahora…, simplemente es un tigre) frena su marcha, porque el fondo crepuscular es una mera pintura en la pared (y Marc Singer hace como que corre): se me saltan las lágrimas de la emoción solo con recordarlo.
Mirad, yo sé que tras ver el primer título, que es un clásico del cine de aventuras, este nos puede parecer un insulto, porque ¿qué tiene que hacer el mítico Señor de las Bestias en la ciudad Los Ángeles?, ¿o por qué apuesta este por el humor infantil (esos animales hablando entre sí…) cuando aquel era violento y descarnado, e incluso rozaba el erotismo? Pura estrategia, porque la cinta es heredera de un film que lo estaba petando a la sazón: “Masters del universo” (1987), cuyo argumento es calcado —llave mágica y puerta dimensional (¡cuánto echo de menos a Wildor!); malo (feo) que quiere controlar el mundo y para lo cual se sirve de una bruja; bueno (petado y rubio) que viene a salvarnos y que se sirve de una jovencita alocada para evitar el desastre, y etcétera—, así que, ¿por qué no iba a exprimir “El señor de las bestias 2” ese jugo? No sé qué opinión le mereció al público de la época, pero estoy convencido de que fue mucho más indulgente y comprensivo que el actual: fue a pasárselo bien y ya está.
Sigamos con el símil de “Thor”: ¿qué creéis que fue a ver la gente al cine: una obra maestra, una disertación filosófica sobre los viajes interdimensionales, una reflexión shakesperiana sobre el amor entre dos mundos? Seguramente que solo fue a pasárselo bien, y lo consiguió. Hoy nos hemos olvidado (¡gracias a Dios!) de la película, pero, en aquel momento, el público llenó la sala para reírse con las tonterías del Hemsworth y ya está (y eso que, en los tebeos, el mítico dios nórdico no es ningún pazguato). Pues con el Señor de las Bestias pasa lo mismo: tenemos la imagen de un guerrero serio, violento y un poco picantón, así que romper ese esquema es pura estrategia de mercadotecnia, y seguro que el público de la época lo agradeció (además, recordemos que ya estamos en los 90, una década que pone en solfa todo el cine de “tipos duros” que había habido hasta el momento: en este sentido, su máximo exponente, como recordaréis, es “El último gran héroe”, que también se ríe de sí mismo hasta la hilaridad).
Para terminar, y hablando del aspecto técnico en sí, ¿no os parece encantador ese aroma (consciente) a serie B que recorre todo el metraje? Es lo mejor de la cinta: efectos especiales rudimentarios —rocas de poliestireno, rayos verdes de mentira (por cierto, las esferas explosivas, ¿no os recuerdan a las de fuego valyrio de “Juego de tronos”?), puerta dimensional de dibujo animado—, actuaciones hilarantes (¿de verdad pensáis que los actores se están tomando en serio a sí mismos?), música de organillo, escenarios nocturnos, porque es más barato rodar a esa hora… Todo es una genialidad. Incluso en los créditos finales (este dato ha sido sacado de IMBD), y si os fijáis bien, el tigre (que antes era negro para simular un animal diferente y ahora…, simplemente es un tigre) frena su marcha, porque el fondo crepuscular es una mera pintura en la pared (y Marc Singer hace como que corre): se me saltan las lágrimas de la emoción solo con recordarlo.