Aunque no estrepitosamente fallida, Dead Man Down habría podido ser una película mejor de haber logrado casar bien la historia de amor de la pareja protagonista con el thriller de acción que quiere y no puede. Tal como ha quedado, se van alternando escenas de cierta sensibilidad con otras del más drástico pimpampum. Las primeras se benefician del excelente trabajo de los actores. Colin Farrell nunca había estado mejor (sabe transmitir sus sentimientos con una mirada o un gesto, algo insólito en él), y Noomi Rapace se sale en su papel de muñeca rota hambrienta de amor. La inmortal Lisbeth Salander muestra, además, un cuerpo provisto de volúmenes y curvas capaces de marear al más pintado. Esta historia de amor y venganza está servida con la proverbial frialdad nórdica, pero conviene al relato y acentúa la falta de escrúpulos de los matones implicados en el caso. Puede que Arden Oplev deba demostrar todavía que es un autor, o quizá se encuentra a gusto en su papel de artesano capaz. El tiempo lo dirá. Recomendable para amantes del thriller. Por cierto, ¿qué demonios hacía ahí Isabelle Huppert?