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Voto de Cineaste:
7

Voto de Cineaste:
7
7,5
49.330
Drama
Martín Echenique (Federico Luppi) es un director de cine argentino que lleva más de veinte años viviendo en Madrid. Detesta su país y se niega a recrearse en la nostalgia. Su hijo, al que todos llaman Hache (Juan Diego Botto), tiene 19 años y vive en Buenos Aires con su madre. Ni estudia ni trabaja; callejea y toca su guitarra eléctrica. Después de cinco años sin verse, vuelven a encontrarse en Buenos Aires cuando Hache sufre una ... [+]
18 de septiembre de 2017
18 de septiembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Martín (Hache) es una de esas grandes películas olvidadas que, para muchos nacidos a mediados de los 80, Javier Ibarra descubrió a través del uso de sus frases. Fue así como un icono de la música entregó el testigo a un referente de la cinematografía sudamericana. Si bien Aristarain ofrece un contenido lingüístico en forma de diálogos a los que solo el cine argentino es capaz de acceder con precisión de bisturí, no deja de ser cierto que las carencias técnicas disipan por momentos lo que pudo consagrarse como una de las grandes obras maestras de los 90, aunque su recuerdo quede siempre para la historia de la década.
Embarcarse en esta aventura es dejarse llevar por el contenido de los diálogos porque como bien nos apunta Dante - donde Eusebio Poncela desarrolla el mejor personaje de la película-, "siempre hay que seguir, aunque solo sea por curiosidad". Y cierto descubrimiento maravilla, tanto que la concentración en cada frase aumenta con el paso del rodaje, al punto de indagar en las emociones personales de los protagonistas en una inevitable comparación con nuestros deseos y temores.
En resumen, contiene más ideas que acciones, más interpretaciones que fotografía, mayor emotividad auditiva que visual, pero sigue siendo una gran película: diferente, pensativa, reflexiva y espiritual, como esas joyas que de vez en cuando te encuentras en el cine. Al fin y al cabo, no importa tanto el físico o la estética, porque en realidad..."hay que follarse a las mentes".
Embarcarse en esta aventura es dejarse llevar por el contenido de los diálogos porque como bien nos apunta Dante - donde Eusebio Poncela desarrolla el mejor personaje de la película-, "siempre hay que seguir, aunque solo sea por curiosidad". Y cierto descubrimiento maravilla, tanto que la concentración en cada frase aumenta con el paso del rodaje, al punto de indagar en las emociones personales de los protagonistas en una inevitable comparación con nuestros deseos y temores.
En resumen, contiene más ideas que acciones, más interpretaciones que fotografía, mayor emotividad auditiva que visual, pero sigue siendo una gran película: diferente, pensativa, reflexiva y espiritual, como esas joyas que de vez en cuando te encuentras en el cine. Al fin y al cabo, no importa tanto el físico o la estética, porque en realidad..."hay que follarse a las mentes".