Fue toda una sorpresa conocer la noticia de que el maestro Martin Scorsese producía una película de Rodrigo Cortés, un cineasta irregular que tiene algunas notables aportaciones (“Concursante”, “Buried”) que combina con otras películas bastante mediocres. Una vez vista “Escape” entiendo por qué el maestro Scorsese apostó por ella. Yo, que tengo una relación tormentosa con las comedias, me he tenido que secar lágrimas de la risa porque el film derrocha un humor inteligente, negro y con mucho fundamento social bajo la superficie de comedia de una manera pocas veces vista en nuestro cine. De paso, es un homenaje excelente al cine estadounidense carcelario clásico, eso sí, visto a través de un espejo deformante como ocurre cuando Woody Allen o los hermanos Coen se acercan a géneros concretos a través de la comedia.

Hasta yo, entusiasmado por la propuesta, puedo reconocer que sus 129 minutos pueden ser excesivos y que su segunda mitad no está a la altura de la primera, pero es que la primera hora de esta joya es sencillamente magistral, una sucesión de escenas cómicas soberbiamente rodadas, con una precisión milimétrica y con un derroche de humor negro social extraordinario. Pocas comedias de nuestro cine a la altura de esta primera mitad del film, rodada con un virtuosismo tras la cámara heredero del cine clásico estadounidense.

Ello es posible, más allá de algunos planos secuencia portentosos y un sabio uso de la cámara por parte de Rodrigo Cortés, por un guión delicioso del propio Cortés (basado en una novela de Enrique Rubio) y una interpretación inolvidable de Mario Casas que sostiene todo el metraje apareciendo en todas y cada una de sus escenas, haciendo posible a un personaje imposible, haciendo creíble la divertida exageración esperpéntica que se le encomienda, triunfando “cum laude” en su impecable trabajo.

El actor, en su mejor interpretación, está perfectamente secundado por una siempre magistral Anna Castillo, la actriz (junto con Victoria Luengo) con mejor proyección de nuestro cine, que borda el papel de sufrida hermana de este personaje con gravísimos problemas mentales. El resto del elenco es todo un recital de cameos de actores y actrices de ensueño, desde un hilarante José Sacristán como Juez hasta un Josep María Pou como violento cura, pasando por unos desternillantes Guillermo Toledo y Blanca Portillo como ineptos profesionales de la salud mental o un colosal Juanjo Puigcorbé como director de la prisión.

La historia es extraordinaria desde su concepción: N, el protagonista de la cinta, no ha sido capaz de superar la muerte de su esposa y cae en una depresión profunda que altera la racionalidad de su conducta. Su obsesión es ingresar en prisión y va a hacer todo lo que esté en su mano para lograrlo, por más que el sistema se resista a ello. Estamos ante el tópico del cine carcelario pero en sentido contrario: N lucha por entrar en prisión como sea y a costa de lo que sea. Por cierto, ojo a algunos maravillosos homenajes que el film contiene a “El hombre de Alcatraz” de John Frankenheimer o a “Cadena perpetua” de Frank Darabont.

Algunas escenas están rodadas con un virtuosismo imponente y fotografiadas magistralmente por Rafa García, mientras que disfrutamos de la música original del gran Víctor Reyes (autor de la, para mí, mejor BSO de nuestro cine que compusiera para “En la ciudad sin límites”). Una comedia imprescindible.