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Voto de Sergio Berbel:
7

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7,5
15.780
Ciencia ficción. Intriga
Un científico es enviado a la estación espacial de un remoto planeta cubierto de agua para investigar la misteriosa muerte de un médico. Adaptación del clásico de ciencia-ficción del escritor polaco Stanislaw Lem. (FILMAFFINITY)
14 de enero de 2023
14 de enero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1968, desde Gran Bretaña, Stanley Kubrick, el director más revolucionario de la historia del cine, cambiaba el rumbo del Séptimo Arte con un giro de timón totalmente impredecible a través de “2001: una odisea del espacio”, refundando para siempre la ciencia-ficción a través de la adaptación de una críptica y filosófica novela del género de Arthur C. Clark. Cuatro años después, en 1972, llegaría la respuesta soviética a semejante movimiento cinematográfico a través de “Solaris”, igualmente críptica y filosófica trasladando Andréi Tarkovski al cine la novela también de ciencia-ficción del polaco Stanislaw Lem. Estamos en los años 70, donde el cine se permitió ser adulto como nunca antes y como nunca después, incluso compitiendo en profundidad.
Es obvio que, para mí, la obra de Stanley Kubrick está infinitamente por encima visual y argumentalmente de la de Tarkoski. Kubrick gana se mire por donde se mire. Pero eso no resta mérito a la complejidad argumental de “Solaris”. Pero más allá de lo que cuenta, difícil de comprender en su integridad en un primer visionado, está lo estético y, más que lo estético, está la profunda influencia que este film ha causado en todo el cine europeo (y mundial) que le ha sucedido. Se me ocurren decenas y decenas de películas que han sido influidas directamente por sus imágenes, y algunas que idolatro que directamente las han copiado, como el caso de las pinturas costumbristas de caza en “Melancolía” de Lars Von Trier o la del niño de rojo sobre fondo nevado en “Thelma” de Joachim Trier.
Visualmente fascinante en el momento de su estreno (aunque, insisto, por debajo de “2001: una odisea del espacio”), Tarkovski impone su ritmo maravillosamente cansino, más bien agotador, para trasladarnos a una estación espacial llamada Solaris que los soviéticos han enviado a un extraño planeta. Los científicos están fascinados con la extraña capacidad que presenta el océano de dicho planeta, capaz de extraer nuestros recuerdos y sensaciones mentales para materializarlos mediante compuestos de neutrinos. Hasta Solaris viaja nuestro científico protagonista para tratar de comprender el fascinante misterio, con un tormentoso pasado a su espalda.
La inquietante música de Eduard Artemev y la fascinante dirección de fotografía (todo un alarde en la época) de Vadim Yusov marcaron y siguen marcando tendencia en el cine posterior a “Solaris”.
Es obvio que, para mí, la obra de Stanley Kubrick está infinitamente por encima visual y argumentalmente de la de Tarkoski. Kubrick gana se mire por donde se mire. Pero eso no resta mérito a la complejidad argumental de “Solaris”. Pero más allá de lo que cuenta, difícil de comprender en su integridad en un primer visionado, está lo estético y, más que lo estético, está la profunda influencia que este film ha causado en todo el cine europeo (y mundial) que le ha sucedido. Se me ocurren decenas y decenas de películas que han sido influidas directamente por sus imágenes, y algunas que idolatro que directamente las han copiado, como el caso de las pinturas costumbristas de caza en “Melancolía” de Lars Von Trier o la del niño de rojo sobre fondo nevado en “Thelma” de Joachim Trier.
Visualmente fascinante en el momento de su estreno (aunque, insisto, por debajo de “2001: una odisea del espacio”), Tarkovski impone su ritmo maravillosamente cansino, más bien agotador, para trasladarnos a una estación espacial llamada Solaris que los soviéticos han enviado a un extraño planeta. Los científicos están fascinados con la extraña capacidad que presenta el océano de dicho planeta, capaz de extraer nuestros recuerdos y sensaciones mentales para materializarlos mediante compuestos de neutrinos. Hasta Solaris viaja nuestro científico protagonista para tratar de comprender el fascinante misterio, con un tormentoso pasado a su espalda.
La inquietante música de Eduard Artemev y la fascinante dirección de fotografía (todo un alarde en la época) de Vadim Yusov marcaron y siguen marcando tendencia en el cine posterior a “Solaris”.