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Voto de El Golo Cine:
10

Voto de El Golo Cine:
10
7,6
4.919
Thriller. Cine negro
El ex-sindicalista Pedro Bengoa, previa "limpieza" de su pasado, consigue trabajo en las minas de la empresa Tulsaco, donde se reencuentra con un antiguo compañero quien, pasado algún tiempo, le propone un plan: simular un accidente y hacerse pasar por mudo para cobrar una indemnización. Pero algo inesperado sucede... (FILMAFFINITY)
7 de julio de 2020
7 de julio de 2020
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película Tiempo de revancha (1981) fue producida por Héctor Olivera, de la compañía Aries, escrita y dirigida por Adolfo Aristarain. En el elenco destacan Federico Luppi, Alberto de Grazia y Ulises Dumont.
Por Nicolás Bianchi
Hay dos películas dentro de Tiempo de revancha que funcionan como cuerpo y alma de una obra que resiste el paso del tiempo. El cuerpo es un thriller de suspenso policial, a pesar de que no hay un solo personaje que sea un policía, en el que Pedro Bengoa (Federico Luppi), un dinamitero que es contratado en una cantera de cobre, se enfrenta a la poderosa compañía Tulsaco y todas sus maniobras para incrementar sus ganancias a costa de la legislación laboral e incluso la vida de sus propios empleados.
Bengoa se suma al plan de Bruno Di Toro (Ulises Dumont) para fraguar una discapacidad en el habla luego de una fallida explosión para, de esa manera, obtener una indemnización que les evite a ambos tener que trabajar en el futuro. El plan, perfecto en su concepción pero defectuoso en su ejecución, dispara el enfrentamiento entre Bengoa y la empresa Tulsaco. Para ello el protagonista cuenta con la ayuda del abogado Larsen (Alberto de Grazia), quien se autodefine como un “mercenario” y provee las mejores líneas de diálogo del film.
El thriller, la película de suspenso, funciona a la perfección hasta el final. El alma de la narración también. Tiempo de revancha se estrenó en los últimos años de la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional y es una denuncia certera sobre la opresión generada sobre las capacidades de expresión, libertad e independencia de la sociedad. Nuevamente, con tal habilidad, que no es necesario mostrar un solo uniforme militar. El silencio, la muerte, los Ford Falcon, la tortura, el poder de los ricos y del dinero están presentes dentro del universo al que nos introduce Aristarain.
En una entrevista* publicada hace algunos años Aristarain contó que escribió la película “con odio por la dictadura, con la intención que les jodiera”. El gobierno de facto atravesaba por 1981 una etapa de relativa permisividad en el que buscaba mayor legitimidad e incluso consideraba la posibilidad de una apertura política, camino que quedó inexplorado luego de la Guerra de Malvinas iniciada al año siguiente. Tiempo de revancha hubiera sido imposible de producir entre 1976 y 1979. Su realización y producción en 1981 fue un acto de denuncia y valentía, pero sobre todo de inteligencia.
El mismo Aristarain contó que el productor Olivera demoró la presentación de la película ante el comité de censura para unos días antes del estreno. Como la publicidad ya estaba en las estáticas de las calles porteñas hubiera sido un escándalo para la dictadura suspender la proyección del film. Con la película ya rodando en las salas, se produjo una amenaza de bomba en el cine Ambassador y tanto el productor como el director del film recibieron amenazas telefónicas en sus casas, según contó Aristarain.
Un único lunar que se puede marcar, a riesgo de ejercer una crítica anacrónica, es el rol de la mujer que se presenta en la película. La esposa de Bengoa, Amanda (Haydée Padilla, la mujer de Luppi en ese entonces), no es más que un obstáculo que parece molestar el desarrollo del plan del protagonista. Se altera con facilidad, grita, no parece comprender del todo los fines que mueven la acción. Parecería ser decoración con algunas líneas de diálogo. Lo mismo vale para la hija de Bengoa, Lea (Ingrid Pelicori), quien es reprendida por su padre por convivir con su novio. Bengoa no se queda tranquilo con la situación hasta que Jorge (Jorge Chernov) le explica que a su hija él la quiere y la respeta. En ningún momento parece relevante lo que piensan o sienten estas mujeres.
Tiempo de revancha fue un éxito de público en Argentina y en 1982 fue premiada en los festivales de cine de La Habana, Cognac y Montreal. Algunas películas con temas o tono similar de la época son Últimos días de la víctima (1982, también de Aristarain) y Plata Dulce (1982, de Fernando Ayala).
Por Nicolás Bianchi
Hay dos películas dentro de Tiempo de revancha que funcionan como cuerpo y alma de una obra que resiste el paso del tiempo. El cuerpo es un thriller de suspenso policial, a pesar de que no hay un solo personaje que sea un policía, en el que Pedro Bengoa (Federico Luppi), un dinamitero que es contratado en una cantera de cobre, se enfrenta a la poderosa compañía Tulsaco y todas sus maniobras para incrementar sus ganancias a costa de la legislación laboral e incluso la vida de sus propios empleados.
Bengoa se suma al plan de Bruno Di Toro (Ulises Dumont) para fraguar una discapacidad en el habla luego de una fallida explosión para, de esa manera, obtener una indemnización que les evite a ambos tener que trabajar en el futuro. El plan, perfecto en su concepción pero defectuoso en su ejecución, dispara el enfrentamiento entre Bengoa y la empresa Tulsaco. Para ello el protagonista cuenta con la ayuda del abogado Larsen (Alberto de Grazia), quien se autodefine como un “mercenario” y provee las mejores líneas de diálogo del film.
El thriller, la película de suspenso, funciona a la perfección hasta el final. El alma de la narración también. Tiempo de revancha se estrenó en los últimos años de la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional y es una denuncia certera sobre la opresión generada sobre las capacidades de expresión, libertad e independencia de la sociedad. Nuevamente, con tal habilidad, que no es necesario mostrar un solo uniforme militar. El silencio, la muerte, los Ford Falcon, la tortura, el poder de los ricos y del dinero están presentes dentro del universo al que nos introduce Aristarain.
En una entrevista* publicada hace algunos años Aristarain contó que escribió la película “con odio por la dictadura, con la intención que les jodiera”. El gobierno de facto atravesaba por 1981 una etapa de relativa permisividad en el que buscaba mayor legitimidad e incluso consideraba la posibilidad de una apertura política, camino que quedó inexplorado luego de la Guerra de Malvinas iniciada al año siguiente. Tiempo de revancha hubiera sido imposible de producir entre 1976 y 1979. Su realización y producción en 1981 fue un acto de denuncia y valentía, pero sobre todo de inteligencia.
El mismo Aristarain contó que el productor Olivera demoró la presentación de la película ante el comité de censura para unos días antes del estreno. Como la publicidad ya estaba en las estáticas de las calles porteñas hubiera sido un escándalo para la dictadura suspender la proyección del film. Con la película ya rodando en las salas, se produjo una amenaza de bomba en el cine Ambassador y tanto el productor como el director del film recibieron amenazas telefónicas en sus casas, según contó Aristarain.
Un único lunar que se puede marcar, a riesgo de ejercer una crítica anacrónica, es el rol de la mujer que se presenta en la película. La esposa de Bengoa, Amanda (Haydée Padilla, la mujer de Luppi en ese entonces), no es más que un obstáculo que parece molestar el desarrollo del plan del protagonista. Se altera con facilidad, grita, no parece comprender del todo los fines que mueven la acción. Parecería ser decoración con algunas líneas de diálogo. Lo mismo vale para la hija de Bengoa, Lea (Ingrid Pelicori), quien es reprendida por su padre por convivir con su novio. Bengoa no se queda tranquilo con la situación hasta que Jorge (Jorge Chernov) le explica que a su hija él la quiere y la respeta. En ningún momento parece relevante lo que piensan o sienten estas mujeres.
Tiempo de revancha fue un éxito de público en Argentina y en 1982 fue premiada en los festivales de cine de La Habana, Cognac y Montreal. Algunas películas con temas o tono similar de la época son Últimos días de la víctima (1982, también de Aristarain) y Plata Dulce (1982, de Fernando Ayala).