En esta comedia negra estrenada en Netflix, el genocida Augusto Pinochet es un vampiro que todavía vive aunque desea morir. Dirigida por Pablo Larraín. Se estrenó en Netflix.

Por Nicolás Bianchi

Antes de su estreno, El conde había recibido comentarios negativos por su propuesta. Una comedia fantástica con Pinochet como protagonista parecía, para quienes emitieron esas opiniones, una forma de banalizar el mal. Por el contrario, la película de Larraín no deja de lado la denuncia y la conciencia sobre quién es el personaje al que se ridiculiza. Además, aporta un punto de vista provocador.

En largas secuencias bellamente filmadas es posible ver al vampiro Pinochet con su uniforme militar, que incluye capa, sobrevolando la ciudad de Santiago en busca de sangre fresca. Esto sucede de noche mientras nadie lo ve, como si fuera un fantasma. Quizás lo que el director quiere decir, o al menos lo que permiten interpretar sus imágenes, es que el dictador todavía vive, de alguna manera, en la sociedad chilena. Al fin y al cabo, después de años de movilizaciones la Constitución del régimen militar que derrocó a Salvador Allende no ha sido modificada.

La película se presenta en un blanco y negro muy bien logrado que además plantea una cierta continuidad entre el pasado y el presente. Es que, en verdad, el personaje del vampiro Pinochet (Daniel Contesse en su versión más joven y Marcelo Alonso después) es una criatura de 250 años que ha nacido en la Francia inmediatamente anterior a la Revolución Francesa. En ese contexto, desarrolla admiración por la monarquía y busca volver a instaurarla en otra parte del mundo.

Ahora bien, en el presente Pinochet es un monstruo anciano que desea morir. Por eso reúne a sus hijos, a su mujer Lucía (Gloria Münchmeyer) y a su mayordomo Fyodor (Alfredo Castro) en una casa de campo derruida y venida a menos que funciona como su última guarida. Lo que quiere arreglar el protagonista es la sucesión de sus bienes. Se trata de una fortuna robada durante el ejercicio del poder.

El film vuelve con humor, seriedad, sarcasmo y acidez sobre este punto una y otra vez. Pinochet y sus familiares son, además de todas las calamidades cometidas, un grupo de ladrones desesperados por el botín que han robado. Para ordenar este proceso, una de las hijas del dictador convoca a Carmen (Paula Luchsinger), quien se presenta como contadora pero en verdad es una monja enviada por la iglesia católica para matar al vampiro (y también para tratar de hacerse de su fortuna para la casa de Dios).

Además, la película cuenta con una narradora en off (Stella Gonet) que a través de un inglés flemático y de pronunciación académica va relatando algunos pormenores de la vida del monstruo. Sobre todo, se centra en sus pensamientos y sentimientos, por motivos que sobre el final quedarán claros.

El conde es una propuesta arriesgada y distinta que construye un punto de vista férreo sobre el lugar de Pinochet en la historia a través del humor. En este sentido, la estaca de madera que el film usa para matar al vampiro son los comentarios filosos, los chistes y la ridiculización de una familia ávida de dinero y con las manos manchadas de sangre. Aquellos que prejuzgaron a esta película tienen suficientes elementos como para cambiar de opinión.

Esta en Netflix. Contacto: [email protected]