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Voto de Normelvis Bates:
9

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9
7,9
117.859
Animación. Fantástico. Aventuras. Comedia. Infantil
Cuando su dueño Andy se prepara para ir a la universidad, el vaquero Woody, el astronauta Buzz y el resto de sus amigos juguetes comienzan a preocuparse por su incierto futuro. Efectivamente todos acaban en una guardería, donde por ejemplo la muñeca Barbie conocerá al guapo Ken. Esta reunión de nuestros amigos con otros nuevos juguetes no será sino el principio de una serie de trepidantes y divertidas aventuras. (FILMAFFINITY)
23 de agosto de 2010
23 de agosto de 2010
46 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sois unos malditos bastardos. Ahí me habéis tenido, atornillado a mi asiento durante casi dos horas, atónito, con la boca abierta, babeando, al borde del colapso nervioso, del derrame cerebral, del ataque al corazón. Mi corazón, mi pobre corazón, con cuarenta julios y casi todo un agosto a cuestas, pero por qué hablo, si se nota a la legua que eso a vosotros os importa un bledo: nunca habéis tenido corazón, no tenéis sentimientos, sois unos monstruos sin entrañas. He dejado que mi hijo bebiera cerveza y se hiciera pis encima, mi hija ha derramado sus palomitas y he dejado que llorara y berreara hasta quedarse dormida, soy uno de los vuestros, insensible al dolor y el sufrimiento ajenos, malvado con los niños y cruel con sus mayores, habéis hecho de mí un monstruo. Estaréis contentos.
A quién se le ocurre, a ver, meter por sorpresa a familias enteras en una vagoneta sin frenos y empujarla pendiente abajo de un puntapié y con una risotada salvaje, hacerles sentir que han perdido por completo el control sobre sus vidas, que detrás de cada curva hay una guadaña dispuesta a rebanar sus cuellos. De qué mente enferma pudo haber salido la idea de convertir una guardería de ensueño en un tétrico campo de concentración, a un encantador osito rosa que huele a fresitas en el Emperador del Lado Oscuro, a un adorable bebé de juguete en un perturbador Darth Vader bizco que pasa las noches en vela y purgando su melancolía a la luz de la luna llena. Qué retorcido hay que ser para imaginar ese argumento sórdido y malsano que combina luz y tinieblas y poblado por juguetes tristes y heridos o acechantes y siniestros, por payasos de trapo mohosos de lluvia y odiosos monos vigía, ese clímax angustioso y aterrador entre inmundicia y llamaradas que eleva el umbral del dolor hasta el infinito y más allá. Qué monstruo hay que ser, dios mío, para incubar la criminal idea de regalarles a Ken y a Barbie un cerebro y un corazón..
Malditos seáis mil veces. Antes me habíais entretenido, me habíais hecho reír, me habíais emocionado aquí y allá. Pero esta vez habéis ido demasiado lejos, os habéis abierto paso a navajazos hasta el alma misma del mundo de los juguetes, y esto no os lo puedo perdonar. No os perdono esas escenas finales que me han llenado de remordimiento y me han hecho correr al desván en busca del viejo Geyperman manco que nunca me atreví a tirar. No os perdono el nudo en la garganta y no os perdono las lágrimas y no os perdono que deba estar agradecido a las malditas gafas 3D que las ocultaron. Es cierto que se abrieron las luces y que vi esas mismas lágrimas espejeando en los ojos de todos los padres de la sala, pero eso sólo demuestra lo abyectos que podéis llegar a ser, cuánto os gusta torturar la memoria de quienes dimos un día a nuestros juguetes el pago del olvido.
Malditos, malditos seáis mil veces, cabrones de Pixar. Que sea la última vez que oigo hablar de vosotros. Mi pobre corazón no lo resistiría, acabaría hecho pedazos y en la basura.
A quién se le ocurre, a ver, meter por sorpresa a familias enteras en una vagoneta sin frenos y empujarla pendiente abajo de un puntapié y con una risotada salvaje, hacerles sentir que han perdido por completo el control sobre sus vidas, que detrás de cada curva hay una guadaña dispuesta a rebanar sus cuellos. De qué mente enferma pudo haber salido la idea de convertir una guardería de ensueño en un tétrico campo de concentración, a un encantador osito rosa que huele a fresitas en el Emperador del Lado Oscuro, a un adorable bebé de juguete en un perturbador Darth Vader bizco que pasa las noches en vela y purgando su melancolía a la luz de la luna llena. Qué retorcido hay que ser para imaginar ese argumento sórdido y malsano que combina luz y tinieblas y poblado por juguetes tristes y heridos o acechantes y siniestros, por payasos de trapo mohosos de lluvia y odiosos monos vigía, ese clímax angustioso y aterrador entre inmundicia y llamaradas que eleva el umbral del dolor hasta el infinito y más allá. Qué monstruo hay que ser, dios mío, para incubar la criminal idea de regalarles a Ken y a Barbie un cerebro y un corazón..
Malditos seáis mil veces. Antes me habíais entretenido, me habíais hecho reír, me habíais emocionado aquí y allá. Pero esta vez habéis ido demasiado lejos, os habéis abierto paso a navajazos hasta el alma misma del mundo de los juguetes, y esto no os lo puedo perdonar. No os perdono esas escenas finales que me han llenado de remordimiento y me han hecho correr al desván en busca del viejo Geyperman manco que nunca me atreví a tirar. No os perdono el nudo en la garganta y no os perdono las lágrimas y no os perdono que deba estar agradecido a las malditas gafas 3D que las ocultaron. Es cierto que se abrieron las luces y que vi esas mismas lágrimas espejeando en los ojos de todos los padres de la sala, pero eso sólo demuestra lo abyectos que podéis llegar a ser, cuánto os gusta torturar la memoria de quienes dimos un día a nuestros juguetes el pago del olvido.
Malditos, malditos seáis mil veces, cabrones de Pixar. Que sea la última vez que oigo hablar de vosotros. Mi pobre corazón no lo resistiría, acabaría hecho pedazos y en la basura.