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Voto de Jorge Pardo:
7

Voto de Jorge Pardo:
7
6,9
30.987
Comedia. Drama
Royal Tenenbaum (Gene Hackman) y su mujer Etheline (Anjelica Huston), después de tener tres hijos, Chas (Ben Stiller), Richie (Luke Wilson) y Margot (Gwyneth Paltrow), se han separado. Chas, que trabaja en el sector inmobiliario, parecía tener un don innato para las finanzas internacionales. Margot fue dramaturga y obtuvo una beca Braverman de 50.000 dólares cuando aún estaba en el instituto. Richie fue campeón junior de tenis y ganó ... [+]
12 de septiembre de 2017
12 de septiembre de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Wes Anderson estrenaba, hace casi 20 años, la aclamada 'Rushmore', dudo mucho que, ni de lejos, supiese la trascendencia que su irreverente dramedia iba a tener en el futuro. Lo había intentado un par de años antes con la fallida e irregular 'Bottle Rocket', una suerte de chiste largo, medio homenaje a otras cintas independientes de autores ya asentados algo lejos del mainstream —se me ocurren Tarantino o Jarmusch—, pero su estilo, obsesivo y perfeccionista, todavía estaba en construcción.
Es aquí, en 'The Royal Tenenbaums', donde el bueno de Wes se suelta y firma la que es, quizás, la comedia más triste de las últimas décadas. Porque el cine de Anderson, que en ocasiones puede parecer algo "artificial" y matemático, también es visceral. De contrastes. Sus personajes lucen medias sonrisas, de ojos apagados, como en una mueca desesperanzadora. Tropiezan, se redimen y vuelven a tropezar. Es por eso que, en una escena que podríamos imaginar feliz, un reencuentro, suenan las voces apagadas de Elliott Smith o Nico. Como en grito de auxilio ahogado, recordándonos que la vida no es más que eso, una tragicomedia.
Por todo eso, es posible que la película que nos ocupa, difícil de encasillar, una rara avis en su género, sea una de las cintas más importantes del principio de milenio. Los protagonistas, una familia desestructurada que vuelve a reunirse años más tarde debido, eso sí, a un trágico e inminente acontecimiento, ha trascendido más allá del celuloide y se ha convertido ya en pilar básico de la cultura pop. Como, por otra parte, casi todo lo que ha seguido firmando su director.
El ritmo, por ponerle una pega —y es algo que, creo, le pasa a la mayoría, de películas de Anderson—, decae a medida que avanza el filme, pero es difícil escapar a la telaraña de personajes que teje el autor, donde la más leve variación en el estado de ánimo de cualquiera repercute en el resto. El tono nostálgico y oscuro deja, no obstante, un rescoldo para la esperanza y, al final, en una suerte de guiño a la vida, el autor se ríe de la muerte en forma de epitafio. No olvidemos, al fin y al cabo, que Royal O'Reilly Tennenbaum "murió, trágicamente, rescatando a su familia del naufragio de un buque de guerra".
Es aquí, en 'The Royal Tenenbaums', donde el bueno de Wes se suelta y firma la que es, quizás, la comedia más triste de las últimas décadas. Porque el cine de Anderson, que en ocasiones puede parecer algo "artificial" y matemático, también es visceral. De contrastes. Sus personajes lucen medias sonrisas, de ojos apagados, como en una mueca desesperanzadora. Tropiezan, se redimen y vuelven a tropezar. Es por eso que, en una escena que podríamos imaginar feliz, un reencuentro, suenan las voces apagadas de Elliott Smith o Nico. Como en grito de auxilio ahogado, recordándonos que la vida no es más que eso, una tragicomedia.
Por todo eso, es posible que la película que nos ocupa, difícil de encasillar, una rara avis en su género, sea una de las cintas más importantes del principio de milenio. Los protagonistas, una familia desestructurada que vuelve a reunirse años más tarde debido, eso sí, a un trágico e inminente acontecimiento, ha trascendido más allá del celuloide y se ha convertido ya en pilar básico de la cultura pop. Como, por otra parte, casi todo lo que ha seguido firmando su director.
El ritmo, por ponerle una pega —y es algo que, creo, le pasa a la mayoría, de películas de Anderson—, decae a medida que avanza el filme, pero es difícil escapar a la telaraña de personajes que teje el autor, donde la más leve variación en el estado de ánimo de cualquiera repercute en el resto. El tono nostálgico y oscuro deja, no obstante, un rescoldo para la esperanza y, al final, en una suerte de guiño a la vida, el autor se ríe de la muerte en forma de epitafio. No olvidemos, al fin y al cabo, que Royal O'Reilly Tennenbaum "murió, trágicamente, rescatando a su familia del naufragio de un buque de guerra".