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Voto de Beckettnoloharía:
8

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8
6,6
7.500
Drama
Marina (Daniela Vega) una joven camarera aspirante a cantante y Orlando (Francisco Reyes), veinte años mayor, planean un futuro juntos. Tras una noche de fiesta, Marina lo lleva a urgencias, pero él muere al llegar al hospital. Ella debe entonces enfrentar las sospechas por su muerte. Su condición de mujer transexual supone para la familia de Orlando una completa aberración. Ella tendrá que luchar para convertirse en lo que es: una ... [+]
27 de febrero de 2017
27 de febrero de 2017
28 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para John Berger, el retrato clásico de la mujer en el arte antiguo la presentaba como una visión creada a partir de la imagen de los espejos. «Las mujeres se miran a sí mismas siendo miradas» porque la imagen femenina se crea, en gran medida, a partir de los reflejos que se obtienen del entorno, de lo que vemos en la mirada de los otros. Una mujer constata quién es no por sí misma, sino cuando consiga legitimar esa imagen entre lo que le rodea.
Según Sebastián Lelio, «el cine debería parecerse más a una pregunta que a una respuesta». Y sin duda en "Una mujer fantástica", al igual que pasaba en "Gloria", la gran pregunta de la cinta abre el paréntesis sobre la identidad femenina y cómo esta se construye. Marina, una cantante transexual feliz y enamorada, ve cómo una noche su novio muere de un aneurisma sin que nada lo haya avisado. A partir de ese abandono, el territorio sobre el que pisaba firme se desvanece: aparece la familia de Orlando para denigarla y negarle cualquier gesto de despedida, la echan de su casa e, incluso, la policía sospecha que ha cometido un crimen.
Marina es «una quimera» y se mira en los espejos, porque la seguridad que había alcanzado de ser quién era se resquebraja ante cada persona nueva que aparece. Transforman su cara en la de un monstruo, la insultan y, en la desesperación, solo le queda perder su imagen y tomar la que le imponen para lograr encontrar un poco de esperanza, como si los secretos se guardaran en las taquillas y no en el silencio. Todo su viaje de despedida, en el que no tiene espacio para ceremonias, se convierte en un triunfo de la fantasía, porque el pensamiento mágico que tan bien contaba Joan Didion tiene que encontrar siempre su espacio, incluso gracias a las luces estroboscópicas y la música de Matthew Herbert que llena la cabeza de la protagonista. Un ejercicio de empatía que interpela al espectador qué papel asumiría en una situación así, con un Santiago de fondo lleno de solares y vacíos que recorre Mariana encerrada en su coche, una burbuja que se desinfla hasta la desesperación pero que, solo cuando descubre que el amor no es fin sino vehículo, puede transformarse en canción liberadora.
Según Sebastián Lelio, «el cine debería parecerse más a una pregunta que a una respuesta». Y sin duda en "Una mujer fantástica", al igual que pasaba en "Gloria", la gran pregunta de la cinta abre el paréntesis sobre la identidad femenina y cómo esta se construye. Marina, una cantante transexual feliz y enamorada, ve cómo una noche su novio muere de un aneurisma sin que nada lo haya avisado. A partir de ese abandono, el territorio sobre el que pisaba firme se desvanece: aparece la familia de Orlando para denigarla y negarle cualquier gesto de despedida, la echan de su casa e, incluso, la policía sospecha que ha cometido un crimen.
Marina es «una quimera» y se mira en los espejos, porque la seguridad que había alcanzado de ser quién era se resquebraja ante cada persona nueva que aparece. Transforman su cara en la de un monstruo, la insultan y, en la desesperación, solo le queda perder su imagen y tomar la que le imponen para lograr encontrar un poco de esperanza, como si los secretos se guardaran en las taquillas y no en el silencio. Todo su viaje de despedida, en el que no tiene espacio para ceremonias, se convierte en un triunfo de la fantasía, porque el pensamiento mágico que tan bien contaba Joan Didion tiene que encontrar siempre su espacio, incluso gracias a las luces estroboscópicas y la música de Matthew Herbert que llena la cabeza de la protagonista. Un ejercicio de empatía que interpela al espectador qué papel asumiría en una situación así, con un Santiago de fondo lleno de solares y vacíos que recorre Mariana encerrada en su coche, una burbuja que se desinfla hasta la desesperación pero que, solo cuando descubre que el amor no es fin sino vehículo, puede transformarse en canción liberadora.