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Voto de Rómulo:
8

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8
6,6
64.135
Drama. Terror
En un mundo moralmente plano en el que la ropa tiene más sentido que la piel, Patrick Bateman es un espécimen soberbiamente elaborado que cumple todos los requisitos de Master del Universo, desde el diseño de su vestuario hasta el de sus productos químicos. Es prácticamente perfecto, como casi todos en su mundo e intenta desesperadamente encajar en él. Cuando más intenta ser como cualquier otro hombre adinerado de Wall Street, más ... [+]
24 de octubre de 2020
24 de octubre de 2020
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
American Psycho
En 1991, el escritor estadounidense Breat Easton Ellis publicó “American Psycho”, una novela que supuso la cúspide de su carrera literaria. Y si con anterioridad Ellis ya era conocido por el truculento y retorcido planteamiento de sus historias en las que los personajes causaban en el imaginario del lector más animadversión y repulsión que cualquier otra consideración emocional, con “American Psycho” logró sacudir a su público de tal manera que produjo rechazo y admiración repartidos a partes iguales. Casi una década después, en el año 2000, la directora canadiense de cine -y también escritora- Mary Harron llevó a la gran pantalla, con el mismo título, la adaptación de la novela, que si bien no tuvo demasiado éxito en el momento de su estreno, fue tomando relevancia hasta convertirse con el tiempo en una película de culto e hizo que, paradójicamente, la novela de Ellis viera multiplicadas sus ventas.
La trama argumental nos sitúa a finales de los 80 en la ciudad de Nueva York. Patrick Bateman es un atractivo ejecutivo en la cima del éxito. Manhattan es su reino. La vanidad, la extravagancia y el lujo convierten a este joven príncipe en la imagen del triunfador cuyos dinero y posición pueden satisfacer cualquiera de sus caprichos. Y así, entre lujosos restaurantes, exclusivas discotecas, carísimos trajes de diseño, un desmedido culto al cuidado de su cuerpo e instalado en un espectacular apartamento prohibitivo para la gran mayoría de los mortales, discurre la vida inútil de Patrick. También el sexo, el alcohol y las drogas cobran protagonismo en la cotidiana existencia de este paladín de la frivolidad.
Pero en algún momento, la mente de Patrick pierde contacto con la realidad para precipitarse por el aterrador abismo de la locura. Y es entonces cuando despierta el psicópata que dormía en su interior. A partir de ahí las escenas más escabrosas tiñen de rojo la pantalla. La sangre salpica al espectador enfrentándole a una espantosa orgía de amputaciones, descabezamientos y demás horrores en los que mantener los ojos abiertos no resulta fácil. Tan es así que -permítanme mis improbables lectores este ocioso apunte anecdótico- Mary Harron había elegido para el papel de Patrick Bateman a Leonardo DiCaprio y éste, ante el temor de ver afectada su imagen pública, lo rechazó drásticamente. Ocupó su lugar el galés Christian Bale -actor dotado de gran versatilidad- para ofrecernos una de las mejores interpretaciones de su carrera.
Respetando el espíritu de la novela, según reconoce su propio autor, Harron nos plantea un dilema que navega entre la bruma de la psique humana ¿Fue realmente Patrick el respondable de esos horribles crímenes? ¿O todos ellos fueron producto de la mórbida y alterada imaginación de su mente perturbada? No será este cronista quien se enrede en esta farragosa disyuntiva. Que cada cual extraiga sus propias conclusiones.
Y termino con un reflexión muy personal. A mí, que conocí Nueva York cuando las Torres Gemelas -antes de ser salvajemente derribadas- emergían majestuosas proyectando sus sombras aflautadas sobre el inabarcable océano de hormigón de la Gran Manzana, me asalta la nostálgica sensación de una profunda tristeza cada vez que aparecen espectralmente perfiladas en el transcurso de esta polémica y desconcertante película.
Emilio Castelló Barreneche
En 1991, el escritor estadounidense Breat Easton Ellis publicó “American Psycho”, una novela que supuso la cúspide de su carrera literaria. Y si con anterioridad Ellis ya era conocido por el truculento y retorcido planteamiento de sus historias en las que los personajes causaban en el imaginario del lector más animadversión y repulsión que cualquier otra consideración emocional, con “American Psycho” logró sacudir a su público de tal manera que produjo rechazo y admiración repartidos a partes iguales. Casi una década después, en el año 2000, la directora canadiense de cine -y también escritora- Mary Harron llevó a la gran pantalla, con el mismo título, la adaptación de la novela, que si bien no tuvo demasiado éxito en el momento de su estreno, fue tomando relevancia hasta convertirse con el tiempo en una película de culto e hizo que, paradójicamente, la novela de Ellis viera multiplicadas sus ventas.
La trama argumental nos sitúa a finales de los 80 en la ciudad de Nueva York. Patrick Bateman es un atractivo ejecutivo en la cima del éxito. Manhattan es su reino. La vanidad, la extravagancia y el lujo convierten a este joven príncipe en la imagen del triunfador cuyos dinero y posición pueden satisfacer cualquiera de sus caprichos. Y así, entre lujosos restaurantes, exclusivas discotecas, carísimos trajes de diseño, un desmedido culto al cuidado de su cuerpo e instalado en un espectacular apartamento prohibitivo para la gran mayoría de los mortales, discurre la vida inútil de Patrick. También el sexo, el alcohol y las drogas cobran protagonismo en la cotidiana existencia de este paladín de la frivolidad.
Pero en algún momento, la mente de Patrick pierde contacto con la realidad para precipitarse por el aterrador abismo de la locura. Y es entonces cuando despierta el psicópata que dormía en su interior. A partir de ahí las escenas más escabrosas tiñen de rojo la pantalla. La sangre salpica al espectador enfrentándole a una espantosa orgía de amputaciones, descabezamientos y demás horrores en los que mantener los ojos abiertos no resulta fácil. Tan es así que -permítanme mis improbables lectores este ocioso apunte anecdótico- Mary Harron había elegido para el papel de Patrick Bateman a Leonardo DiCaprio y éste, ante el temor de ver afectada su imagen pública, lo rechazó drásticamente. Ocupó su lugar el galés Christian Bale -actor dotado de gran versatilidad- para ofrecernos una de las mejores interpretaciones de su carrera.
Respetando el espíritu de la novela, según reconoce su propio autor, Harron nos plantea un dilema que navega entre la bruma de la psique humana ¿Fue realmente Patrick el respondable de esos horribles crímenes? ¿O todos ellos fueron producto de la mórbida y alterada imaginación de su mente perturbada? No será este cronista quien se enrede en esta farragosa disyuntiva. Que cada cual extraiga sus propias conclusiones.
Y termino con un reflexión muy personal. A mí, que conocí Nueva York cuando las Torres Gemelas -antes de ser salvajemente derribadas- emergían majestuosas proyectando sus sombras aflautadas sobre el inabarcable océano de hormigón de la Gran Manzana, me asalta la nostálgica sensación de una profunda tristeza cada vez que aparecen espectralmente perfiladas en el transcurso de esta polémica y desconcertante película.
Emilio Castelló Barreneche