¿Os imagináis qué estampa la de dos chicos drogadictos en una casa de campo de las de Heidi? El director recurre al insólito contraste de la amargura, la desesperanza de dos ovejas descarriadas y las imágenes insólitas de un pueblo de vete a saber dónde, eso sí, de una gran belleza agreste. Toda esta espesa atmósfera se ve agudizada por la constante lluvia, el cielo gris, hostilidades diversas, etc. que remarcan el carácter decadente de estos personajes y sus vidas.

Yo pienso que en películas como esta es donde se pone de manifiesto la calidad y maestría de un director: sin recurrir al más mínimo artificio técnico, se limita a jugar con las emociones y sensaciones, mezcla vida interior con ambiente exterior, consiguiendo así una amalgama compacta que perdura en nuestra conciencia.

Gran película la de Bruce Robinson. Así que ya sabéis, a verla.

Saludos.