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Voto de TOM REGAN:
8

Voto de TOM REGAN:
8
7,8
2.052
Drama. Fantástico
Macario, un aldeano sumamente pobre que tiene esposa y varios hijos, se dedica a vender leña en el pueblo. Harto de una vida de privaciones y apuros, manifiesta que su mayor anhelo es poder comerse él solo un pavo, sin tener que compartirlo con nadie. Su esposa, confidente de tan profundo deseo, un día roba uno de la granja de una familia rica. Cuando Macario se dispone a comérselo, Dios, el Diablo y la Muerte se le aparecen para ... [+]
6 de mayo de 2023
6 de mayo de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
111/24(24/04/23) Notable film mexicano que era una de mis lagunas cinéfilas. Dirigida por Roberto Gavaldón, adaptando la novela corta (apenas 40 páginas) homónima (inspirada en el cuento de Los Hermanos Grimm, "Der Tod Gevatter" [“La Muerte Madrina”]) del alemán (esto es lo más apuntado, aunque su origen ha sido siempre un misterio) Bruno Traven (1882-1969, el que escribió en 1927 la formidable “El Tesoro de Sierra Madre” que John Huston convertiría en Obra Maestra en 1948 y de la que esta historia tiene mucho) publicada en 1950. Gavaldón comenzó con esta película una serie de adaptaciones cinematográficas del escritor Traven, con dos melodramas psicológicos, “Días de Otoño” (1963) y “El Gallo de Oro” (1964), y la que para muchos es su otro gran hito, la polémica “Rosa Blanca”, donde se hacía una dura crítica al Imperialismo estadounidense en México a través de corporaciones petrolíferas, y que fue censurada por 10 años en la nación centroamericana. Aquí el guion es de Emilio Carvallido y Gavaldón, fue el primer film azteca nominado al Oscar por Mejor Película en Lengua Extranjera.
Un humilde campesino y leñador Macario (Ignacio López Tarso) vive obsesionado con la pobreza que sufre y el miedo a la muerte. Añora poder disfrutar de un guajolote (pavo) que pueda comer solo. Amargamente, Macario llora en voz alta: "Toda mi vida he tenido hambre, nunca he tenido suficiente para comer! Ahora juro que no volveré a comer hasta que pueda tener un pavo para mí solo. Prefiero morir que estar siempre hambriento. Pero antes de morir, deseo tanto sentirme lleno, solo una vez…". Su esposa (Pina Pellicer), preocupada, le roba un guajolote, y Macario sale a la soledad del bosque para comérselo a escondidas de sus hijos. En el bosque, conoce consecutivamente a tres enigmáticas personalidades.
Se basa libremente en una antigua leyenda fronteriza, ambientada en el Virreinato de la Nueva España (hoy en día México). Cuento moral sugerente, fábula con elementos de fantasía, drama y comedia (sobre todo con ese funerario que se queda sin trabajo y que es ‘ayudado’ por el médico a reanudar su labor), en un equilibrio exquisito. Relato que toca temas universales como la pobreza congénita, los sueños que parecen inalcanzables (derivan en aquello de ‘Ten cuidado con lo que deseas, lo puedes conseguir’), los sacrificios familiares, la avaricia, los celos profesionales, el poder de la Iglesia en un estado confesional reflejado aquí en la Santa Inquisición, la (imposible) búsqueda de la Felicidad, o nuestra irrevocable Mortalidad. Alegóricamente todo se inicia en ‘El Día de los Muertos’, fecha muy señalada para los mexicanos, ello sirve para exponer la hipocresía de la gente de dejar comida para los muertos mientras los vivos pasan hambre (como buen expresan los hijos de Macario al ver las viandas sobre una lápida), pero también es la Muerte coprotagonista con sus juegos de manipulación, por esta unión costumbrista a la Parca que la película tiene un gran arraigo en el país de Frida Kahlo. Ello para ir hundiéndose con fluidez narrativas en el realismo mágico (con efluvios de pesadilla, bosque con seres sobrenaturales, cuevas iluminadas por velas, …), con multitud de referencias simbólicas.
Una narración que puede llegar a recordar a una mezcla entre la bergmaniana “El Séptimo Sello” (1957), el relato de Ambrose Bierce “An Occurrence at Owl Creek Bridge” (1890, llevado a la pantalla en un cortometraje por Roberto Enrico), incluso a la leyenda teutona de Fausto, coronado todo por un final abierto a interpretaciones y que deja calado, todo ello potenciado por la fascinante cinematografía en glorioso b/n de Gabriel Figueroa (trabajó con directores como Buñuel, Don Siegel, o John Ford), proyectando cuando debe un halo etéreo-lírico a los fotogramas con un alto contraste de grises, siendo poético-maravillosa la secuencia de la cueva iluminada por cientos de velas).
Tras la presentación de protagonista y de situación, entramos con el botín del guajalote en lo sobrenatural/fantástico, cuando se interna en el bosque para hacer realidad su sueño de zamparse él solo de una sentada el pavo. Pero será abordado por tres tipos diferentes que le pedirán le dé un poco de carne del animal. El primero es el Diablo en forma de rico terrateniente, primero le ofrece sus botas con espuelas de plata, pero Macario le dice que no tiene caballo, luego le ofrece las monedas de oro de sus pantalones, Macario lo rechaza diciendo que le cortarían las manos por ladrón; finalmente, le ofrece el bosque, pero Macario le dice que el bosque no le pertenece a él, sino a Dios y que, además, teniendo el bosque, no dejaría de ser pobre, porque tendría que seguir cortando leña. Tampoco lo comparte con el segundo personaje que aparece, Dios, en forma de anciano humilde; Macario sostiene que Él puede poseer lo que quiera, ya que todo lo posee y lo que quiere es un gesto, y, mientras Macario con vergüenza reconoce que no tiene ganas de compartir su guajolote ni siquiera con Dios, desaparece, antes de que Macario se arrepienta de su decisión. Finalmente, se presenta la Muerte (Enrique Lucero), en forma de campesino indígena, a imitación de Macario, que le dice que hace miles de años que él no comió, y Macario accede a invitarle (no con miedo, sino por entendimiento), Macario se da cuenta de que, ante su ineludible designio, nadie escapa, y también confiesa que lo invitó porque, mientras comía, retrasaría la muerte del propio Macario. Como muestra de agradecimiento, la Muerte le concede su amistad y le da a Macario agua milagrosa que hace brotar de la tierra, que curará cualquier enfermedad, con la condición de que Macario tenga que ver a la Muerte a los pies de los enfermos. Pero, si lo ve a la cabeza de la cama del paciente, nada ni nadie podrá salvarlo, porque ese ser ya era de la Muerte; Mostrando un glosario de tentaciones a las que es sometido este humilde leñador.
Un humilde campesino y leñador Macario (Ignacio López Tarso) vive obsesionado con la pobreza que sufre y el miedo a la muerte. Añora poder disfrutar de un guajolote (pavo) que pueda comer solo. Amargamente, Macario llora en voz alta: "Toda mi vida he tenido hambre, nunca he tenido suficiente para comer! Ahora juro que no volveré a comer hasta que pueda tener un pavo para mí solo. Prefiero morir que estar siempre hambriento. Pero antes de morir, deseo tanto sentirme lleno, solo una vez…". Su esposa (Pina Pellicer), preocupada, le roba un guajolote, y Macario sale a la soledad del bosque para comérselo a escondidas de sus hijos. En el bosque, conoce consecutivamente a tres enigmáticas personalidades.
Se basa libremente en una antigua leyenda fronteriza, ambientada en el Virreinato de la Nueva España (hoy en día México). Cuento moral sugerente, fábula con elementos de fantasía, drama y comedia (sobre todo con ese funerario que se queda sin trabajo y que es ‘ayudado’ por el médico a reanudar su labor), en un equilibrio exquisito. Relato que toca temas universales como la pobreza congénita, los sueños que parecen inalcanzables (derivan en aquello de ‘Ten cuidado con lo que deseas, lo puedes conseguir’), los sacrificios familiares, la avaricia, los celos profesionales, el poder de la Iglesia en un estado confesional reflejado aquí en la Santa Inquisición, la (imposible) búsqueda de la Felicidad, o nuestra irrevocable Mortalidad. Alegóricamente todo se inicia en ‘El Día de los Muertos’, fecha muy señalada para los mexicanos, ello sirve para exponer la hipocresía de la gente de dejar comida para los muertos mientras los vivos pasan hambre (como buen expresan los hijos de Macario al ver las viandas sobre una lápida), pero también es la Muerte coprotagonista con sus juegos de manipulación, por esta unión costumbrista a la Parca que la película tiene un gran arraigo en el país de Frida Kahlo. Ello para ir hundiéndose con fluidez narrativas en el realismo mágico (con efluvios de pesadilla, bosque con seres sobrenaturales, cuevas iluminadas por velas, …), con multitud de referencias simbólicas.
Una narración que puede llegar a recordar a una mezcla entre la bergmaniana “El Séptimo Sello” (1957), el relato de Ambrose Bierce “An Occurrence at Owl Creek Bridge” (1890, llevado a la pantalla en un cortometraje por Roberto Enrico), incluso a la leyenda teutona de Fausto, coronado todo por un final abierto a interpretaciones y que deja calado, todo ello potenciado por la fascinante cinematografía en glorioso b/n de Gabriel Figueroa (trabajó con directores como Buñuel, Don Siegel, o John Ford), proyectando cuando debe un halo etéreo-lírico a los fotogramas con un alto contraste de grises, siendo poético-maravillosa la secuencia de la cueva iluminada por cientos de velas).
Tras la presentación de protagonista y de situación, entramos con el botín del guajalote en lo sobrenatural/fantástico, cuando se interna en el bosque para hacer realidad su sueño de zamparse él solo de una sentada el pavo. Pero será abordado por tres tipos diferentes que le pedirán le dé un poco de carne del animal. El primero es el Diablo en forma de rico terrateniente, primero le ofrece sus botas con espuelas de plata, pero Macario le dice que no tiene caballo, luego le ofrece las monedas de oro de sus pantalones, Macario lo rechaza diciendo que le cortarían las manos por ladrón; finalmente, le ofrece el bosque, pero Macario le dice que el bosque no le pertenece a él, sino a Dios y que, además, teniendo el bosque, no dejaría de ser pobre, porque tendría que seguir cortando leña. Tampoco lo comparte con el segundo personaje que aparece, Dios, en forma de anciano humilde; Macario sostiene que Él puede poseer lo que quiera, ya que todo lo posee y lo que quiere es un gesto, y, mientras Macario con vergüenza reconoce que no tiene ganas de compartir su guajolote ni siquiera con Dios, desaparece, antes de que Macario se arrepienta de su decisión. Finalmente, se presenta la Muerte (Enrique Lucero), en forma de campesino indígena, a imitación de Macario, que le dice que hace miles de años que él no comió, y Macario accede a invitarle (no con miedo, sino por entendimiento), Macario se da cuenta de que, ante su ineludible designio, nadie escapa, y también confiesa que lo invitó porque, mientras comía, retrasaría la muerte del propio Macario. Como muestra de agradecimiento, la Muerte le concede su amistad y le da a Macario agua milagrosa que hace brotar de la tierra, que curará cualquier enfermedad, con la condición de que Macario tenga que ver a la Muerte a los pies de los enfermos. Pero, si lo ve a la cabeza de la cama del paciente, nada ni nadie podrá salvarlo, porque ese ser ya era de la Muerte; Mostrando un glosario de tentaciones a las que es sometido este humilde leñador.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A partir de aquí asistimos al ascenso de Macario como curandero asociado a un hostelero, Don Ramiro (…), mostrado a través de un hábil montaje en que vemos a diferentes personas a las que va curando, y a otras a las que no podrá (cuando la Muerte se pone en cabecera de cama), entonces Macario topará con el capitalismo salvaje, ese que mana de la envidia, el darwinista que deriva del pisar al de al lado para ascender, o para no bajar. Su bondad será contrarrestada por el cainismo humano, la esposa de Macario se encuentra fuera de lugar ascendiendo rápido en la escala social, encuentra ese no es su mundo, en una visión conservadora de la sociedad, donde cada uno tiene su lugar y no aspirar a más (¿?). Hasta desembocar todo en un rush final de dura crítica a la feroz envidia y a la Iglesia. Para acabar con un final ambiguo, donde cada uno podrá sacar sus propias conclusiones, yo tengo la mía de lo ocurrido (spoiler).
Ignacio López Tarso, uno de los más aclamados actores mexicanos, derrocha expresividad y realismo ante su desgraciado rol, demostrando un arco de desarrollo muy marcado, sobre todo mediante sus ententes con la Muerte; Pina Pellicer es un encanto de dulzura como la abnegada, al año siguiente compartiría pantalla con el totémico Marlon Brando en “El rostro impenetrable”; Brillante está Enrique Lucero con un demacrado rostro pétreo de la Muerte, aterrador en su gesto rígido y seco.
Spoiler:
Tras ser Macario denunciado por brujería ante la Santa Inquisición por el envidioso médico (José Dupeyrón), por haberse quedado sin trabajo. Es condenado a muerte. Pero la esposa (Consuelo Frank) del virrey (Eduardo Fajardo) suplica a Macario, que vea a su hijo enfermo, si lo sana será perdonado y liberado. Cuando lo llevan con el niño, el pide estar a solas con ella y se entera que la Muerte ha decidido llevárselo; por mucho que Macario suplica que no lo haga, la Muerte le dice que no hay alternativa. Temiendo, Macario huye, sabiendo será ejecutado por no salvar al niño. Mientras todos lo persiguen, en el bosque se encuentra nuevamente con el Diablo y con Dios. Ambos le recuerdan debería haber compartido el guajolote con ellos. El Diablo le recrimina que, si lo hubiera elegido, no le hubiera pasado nada, y lo invita a nuevamente a ir con él, pero Macario lo rechaza; Dios, en cambio, advierte a Macario que su propia muerte está cerca y que debe reflexionar sobre sus acciones. Cuando llega a la caverna de la Muerte (Las Grutas de Cacahuamilpa), encuentra una gran cantidad de velas (inspirado en “Las tres velas” de Fritz Lang?), cada una representa la vida de una persona y, si es pequeña, significa que está a punto de apagarse y que la persona morirá. La Muerte afirma que Macario negoció con algo muy sagrado, que es la vida. Macario encuentra que su propia vela está a punto de apagarse e intenta huir con ella, pero ya es demasiado tarde; la Muerte le advierte que hay reglas que ni él mismo puede ignorar y que en realidad él no tiene poder para retrasar el momento en el que cada uno va a perecer, y le hace ver que es mejor prepararse para aceptar su destino en lugar de escapar, porque es inútil: Nadie puede escapar de la Muerte. Finalmente, la escena vuelve al lugar en que Macario compartió el guajolote con la Muerte. No volvió a casa desde entonces, y su esposa y algunos aldeanos buscan a Macario en el bosque solo para encontrarlo pacíficamente muerto, junto a un pavo dividido en mitades, uno comido, el otro intacto; Ha vivido lo visto o todo ha sido un sueño previo a la Muerte? Me inclino por que toda su evolución tras encontrarse en la Muerte han sido delirios de un moribundo, cual el relato (mencionado) de Ambrose Bierce “An Occurrence at Owl Creek Bridge”, donde toda la odisea durante la huida era en realidad el instante en que era lanzado al vacío con la cuerda al cuello.
Me queda una notable película que engancha en sus redes mágicas. Gloria Ucrania!!!
Ignacio López Tarso, uno de los más aclamados actores mexicanos, derrocha expresividad y realismo ante su desgraciado rol, demostrando un arco de desarrollo muy marcado, sobre todo mediante sus ententes con la Muerte; Pina Pellicer es un encanto de dulzura como la abnegada, al año siguiente compartiría pantalla con el totémico Marlon Brando en “El rostro impenetrable”; Brillante está Enrique Lucero con un demacrado rostro pétreo de la Muerte, aterrador en su gesto rígido y seco.
Spoiler:
Tras ser Macario denunciado por brujería ante la Santa Inquisición por el envidioso médico (José Dupeyrón), por haberse quedado sin trabajo. Es condenado a muerte. Pero la esposa (Consuelo Frank) del virrey (Eduardo Fajardo) suplica a Macario, que vea a su hijo enfermo, si lo sana será perdonado y liberado. Cuando lo llevan con el niño, el pide estar a solas con ella y se entera que la Muerte ha decidido llevárselo; por mucho que Macario suplica que no lo haga, la Muerte le dice que no hay alternativa. Temiendo, Macario huye, sabiendo será ejecutado por no salvar al niño. Mientras todos lo persiguen, en el bosque se encuentra nuevamente con el Diablo y con Dios. Ambos le recuerdan debería haber compartido el guajolote con ellos. El Diablo le recrimina que, si lo hubiera elegido, no le hubiera pasado nada, y lo invita a nuevamente a ir con él, pero Macario lo rechaza; Dios, en cambio, advierte a Macario que su propia muerte está cerca y que debe reflexionar sobre sus acciones. Cuando llega a la caverna de la Muerte (Las Grutas de Cacahuamilpa), encuentra una gran cantidad de velas (inspirado en “Las tres velas” de Fritz Lang?), cada una representa la vida de una persona y, si es pequeña, significa que está a punto de apagarse y que la persona morirá. La Muerte afirma que Macario negoció con algo muy sagrado, que es la vida. Macario encuentra que su propia vela está a punto de apagarse e intenta huir con ella, pero ya es demasiado tarde; la Muerte le advierte que hay reglas que ni él mismo puede ignorar y que en realidad él no tiene poder para retrasar el momento en el que cada uno va a perecer, y le hace ver que es mejor prepararse para aceptar su destino en lugar de escapar, porque es inútil: Nadie puede escapar de la Muerte. Finalmente, la escena vuelve al lugar en que Macario compartió el guajolote con la Muerte. No volvió a casa desde entonces, y su esposa y algunos aldeanos buscan a Macario en el bosque solo para encontrarlo pacíficamente muerto, junto a un pavo dividido en mitades, uno comido, el otro intacto; Ha vivido lo visto o todo ha sido un sueño previo a la Muerte? Me inclino por que toda su evolución tras encontrarse en la Muerte han sido delirios de un moribundo, cual el relato (mencionado) de Ambrose Bierce “An Occurrence at Owl Creek Bridge”, donde toda la odisea durante la huida era en realidad el instante en que era lanzado al vacío con la cuerda al cuello.
Me queda una notable película que engancha en sus redes mágicas. Gloria Ucrania!!!