Buena muestra de cine de terror sin necesidad de tener que ceñirse a la firma “Balagueró & Plaza” con sus innombrables REC entre otras concesiones al género. Tenemos a otros que, como el caso de Nacho Cerdà, aunque apadrinado también por la Filmax de Julio Fernández, se enfrasca en un largometraje del género que más beneficios le ha reportado a la productora,… Pues sí, tal vez un poco tópico por qué negarlo. Pero la impresión de causa-efecto que produce Cerdà en su primer largometraje, es de puro miedo y eso gracias a una cuidada ambientación y fotografía con una maldición familiar como epicentro argumental que vuelve a su punto inicial, cuando dos de sus miembros, dos hermanos separados por un trágico destino, estaban ya de por sí predestinados a morir. Ella, Marie Jones, (Anastasia Hille) vive en Estados Unidos y él, Nicolai (Karel Roden), ruso y formado en el ejército se reencuentran para desvelar el misterio de una herencia olvidada por el tiempo y el mal recuerdo de una pesadilla familiar: el asesinato de su madre, por un despiadado padre (Valentin Ganev) en algún lugar donde Dios, si es que existe, perdió la sandalia.

En el más tenebroso de los aislamientos, una casa abandonada en un islote boscoso acechado por un lago sirve de escenario con premisa lovecraftiana y unos personajes que se enfrentar a lo peor de una vida de la queno esperaban y que, por caprichos del destino, su alejamiento mutuo les impide reencontrarse al cabo de unos años para enfrentarse a dicha maldición.

Una buena película que vibra por su adecuado tratamiento así como unos efectos especiales adecuados y una fotografía que embellece lo siniestro de la función. Recomendable.