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Comedia. Drama
Durante un desfile navideño organizado por los grandes almacenes Macy de Nueva York, el hombre que encarna a Santa Claus es sustituido porque se encuentra indispuesto. Un anciano llamado Kris Kringle es contratado para el trabajo, pero todo se complica cuando asegura que es el auténtico Santa Claus. (FILMAFFINITY)
6 de enero de 2011
6 de enero de 2011
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para el diccionario, Realista es la persona que trata de ajustarse a la realidad e Idealista es el que propende a representarse las cosas de una manera ideal. Pero una de las acepciones de ideal es: excelente, perfecto en su línea. En este orden de ideas, caben dos preguntas: ¿Y qué es la realidad? La RAE dice que, es lo que ocurre verdaderamente… pero, ¿sabe alguien, con exactitud, qué es lo que sucede realmente? Dos muchachos ven pasar un auto rojo descapotado. Eso es “real” porque ambos lo vieron, pero enseguida uno de ellos añade: ¡Qué piernotas las de la rubia que iba al volante!, ¿Cuál rubia? –Exclama su amigo- ¡Era un melenudo que llevaba pantaloneta!. Sucede a diario en las más variadas circunstancias… Y así, llegamos a la conclusión de que los seres humanos no poseemos realidades objetivas sino meras percepciones. Y, cabe decirlo, el idealista podría estar mucho más cerca de la realidad, porque quizás ve, y comprende, cosas más avanzadas a las que el “realista” no ha tenido acceso.
Así pues, soy de los que creo que, la Realidad, no es precisamente esto que vemos con nuestros limitados sentidos, y probablemente, es algo más diáfano y, yo diría, que es también más grandiosa y más admirable de lo que podemos suponer.
Por todo esto, soy de la corriente del abogado Frederick Gailey, quien anima a la pequeña Susan para que se acerque al Santa Claus que ahora está en la cadena Macy’s, y además, le abre las puertas de su apartamento al amable anciano para que viva con él. Y lamento que, Doris Walker, la madre de Susan –como tantas otras personas- piensen que la realidad es, exactamente, aquello tan escaso que consiguen ver.
“DE ILUSIÓN TAMBIÉN SE VIVE” es, para mi, un filme entrañable porque habla de creer para poder ver, expone con holgura la máxima “has con los demás como quieras que hagan contigo”, propugna por dar a la navidad su verdadero significado, aboga por el servicio antes que el beneficio, y hace de la causa espiritual la razón de ser de la humanidad entera.
George Seaton, ha logrado un filme que complace a toda la familia y a buena parte de la humanidad, y con una historia limpia, sin complejidades y sensiblemente actuada por todos sus intérpretes, nos lleva por un sendero que pone luz en los corazones, permitiéndonos sentir el lado dulce de la existencia. Se respira orgullo de ser humano y algo, muy hondo, nos convida a vivir como aquellos seres que propugnan cada día por la dignidad, la solidaridad y la justicia.
Especial aprecio por Edmund Gwenn, un efectivo Santa; por Gene Lockhart, excelente como el juez Harper; y por Maureen O’Hara, porque siempre entusiasma, en alto grado, mis sentidos.
Así pues, soy de los que creo que, la Realidad, no es precisamente esto que vemos con nuestros limitados sentidos, y probablemente, es algo más diáfano y, yo diría, que es también más grandiosa y más admirable de lo que podemos suponer.
Por todo esto, soy de la corriente del abogado Frederick Gailey, quien anima a la pequeña Susan para que se acerque al Santa Claus que ahora está en la cadena Macy’s, y además, le abre las puertas de su apartamento al amable anciano para que viva con él. Y lamento que, Doris Walker, la madre de Susan –como tantas otras personas- piensen que la realidad es, exactamente, aquello tan escaso que consiguen ver.
“DE ILUSIÓN TAMBIÉN SE VIVE” es, para mi, un filme entrañable porque habla de creer para poder ver, expone con holgura la máxima “has con los demás como quieras que hagan contigo”, propugna por dar a la navidad su verdadero significado, aboga por el servicio antes que el beneficio, y hace de la causa espiritual la razón de ser de la humanidad entera.
George Seaton, ha logrado un filme que complace a toda la familia y a buena parte de la humanidad, y con una historia limpia, sin complejidades y sensiblemente actuada por todos sus intérpretes, nos lleva por un sendero que pone luz en los corazones, permitiéndonos sentir el lado dulce de la existencia. Se respira orgullo de ser humano y algo, muy hondo, nos convida a vivir como aquellos seres que propugnan cada día por la dignidad, la solidaridad y la justicia.
Especial aprecio por Edmund Gwenn, un efectivo Santa; por Gene Lockhart, excelente como el juez Harper; y por Maureen O’Hara, porque siempre entusiasma, en alto grado, mis sentidos.