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Terror. Thriller. Intriga
El salón de moda, organizado por Cristina y su amante Max, es un lugar de lujuria, tráfico de cocaína y chantaje, donde una serie de jóvenes modelos son asesinadas de forma salvaje. Parece cada vez más claro que todas las víctimas tienen un pasado muy turbio y, poco a poco, sus secretos se verán desvelados a través de un diario dejado por una de las modelos asesinadas... (FILMAFFINITY)
10 de febrero de 2018
10 de febrero de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mario Bava (San Remo, 1914-Roma, 1980) es uno de los grandes maestros del cine de terror europeo del siglo XX. Hijo del reconocido director de fotografía de cine mudo Eugenio Bava y padre del también cineasta Lamberto Bava, estudió Bellas Artes y trabajó en sus inicios como operador fotográfico para figuras tan destacadas como Roberto Rossellini, Raoul Walsch y Jacques Tourneur.
Tras completar dos películas de Riccardo Freda, I Vampiri (1956) y Caltiki, il Mostro Inmortale (1959), Mario Bava dirigió su primer filme completo, La Máscara del Demonio (1960), piedra angular del gotico all’italiana y cinta que transformó a Barbara Steele en una actriz de culto. A partir de entonces, el genio de los colores vívidos cultivaría el “género” (terror, giallo, ciencia ficción, péplum, adaptaciones de cómic, misterio), pero siempre desde la óptica de un autor y la sensibilidad plástica de un artista.
Extremando las propiedades formales y de contenido de La Muchacha que Sabía Demasiado (1963) y debiendo esperar todavía su eclosión productora con el triunfo de El Pájaro de las Plumas de Cristal (Dario Argento, 1969), Mario Bava funda el giallo, subgénero del thriller y el terror italiano que encierra una personalísima cualidad estética y narrativa cuya definición arranca de las primeras colecciones policíacas de la editorial Mondadori, que tenían las portadas de emblemático color amarillo.
Seis Mujeres para el Asesino viene a resumir la nueva corriente del giallo, a la vez que certifica el talento visual de Bava y su hábil capacidad para extraer provecho del espacio y el decorado. La historia se desarrolla casi en un único escenario, una lujosa villa en las afueras de Roma que sirve de salón de alta costura, un sitio con una ambientación tan elegante como opresiva, con mobiliario barroco y tapicería lujuriosa. Marca de la casa, el filme se aprovecha de una iluminación expresionista, un cromatismo saturado hasta lo irreal y un gusto voyeurista en la ejecución de los crímenes, a la postre, el momento culminante. Por su parte, la banda sonora, dulcemente siniestra, se asimila al latin jazz, con toques de mambo y solos de trompeta.
Tratado de la crueldad. Sinfonía del horror ejercida sobre un microcosmos de personajes mezquinos o grotescos, enviciadas sus relaciones de erotismo turbio y tara psicológica. Jóvenes y hermosas modelos asesinadas brutalmente bajo un manto de secretos ocultos. El aroma a veneno, a perfidia. La espantosa cara oculta de la dolce vita. Y ese asesino todopoderoso y de apariciones contundentes, portador de una límpida máscara blanca y vestido con gabardina, guantes y sombrero negros para esconder su identidad. El asesinato como instante epifánico, en Bava elevado a la categoría de arte.
Manierista en cuanto creadora de un estilo propio, demente y macabra a la vez que sofisticada, Seis Mujeres para el Asesino es una obra maestra de violencia gráfica sin descendencia directa, hasta que llegó Dario Argento, cinco años después, para redefinir el subgénero. Ahora el giallo existe, de verdad. Sei Donne per l’Assassino, puro giallo de un cineasta-autor único e intransferible. Más que una película de suspense, un manifiesto estético y teórico ya con todas sus características vivas.
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Tras completar dos películas de Riccardo Freda, I Vampiri (1956) y Caltiki, il Mostro Inmortale (1959), Mario Bava dirigió su primer filme completo, La Máscara del Demonio (1960), piedra angular del gotico all’italiana y cinta que transformó a Barbara Steele en una actriz de culto. A partir de entonces, el genio de los colores vívidos cultivaría el “género” (terror, giallo, ciencia ficción, péplum, adaptaciones de cómic, misterio), pero siempre desde la óptica de un autor y la sensibilidad plástica de un artista.
Extremando las propiedades formales y de contenido de La Muchacha que Sabía Demasiado (1963) y debiendo esperar todavía su eclosión productora con el triunfo de El Pájaro de las Plumas de Cristal (Dario Argento, 1969), Mario Bava funda el giallo, subgénero del thriller y el terror italiano que encierra una personalísima cualidad estética y narrativa cuya definición arranca de las primeras colecciones policíacas de la editorial Mondadori, que tenían las portadas de emblemático color amarillo.
Seis Mujeres para el Asesino viene a resumir la nueva corriente del giallo, a la vez que certifica el talento visual de Bava y su hábil capacidad para extraer provecho del espacio y el decorado. La historia se desarrolla casi en un único escenario, una lujosa villa en las afueras de Roma que sirve de salón de alta costura, un sitio con una ambientación tan elegante como opresiva, con mobiliario barroco y tapicería lujuriosa. Marca de la casa, el filme se aprovecha de una iluminación expresionista, un cromatismo saturado hasta lo irreal y un gusto voyeurista en la ejecución de los crímenes, a la postre, el momento culminante. Por su parte, la banda sonora, dulcemente siniestra, se asimila al latin jazz, con toques de mambo y solos de trompeta.
Tratado de la crueldad. Sinfonía del horror ejercida sobre un microcosmos de personajes mezquinos o grotescos, enviciadas sus relaciones de erotismo turbio y tara psicológica. Jóvenes y hermosas modelos asesinadas brutalmente bajo un manto de secretos ocultos. El aroma a veneno, a perfidia. La espantosa cara oculta de la dolce vita. Y ese asesino todopoderoso y de apariciones contundentes, portador de una límpida máscara blanca y vestido con gabardina, guantes y sombrero negros para esconder su identidad. El asesinato como instante epifánico, en Bava elevado a la categoría de arte.
Manierista en cuanto creadora de un estilo propio, demente y macabra a la vez que sofisticada, Seis Mujeres para el Asesino es una obra maestra de violencia gráfica sin descendencia directa, hasta que llegó Dario Argento, cinco años después, para redefinir el subgénero. Ahora el giallo existe, de verdad. Sei Donne per l’Assassino, puro giallo de un cineasta-autor único e intransferible. Más que una película de suspense, un manifiesto estético y teórico ya con todas sus características vivas.
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