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Voto de Chris Jiménez:
7

Voto de Chris Jiménez:
7
6,0
6.351
Drama
Una pandilla de quinceañeros que viven en los suburbios de Barcelona se han especializado en el robo de coches. Con ellos se dedican a dar el "tirón", a asaltar tiendas para malvender las mercancías y a atacar a parejas en lugares apartados con el fin de desvalijarlas y abusar de las mujeres. Sorprendidos a veces en flagrante delito, son perseguidos por la policía; para zafarse invaden la calzada, circulan en dirección contraria y se ... [+]
22 de febrero de 2018
22 de febrero de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nace el 22 de Enero de 1.960, en los suburbios de Barcelona, con una vida supeditada a la pobreza y la marginación, así que, desde muy temprana edad, se lanza al mundo del crimen.
"Estirones", robos de coches, drogas, asesinatos y trapicheos varios aseguran a Ángel Fernández Franco (un apellido chocante, la verdad), alias "El Torete", una fama como delincuente difícil de arrebatar. "Perros Callejeros" no es otra cosa que una recreación (ya que se mete en la piel de un personaje próximo a Juan José Moreno Cuenca, "El Vaquilla") de su experiencia y una de las obras más representativas del llamado "cine quinqui", aquél que comenzó a ganar gran popularidad en la década de los '70 y los '80, época en la que una España post-franquista se hallaba dominada por las emigraciones y el descontrolado crecimiento de la delincuencia social...
Una España rebosante de corrupción, crimen, injusticia e inseguridad (bueno, ¿ha cambiado en algo la cosa?). Muchos son los films destacados dentro de este subgénero a medio camino entre la autobiografía, el "thriller" de acción, el cine negro y el drama social, tales como "El Pico" y "Navajeros", de Eloy de la Iglesia, "Fanny "Pelopaja" " y "El Lute", de Vicente Aranda, o "Deprisa, Deprisa", todos ellos nacidos de la costilla de ese clásico que es "Los Golfos", de Saura. Pero ninguno lo pudo expresar de mejor forma en pantalla como José Antonio de la Loma, un veterano curtido en géneros de lo más dispares que empezó a centrarse en películas que sirvieran para reflejar los muchos problemas causados en el momento por jóvenes pertenecientes al más bajo escalón social.
Se afirma que de la Loma fue el padre del "cine quinqui", y un buen ejemplo para corroborar esto son películas como "Yo, "el Vaquilla" ", "Perras Callejeras", "Nunca en Horas de Clase" o su trilogía sobre la vida de "El Torete", iniciada con la que nos ocupa (la 2.ª, la más oscura y violenta, es la mejor de la saga; la 3.ª, una ridícula parodia de sí misma). Algo habitual en esos films es que, para dar un toque de realismo a la cosa, los mismos delincuentes eran reclutados como actores, con lo que acababan interpretándose ni más ni menos que a sí mismos. Es el caso aquí presentado: con 17 años, Ángel Fernández Franco ronda por las calles aguardando el mejor momento para actuar.
Junto a otros compañeros de fatigas que no llegan ni a adolescentes, como "El Pijo" o "El Corneta", se dedica a tirar de los bolsos y las carteras de ciudadanos despistados y salir a toda velocidad en vehículos robados. La policía y la Guardia Civil, pese a sus duros métodos, no consiguen absolutamente nada con ellos, y la razón es que son menores de edad; un día son metidos en un reformatorio y al otro ya están fuera. Sin embargo hay algo más para "El Torete" aparte del dinero y la libertad, la joven de ascendencia gitana Isabel, de la que está enamorado...algo que no le hace mucha gracia a su novio actual, "El Mosque".
Pura, cruda y dura realidad, esa es la máxima de "Perros Callejeros". Es lo que tiene el "cine quinqui". Al principio se nos advierte que todo lo narrado ocurrió en la realidad y que algunos de los protagonistas fueron los autores de los hechos mostrados, los cuales hablan con su propia jerga de delincuentes. No se sabe muy bien donde acaba la realidad y empieza la ficción, o viceversa, el caso es que el actor principal, Ángel Fernández Franco, pese a transformarse en álter ego de "El Vaquilla" y aparecer con un nombre distinto, añade mucho de su propia vida criminal, pues todos operaban en el mismo mundo.
José Antonio de la Loma despliega, alrededor de estos eventos autobiográficos, una película ágil, veloz, seca, ultraviolenta, desagradable, ofreciendo grandes secuencias de acción filmadas con nervio, donde destacan esas frenéticas persecuciones en los clásicos Seat (a ver, no son las de "Bullit", pero resultan excitantes y realistas). Posee el aire de los "thrillers" del momento, en los cuales también se recreaban y criticaban sucesos relacionados con el submundo del crimen ("The French Connection" queda como paradigma de ese mismo estilo). En efecto, de la Loma critica, y muy duramente, la situación social tan triste y decadente de la Barcelona de finales de los '70 y la impotencia de los ciudadanos de a pie y de las fuerzas del orden para hacer frente a ella.
Junto a Ángel tenemos a su hermano Basilio, dando vida al "Cornetilla", y unos eficientes Miguel Ugal Cuenca ("El Pijo"), César Sánchez ("El Fitipaldi"), Luis Martínez ("El Mosque"), Xabier Elorriaga, Juan Patiño y ese genial Frank Braña como "El Esquinao".
Un plantel muy solvente a las órdenes de un director empeñado en mostrar la cara más pesimista y amarga de una sociedad caída en desgracia y de una generación abocada a la decadencia y a la destrucción. Un pequeño clásico de nuestro cine español.
"Estirones", robos de coches, drogas, asesinatos y trapicheos varios aseguran a Ángel Fernández Franco (un apellido chocante, la verdad), alias "El Torete", una fama como delincuente difícil de arrebatar. "Perros Callejeros" no es otra cosa que una recreación (ya que se mete en la piel de un personaje próximo a Juan José Moreno Cuenca, "El Vaquilla") de su experiencia y una de las obras más representativas del llamado "cine quinqui", aquél que comenzó a ganar gran popularidad en la década de los '70 y los '80, época en la que una España post-franquista se hallaba dominada por las emigraciones y el descontrolado crecimiento de la delincuencia social...
Una España rebosante de corrupción, crimen, injusticia e inseguridad (bueno, ¿ha cambiado en algo la cosa?). Muchos son los films destacados dentro de este subgénero a medio camino entre la autobiografía, el "thriller" de acción, el cine negro y el drama social, tales como "El Pico" y "Navajeros", de Eloy de la Iglesia, "Fanny "Pelopaja" " y "El Lute", de Vicente Aranda, o "Deprisa, Deprisa", todos ellos nacidos de la costilla de ese clásico que es "Los Golfos", de Saura. Pero ninguno lo pudo expresar de mejor forma en pantalla como José Antonio de la Loma, un veterano curtido en géneros de lo más dispares que empezó a centrarse en películas que sirvieran para reflejar los muchos problemas causados en el momento por jóvenes pertenecientes al más bajo escalón social.
Se afirma que de la Loma fue el padre del "cine quinqui", y un buen ejemplo para corroborar esto son películas como "Yo, "el Vaquilla" ", "Perras Callejeras", "Nunca en Horas de Clase" o su trilogía sobre la vida de "El Torete", iniciada con la que nos ocupa (la 2.ª, la más oscura y violenta, es la mejor de la saga; la 3.ª, una ridícula parodia de sí misma). Algo habitual en esos films es que, para dar un toque de realismo a la cosa, los mismos delincuentes eran reclutados como actores, con lo que acababan interpretándose ni más ni menos que a sí mismos. Es el caso aquí presentado: con 17 años, Ángel Fernández Franco ronda por las calles aguardando el mejor momento para actuar.
Junto a otros compañeros de fatigas que no llegan ni a adolescentes, como "El Pijo" o "El Corneta", se dedica a tirar de los bolsos y las carteras de ciudadanos despistados y salir a toda velocidad en vehículos robados. La policía y la Guardia Civil, pese a sus duros métodos, no consiguen absolutamente nada con ellos, y la razón es que son menores de edad; un día son metidos en un reformatorio y al otro ya están fuera. Sin embargo hay algo más para "El Torete" aparte del dinero y la libertad, la joven de ascendencia gitana Isabel, de la que está enamorado...algo que no le hace mucha gracia a su novio actual, "El Mosque".
Pura, cruda y dura realidad, esa es la máxima de "Perros Callejeros". Es lo que tiene el "cine quinqui". Al principio se nos advierte que todo lo narrado ocurrió en la realidad y que algunos de los protagonistas fueron los autores de los hechos mostrados, los cuales hablan con su propia jerga de delincuentes. No se sabe muy bien donde acaba la realidad y empieza la ficción, o viceversa, el caso es que el actor principal, Ángel Fernández Franco, pese a transformarse en álter ego de "El Vaquilla" y aparecer con un nombre distinto, añade mucho de su propia vida criminal, pues todos operaban en el mismo mundo.
José Antonio de la Loma despliega, alrededor de estos eventos autobiográficos, una película ágil, veloz, seca, ultraviolenta, desagradable, ofreciendo grandes secuencias de acción filmadas con nervio, donde destacan esas frenéticas persecuciones en los clásicos Seat (a ver, no son las de "Bullit", pero resultan excitantes y realistas). Posee el aire de los "thrillers" del momento, en los cuales también se recreaban y criticaban sucesos relacionados con el submundo del crimen ("The French Connection" queda como paradigma de ese mismo estilo). En efecto, de la Loma critica, y muy duramente, la situación social tan triste y decadente de la Barcelona de finales de los '70 y la impotencia de los ciudadanos de a pie y de las fuerzas del orden para hacer frente a ella.
Junto a Ángel tenemos a su hermano Basilio, dando vida al "Cornetilla", y unos eficientes Miguel Ugal Cuenca ("El Pijo"), César Sánchez ("El Fitipaldi"), Luis Martínez ("El Mosque"), Xabier Elorriaga, Juan Patiño y ese genial Frank Braña como "El Esquinao".
Un plantel muy solvente a las órdenes de un director empeñado en mostrar la cara más pesimista y amarga de una sociedad caída en desgracia y de una generación abocada a la decadencia y a la destrucción. Un pequeño clásico de nuestro cine español.