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Voto de Chris Jiménez:
6

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6
6,0
23.432
Comedia
Un refinado profesor sureño reúne a una banda de ladrones con el fin de atracar un casino flotante. Para preparar el plan alquilan una habitación a una anciana negra, pero ésta descubre sus intenciones. Deciden entonces eliminarla, pero no será tarea fácil. Remake de un film británico del mismo título (en español "El quinteto de la muerte"), dirigido en el año 1955 por Alexander MacKendrick y protagonizado por Alec Guiness y Peter Sellers. (FILMAFFINITY) [+]
28 de agosto de 2017
28 de agosto de 2017
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Cinco de las más prodigiosas mentes criminales se disponen a ejecutar un maquiavélico plan para vaciar la cámara de un bonito casino flotante de Mississippi...pero la jugada sólo les saldrá bien a medias.
Como dice el viejo refrán vietnamita: "Hay que flotar como hoja en el río de la vida...y matar a la vieja".
A comienzos del nuevo siglo las cosas habían cambiado en la carrera de Joel y Ethan Coen; seguían realizando películas muy personales, ampliando su particular universo, aunque también es cierto que desde "El Gran Lebowski" fueron tomando rumbos más comerciales, lo cual terminó de rematar la ligera e irregular "Crueldad Intolerable". Sintiendo que de algún modo se habían vendido a la industria hollywoodiense (de la cual, por supuesto, ellos nunca se consideraron parte) y con el deseo de volver a sus raíces más clásicas, la pareja de hermanos se preparó para un proyecto diametralmente opuesto a su anterior film.
Sin embargo, y por primera vez, la inspiración no la tomaron de sus propias ideas, sino de un argumento ajeno...es decir, iban a realizar un "remake", con todo lo bueno y malo que ello conllevase. Y el título elegido fue nada menos que el clásico "El Quinteto de la Muerte", dirigido por Alex MacKendrick en 1.955, una de las mejores películas del estudio británico Ealing que permanece en el tiempo, y no sin razón, entre las más grandes comedias negras que se hayan realizado.
Los Coen, ambos acreditados por primera vez como directores, toman el argumento de aquella siguiéndolo punto por punto pero sustituyendo el gris escenario londinense de Kings Cross por la cálida Mississippi y a la venerable ancianita de la versión original, la sra. Wilberforce, por la más adusta y muy religiosa Marva Munson, volviendo a situar su historia en la Norteamérica profunda y haciendo de la comunidad negra una parte esencial de ella (modificación también practicada en el "remake" de otra comedia británica: "Un Funeral de Muerte").
La apacible vida de la sra. Munson es interrumpida por el profesor Dorr, un culto historiador y miembro, junto a otros cuatro pintorescos individuos, de una banda de ladrones que pretende robar el dinero del casino Bandit Queen, aprovechándose de la vivienda de la mujer, que ha alquilado una habitación al profesor, y haciéndose pasar por músicos ante ella. La estructura narrativa de la original se mantiene pero con evidentes diferencias; la más acusada será que el robo al furgón de aquella se convierte en un robo realizado desde dentro de la casa de la anciana a través de un túnel, lo cual trae recuerdos de "Larceny Inc." (con su nueva versión realizada por Woody Allen en el 2.000).
En realidad "Ladykillers" no es sino una revisión de ese conocido cine de criminales de planes frustrados, con buenos ejemplos como los clásicos ya nombrados o la italiana "I Soliti Ignoti", donde los Coen nos introducen en el corazón de un escenario atípico y decididamente atemporal, de ambientación moderna a la vez que expresionista y clásica, enfrentando la luz y la oscuridad: la primera encarnada en la sra. Munson, ayudada por su fe; la segunda en Dorr y su banda de maleantes, cuyos repugnantes actos serán constantemente vigilados por Othar (a través del gato).
Remalazos de un humor inteligente y mordaz se cruzan con uno más tosco y soez mientras se prepara una lucha sin cuartel entre el Bien y el Mal, tanto más intensa, ardua y degenerada cuanto que la mujer, descubriendo el engaño del quinteto, les amenaza con avisar a la policía; para los Coen la codicia, la desesperación y la traición siempre han guiado los actos del ser humano, y así sucede en esta ocasión: los ladrones no sólo optarán por asesinar a la señora, sino que se enfrentarán entre ellos mismos. Y es que, desde el principio, la vida de estos hombres está precipitada a un inevitable destino común; ni más ni menos que ese lugar descrito por el párroco en su sermón, el cual parece anunciar la tragedia venidera...
Ese "vertedero en la tenebrosidad muy alejado del reino de Dios donde las aves de carroña picotean y comen los huesos de los pecadores decadentes allí condenados" que se ve materializado en un vertedero físico mostrado al inicio y al final del film. Este discurso en el que la luz y la ética vence finalmente a la oscuridad y la maldad, siempre presentes, deja a "Ladykillers" a medio camino entre los trabajos más "luminosos" de los directores ("Arizona Baby", "O, Brother") y, al mismo tiempo, entre los más brutales y descarnados ("Fargo", "Sangre Fácil").
La cuidada ambientación y el gran trabajo de fotografía de Roger Deakins, que hace hincapié en el negro profundo, conforman una elegante atmósfera de tenebrosa imaginería que por momentos parece remitir a la de Allan Poe, al que se le rinde un especial homenaje a través de Dorr, interpretado por un hipnótico Tom Hanks al frente de ese impagable grupo formado por Tzi Ma, J.K. Simmons, Ryan Hurst y un Marlon Wayans tan estrafalario como siempre, que, sin embargo, no está evidentemente a la altura del lidiado por el Marcus, al que daba vida de manera formidable Alec Guiness. Cabe señalar, por supuesto, a una maravillosa Irma P. Hall que se come la pantalla cada vez que aparece en escena y que acaba llevándose algunas de las mejores frases.
Aun con todas sus buenas intenciones y los ingredientes para hacer una comedia negra de éxito, lo que sin duda quedó demostrado en su paso por la taquilla, fueron bastantes los que miraron con malos ojos a "Ladykillers", quizás por su propósito de ponerse a la altura de la original de MacKendrick, cuando obviamente eso era tarea imposible.
Clásica y macabra intriga de ladrones fracasados llena de humor negro, violencia, divertidos giros de guión y significativas metáforas que a menudo resulta fascinante (sobre todo en su aspecto técnico) y otras veces absurda. Eso sí, los duelos interpretativos entre Hanks y Hall son antológicos.
Como dice el viejo refrán vietnamita: "Hay que flotar como hoja en el río de la vida...y matar a la vieja".
A comienzos del nuevo siglo las cosas habían cambiado en la carrera de Joel y Ethan Coen; seguían realizando películas muy personales, ampliando su particular universo, aunque también es cierto que desde "El Gran Lebowski" fueron tomando rumbos más comerciales, lo cual terminó de rematar la ligera e irregular "Crueldad Intolerable". Sintiendo que de algún modo se habían vendido a la industria hollywoodiense (de la cual, por supuesto, ellos nunca se consideraron parte) y con el deseo de volver a sus raíces más clásicas, la pareja de hermanos se preparó para un proyecto diametralmente opuesto a su anterior film.
Sin embargo, y por primera vez, la inspiración no la tomaron de sus propias ideas, sino de un argumento ajeno...es decir, iban a realizar un "remake", con todo lo bueno y malo que ello conllevase. Y el título elegido fue nada menos que el clásico "El Quinteto de la Muerte", dirigido por Alex MacKendrick en 1.955, una de las mejores películas del estudio británico Ealing que permanece en el tiempo, y no sin razón, entre las más grandes comedias negras que se hayan realizado.
Los Coen, ambos acreditados por primera vez como directores, toman el argumento de aquella siguiéndolo punto por punto pero sustituyendo el gris escenario londinense de Kings Cross por la cálida Mississippi y a la venerable ancianita de la versión original, la sra. Wilberforce, por la más adusta y muy religiosa Marva Munson, volviendo a situar su historia en la Norteamérica profunda y haciendo de la comunidad negra una parte esencial de ella (modificación también practicada en el "remake" de otra comedia británica: "Un Funeral de Muerte").
La apacible vida de la sra. Munson es interrumpida por el profesor Dorr, un culto historiador y miembro, junto a otros cuatro pintorescos individuos, de una banda de ladrones que pretende robar el dinero del casino Bandit Queen, aprovechándose de la vivienda de la mujer, que ha alquilado una habitación al profesor, y haciéndose pasar por músicos ante ella. La estructura narrativa de la original se mantiene pero con evidentes diferencias; la más acusada será que el robo al furgón de aquella se convierte en un robo realizado desde dentro de la casa de la anciana a través de un túnel, lo cual trae recuerdos de "Larceny Inc." (con su nueva versión realizada por Woody Allen en el 2.000).
En realidad "Ladykillers" no es sino una revisión de ese conocido cine de criminales de planes frustrados, con buenos ejemplos como los clásicos ya nombrados o la italiana "I Soliti Ignoti", donde los Coen nos introducen en el corazón de un escenario atípico y decididamente atemporal, de ambientación moderna a la vez que expresionista y clásica, enfrentando la luz y la oscuridad: la primera encarnada en la sra. Munson, ayudada por su fe; la segunda en Dorr y su banda de maleantes, cuyos repugnantes actos serán constantemente vigilados por Othar (a través del gato).
Remalazos de un humor inteligente y mordaz se cruzan con uno más tosco y soez mientras se prepara una lucha sin cuartel entre el Bien y el Mal, tanto más intensa, ardua y degenerada cuanto que la mujer, descubriendo el engaño del quinteto, les amenaza con avisar a la policía; para los Coen la codicia, la desesperación y la traición siempre han guiado los actos del ser humano, y así sucede en esta ocasión: los ladrones no sólo optarán por asesinar a la señora, sino que se enfrentarán entre ellos mismos. Y es que, desde el principio, la vida de estos hombres está precipitada a un inevitable destino común; ni más ni menos que ese lugar descrito por el párroco en su sermón, el cual parece anunciar la tragedia venidera...
Ese "vertedero en la tenebrosidad muy alejado del reino de Dios donde las aves de carroña picotean y comen los huesos de los pecadores decadentes allí condenados" que se ve materializado en un vertedero físico mostrado al inicio y al final del film. Este discurso en el que la luz y la ética vence finalmente a la oscuridad y la maldad, siempre presentes, deja a "Ladykillers" a medio camino entre los trabajos más "luminosos" de los directores ("Arizona Baby", "O, Brother") y, al mismo tiempo, entre los más brutales y descarnados ("Fargo", "Sangre Fácil").
La cuidada ambientación y el gran trabajo de fotografía de Roger Deakins, que hace hincapié en el negro profundo, conforman una elegante atmósfera de tenebrosa imaginería que por momentos parece remitir a la de Allan Poe, al que se le rinde un especial homenaje a través de Dorr, interpretado por un hipnótico Tom Hanks al frente de ese impagable grupo formado por Tzi Ma, J.K. Simmons, Ryan Hurst y un Marlon Wayans tan estrafalario como siempre, que, sin embargo, no está evidentemente a la altura del lidiado por el Marcus, al que daba vida de manera formidable Alec Guiness. Cabe señalar, por supuesto, a una maravillosa Irma P. Hall que se come la pantalla cada vez que aparece en escena y que acaba llevándose algunas de las mejores frases.
Aun con todas sus buenas intenciones y los ingredientes para hacer una comedia negra de éxito, lo que sin duda quedó demostrado en su paso por la taquilla, fueron bastantes los que miraron con malos ojos a "Ladykillers", quizás por su propósito de ponerse a la altura de la original de MacKendrick, cuando obviamente eso era tarea imposible.
Clásica y macabra intriga de ladrones fracasados llena de humor negro, violencia, divertidos giros de guión y significativas metáforas que a menudo resulta fascinante (sobre todo en su aspecto técnico) y otras veces absurda. Eso sí, los duelos interpretativos entre Hanks y Hall son antológicos.