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Voto de Chris Jiménez:
9
American Psycho
Voto de Chris Jiménez:
9
Drama. Terror En un mundo moralmente plano en el que la ropa tiene más sentido que la piel, Patrick Bateman es un espécimen soberbiamente elaborado que cumple todos los requisitos de Master del Universo, desde el diseño de su vestuario hasta el de sus productos químicos. Es prácticamente perfecto, como casi todos en su mundo e intenta desesperadamente encajar en él. Cuando más intenta ser como cualquier otro hombre adinerado de Wall Street, más ... [+]
28 de marzo de 2017 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Según sus propias palabras, cuando Bret Ellis escribió "American Psycho", lo hizo como una forma de canalizar, liberar la rabia que fluía en su interior en un momento de su vida de depresión, conflicto emocional y alienación, y lo hizo de una forma que la sociedad quizás no estuvo preparada...

Desde su mirada desagradable y ácida sobre el estilo "yuppi" floreciente en los casi recién acabados '80, crea a un personaje que lleva al extremo torcido los excesos de dicha forma de vida hermética y los transforma en la ventana para acceder a un mundo interior cuyo único medio para escapar es la rebelión asesina. Patrick Bateman no le gustó a la inmensa mayoría, pero su periplo de 400 páginas llegó a todo el mundo y el afán por prohibirlo sólo aumentó su popularidad, si bien el autor lo consideraba irrealizable para el formato audiovisual.
Esto fue otro periplo, de casi una década, ya siendo "vox populi" la gran cantidad de actores, guionistas y cineastas que intentaron dar forma al proyecto sin éxito. Uno de ellos fue Cronenberg, el más indicado, no cabe duda, pero el destino querría que se encargase Mary Harron, directora valiente sin nada hecho desde su controvertida "Yo Disparé a Andy Warhol", quien, como muchos emergentes en los '90, su carrera se disparó realmente tras salir del Festival de Sundance. De cómo llegó a esta producción a la que LionsGate otorgaba una dudosa confianza y los numerosos traspiés y choques que hubo de soportar por culpa de los productores es ya objeto de numerosas entrevistas.

Baste decir que DiCaprio pudo haber logrado el papel de Bateman bajo la dirección de Oliver Stone, inmejorable elección tras la cámara pero ineficaz la presencia del angelino frente a la perturbadora elegancia galesa del joven Christian Bale. Ya deslumbra durante una escena de inicio mítica y tan vaticinadora como determinante del estilo de la película; gotas de sangre se delinean de forma perfecta sobre un blanco pulcro...sangre que resulta ser sirope de fresa y la sábana convertida en un plato con una rimbombante comida.
Nos introducimos a partir de este ambiente de lujo y distinción al universo de Bateman, entregado a la impermeabilidad de una vacua existencia basada en el consumismo y la depredación capitalista desde las tripas de Wall Street, el imperio de los triunfadores, a cuyos niñatos recién llegados de caras universidades les ha dado la oportunidad de creerse seres superiores desarrollando con ello una cruel facilidad para manipular y burlarse de las clases bajas; él es el paradigma de esta nueva raza de seres, y hundido, como vemos en sus geniales secuencias de presentación, en una amarga rutina.

Rutina guiada por la importancia sobre la apariencia y la aceptación de la decadencia moral; así se muestran sin tapujos él y su círculo social, cuyos compañeros (no digamos amigos) pasan las horas midiendo sus gustos en moda, desafiándose con sarcásticos comentarios, criticando el mundo inferior que les rodea y matándose para conseguir las mejores reservas en los mejores restaurantes de la ciudad...sin embargo jamás les vemos trabajar, ofrecer, servir. Esta manera cínica de ver y vivir la vida es convenientemente disfrazada por Bateman de banal charlatanería sobre moralidad universal y conciencia social, tal como haría un falso progresista para tapar (o dar la sensación de ello) su recalcitrante individualismo.
Pero aquí las máscaras están quebradas desde el principio, e incluso el protagonista se la arranca de la piel en forma de crema exfoliante; él, McDermott, Bryce o Allen, salidos de la misma vagina socio-empresarial, sin distinciones, todos embriones idénticos, fríos, huecos y malignos, todos con el mismo número, el mismo peinado y el mismo traje; considerando que los pensamientos que escuchamos en voz alta de Bateman son los de una mente en caída libre, que la historia se está relatando desde su total punto de vista, ¿podrían ser estos clones humanos fragmentos de una misma personalidad que no deja de luchar contra sí misma? Como hiciera en su obra anterior, Harron ni juzga, ni sermonea, ni justifica la figura y los actos del sociópata-psicópata.

Es un acierto que se evite en todo momento indagar en el pasado de Bateman o en su vida privada familiar, al contrario que otras muchas películas con este tipo de personajes, pues se habría caído en el error de intentar encontrar una huella a través de la cual recuperar un trauma o suceso que dé una razón de su comportamiento. Ellis, que tampoco hizo eso, sí que se esforzaba más en explicar las razones del impulso asesino del joven agente de bolsa.
Él mismo se lo explicaba a sus víctimas antes y durante el crimen; la directora lo deja a la imaginación y la interpretación del espectador. También, y es otra buena elección, opta por dar al guión, escrito junto a Guinevere Turner (especie de icono "underground" de los '90 por tratar abiertamente el lesbianismo en el cine, y quien aparece en el film), cierto toque de humor negro que alivia la tensión y da a la inmensa carga de violencia explícita y al exceso de los personajes una apariencia caricaturesca, dejando en comedia negra, a lo Tarantino, lo que antes era escabrosidad pura y dura cercana a una visión que cruzaba a James Ballard con Donald DeLillo (que Cronenberg habría respetado en su versión del libreto).

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Aunque la polémica ya precedida por el libro estuvo muy presente, no impidió que "American Psycho", misógina, violenta y alocada, tuviese su recompensa en taquilla, dejando al margen la opinión de la crítica...para al final quedar convertida en todo un icono "pop" del nuevo siglo y lanzar la carrera de Bale.
También vale la pena recordar a secundarios como Reese Witherspoon de niñata caprichosa, Jared Leto, unas magníficas Cara Seymour y Chloë Sevigny, y Willem Dafoe, magistral a base de su clásica sutileza interpretativa, quien da vida a un detective Kimball bastante distinto del imaginado por Ellis...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ésa es una de las desfiguraciones más notables. El frenesí homicida de Bateman alcanza en su formato literario cotas de extremo sadismo, terrible, lo que nunca hubiera podido estrenarse en salas (al menos de manera comercial); canibalismo, necrofilia y muertes como el de la ex-novia Bethany o el niño en el zoo, tanto más angustiosos cuanto que se describen al detalle, son borrados para siempre.
No se rebaja, aun así, la capacidad destructiva de este Edward Gein de las finanzas con el que Bale, inspirado en Tom Cruise y el Nicolas Cage de "Vesos de Vampiro", se convulsiona, se desata, se zampa el escenario y, literalmente, a todos los que hay en él (como ya hubiera querido Nicholson en "El Resplandor"...).

Un escenario modelado por Harron, el operador Andrzej Sekula y el director artístico Andrew Stearn a partir de líneas extrañamente elegantes y espacios tan estériles y fríos como el alma de los personajes; cuando brota la violencia, inesperada, todo este espacio queda ahogado y retorcido en negro surrealismo, toda la locura que se arremolina en la mente de Bateman sale a borbotones y se convierte en el "showman" de una función horrible, usando a sus víctimas, mujeres en especial (tal vez asesinándolas se libera de la presión femenina que ejerce Evelyn), como bienes para manipular, moldear y, al final, consumir a su antojo.
Trajes de corte fino de Cerruti, elegantes Rolex en las muñecas con el irresistible olor de Floris Chypress, bolsas de viaje de Paul Gaultier, tarjetas de visita impresas en relieve a base de cáscara de huevo, una reserva para un almuerzo de lujo en el Dorsia...es la sátira planteada por Harron, que hace de su carismático monstruo un devorador de productos, en lo profesional, cotidiano e íntimo, de tal broker tal asesino, sumiendo en el desquiciante delirio la corrupción moral de los "Wall Street" y "La Hoguera de las Vanidades" de Scorsese y DePalma; aquí se acepta lo que el nihilismo empresarial, la codicia materialista y la despersonalización han creado y se prosigue una escalada frenética para alcanzar un estado carente de valores y moral definitivo. Sin otra versión de sí mismo, el "ello" de Bateman ha impuesto sus propios valores y reglas.

Así, sin verdaderas ideologías (sus máximos ideales sociales y universales están extraídos de bagatelas de artistas musicales) crea su propio mundo, donde media cual Dios de la Muerte, omnipotente y omnipresente, sin límites, por encima de todos los demás seres, superando incluso al modelo que antes tenía figurado (Donald Trump, nada menos, qué ironía). Es entonces, llegado el último tramo, tras orgías de sangre, gritos, mujeres apaleadas, motosierras, cabezas cortadas y otras bonitas ocurrencias que parecen salir del imaginario de "La Matanza de Texas", cuando la realidad finalmente se quiebra y somos conscientes de ello.
Conscientes de que quizás todo es una fantasía del subconsciente, si bien el protagonista se considera el autor, al igual que Archibaldo en "Ensayo de un Crimen"; el narrador del libro era alguien en quien no se podía confiar, pues su identidad y apariencia se iba confundiendo con la de otros secundarios, y la disrupción entre realidades nunca quedaba clara. Parece que sólo queda una vía en la versión de Harron, que es la de la plena locura, la que nos lanza a un universo paralelo donde Bateman no es Bateman, es "un ente, algo que no existe"...

Ya nos avisaba de esto desde un principio; similares a las vistas poco antes en "El Club de la Lucha", pareciera que la crisis de identidad y la rebelión social era un elemento importante en el cine de suspense desde los '90, y se arrastra hasta el film de la directora canadiense (de igual manera, durante el último cuarto de hora, los acontecimientos se repliegan para nunca suceder, así le ocurría a William en "Eyes White Shut", estrenada en las mismas fechas), mientras se esfuerza en pintar un retrato crudo y desmitificador de los '80.

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