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Voto de Franky_23:
6

Voto de Franky_23:
6
6,5
41.504
Intriga. Thriller
Un investigador del FBI especializado en analizar la mente y el comportamiento de los asesinos en serie se ve obligado a recurrir a Hannibal Lecter, a quien mandó a la cárcel, para que le ayude en el caso de un asesino de familias, cuyo patrón de conducta le resulta imposible desentrañar. (FILMAFFINITY)
30 de marzo de 2008
30 de marzo de 2008
29 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segundo acercamiento a la figura del Dragón Rojo, después del "Manhunter" de Michael Mann. Esta nueva versión es más una excusa para volver a tener en pantalla al Hannibal Lecter de Anthony Hopkins, como atestigua el magnífico prólogo creado especialmente para dar un inicio al personaje. Concierto de música más cena de gala, e introducción del personaje de Edward Norton, que acude al renombrado psicólogo a pedirle consejo sobre una serie de misteriosas desapariciones. A partir de un enfrentamiento, se sucede un montaje de titulares de periódico gracias al cual sabemos del proceso a Lecter y de su encarcelamiento. Cuidadísimo e interesantísimo prólogo.
Centrándonos en la línea que da nombre a la película, Ralph Fiennes construye un maquiavélico y demente personaje, con un trauma de la infancia a lo "Psicosis". Su supuesta fealdad le lleva a querer transformarse en el Dragón Rojo (este concepto de transformación también aparecía en "El silencio de los corderos"). De hecho, la escena en que empieza a rasgar y a devorar literalmente la pintura de "El Gran Dragón Rojo & La Mujer Vestida De Sol" es espeluznantemente abrumadora. Emily Watson participa de su historia interpretando a una mujer ciega que quiere ver que hay más allá de la coraza de Fiennes. Las escenas "románticas" entre ambos pueden hacerse algo pesadas, pero son necesarias para entender el conflicto interno del Dragón Fiennes.
Edward Norton se mete en la piel del detective Will Graham, el hombre que encerró a Lecter, y que arrastra un conflicto interno a raíz de ello. No supo darse cuenta a tiempo de lo que tenía delante de sus narices, y vive retirado por miedo a volver a fracasar. Miedo que se incrementa cuando se ve forzado a acudir de nuevo a Lecter para que le ayude a resolver el caso del dragón. Es entonces cuando asistimos a una revisión de "El silencio de los corderos", sustituyendo a Clarice Starling por Will Graham. Se retoman los angustiosos encuentros a través del cristal, perdiendo originalidad pero recobrando profundización en los personajes, perdida en "Hannibal". En ambos casos Lecter ayuda a los protagonistas: con Jodie Foster, lo hacía por una especie de fascinación perversa, y con Norton por admiración. Lecter lo considera un digno contrincante porque fue capaz de atraparle, e incluso intenta ayudarle a despojarse de ese miedo que arrastra, demostrando que aparte de caníbal también es humano. La relación pues que se establece entre ambos es aquella de maestro y discípulo. Las dos son para quitarse el sombrero, aunque el caso de Norton se vea perjudicado porque ya se ha visto antes.
Un Philip Seymour Hoffman pre-Oscar, un Harvey Keitel sustituyendo al Scott Glenn de "El silencio..." y un Anthony Heald que repite corte de pelo para concordar con las fechas entre ésta y la primera completan el reparto de esta tercera incursión (primera cronológicamente) en la mente del caníbal interpretado con absoluta maestría por Hopkins (aunque ya no impacte tanto).
Centrándonos en la línea que da nombre a la película, Ralph Fiennes construye un maquiavélico y demente personaje, con un trauma de la infancia a lo "Psicosis". Su supuesta fealdad le lleva a querer transformarse en el Dragón Rojo (este concepto de transformación también aparecía en "El silencio de los corderos"). De hecho, la escena en que empieza a rasgar y a devorar literalmente la pintura de "El Gran Dragón Rojo & La Mujer Vestida De Sol" es espeluznantemente abrumadora. Emily Watson participa de su historia interpretando a una mujer ciega que quiere ver que hay más allá de la coraza de Fiennes. Las escenas "románticas" entre ambos pueden hacerse algo pesadas, pero son necesarias para entender el conflicto interno del Dragón Fiennes.
Edward Norton se mete en la piel del detective Will Graham, el hombre que encerró a Lecter, y que arrastra un conflicto interno a raíz de ello. No supo darse cuenta a tiempo de lo que tenía delante de sus narices, y vive retirado por miedo a volver a fracasar. Miedo que se incrementa cuando se ve forzado a acudir de nuevo a Lecter para que le ayude a resolver el caso del dragón. Es entonces cuando asistimos a una revisión de "El silencio de los corderos", sustituyendo a Clarice Starling por Will Graham. Se retoman los angustiosos encuentros a través del cristal, perdiendo originalidad pero recobrando profundización en los personajes, perdida en "Hannibal". En ambos casos Lecter ayuda a los protagonistas: con Jodie Foster, lo hacía por una especie de fascinación perversa, y con Norton por admiración. Lecter lo considera un digno contrincante porque fue capaz de atraparle, e incluso intenta ayudarle a despojarse de ese miedo que arrastra, demostrando que aparte de caníbal también es humano. La relación pues que se establece entre ambos es aquella de maestro y discípulo. Las dos son para quitarse el sombrero, aunque el caso de Norton se vea perjudicado porque ya se ha visto antes.
Un Philip Seymour Hoffman pre-Oscar, un Harvey Keitel sustituyendo al Scott Glenn de "El silencio..." y un Anthony Heald que repite corte de pelo para concordar con las fechas entre ésta y la primera completan el reparto de esta tercera incursión (primera cronológicamente) en la mente del caníbal interpretado con absoluta maestría por Hopkins (aunque ya no impacte tanto).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Atención a la frase y expresión final de Lecter, cuando Heald le anuncia que hay una mujer que quiere hablar con él, y que sirve de enlace directo con "El silencio de los corderos":
"¿Cómo se llama...?" Nosotros ya lo sabemos... ¿o no, Clarice?
"¿Cómo se llama...?" Nosotros ya lo sabemos... ¿o no, Clarice?