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Voto de Jean Ra:
8

Voto de Jean Ra:
8
6,0
1.040
5 de marzo de 2020
5 de marzo de 2020
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ciudad de México ha sido uno de los lugares más fascinantes, sorprendentes, vivaces, estimulantes e inagotables de todos los que he podido visitar. En sus calles no hay una construcción planificada y un aspecto unificado como aquí en Europa, cada calle puede sorprender con una postal distinta y variada, siempre empapadas con ese aire desmañado, cutre y alegre. De hecho lo que más me gustaron fueron los lugares "naco", ahí dónde escuchas nuevas variantes del español, pruebas nuevos sabores y, en fin, que puedes encontrar casi cualquier cosa que te imagines. Mas, cuando traspasas Reforma, la cosa ya es otra, se convierte en un lugar más ostentoso y que desea reafirmarse como una ciudad norteamericana, el vértigo vertical se impone, los rascacielos se multiplican, las mansiones desprenden lujo, todo es obligatoriamente imponente y lujoso/caro. Esa forma de construir y vivir refleja cierta mentalidad imperante en la clase alta chilanga, que mira con desdén hacia cualquier cosa que evoque mestizaje e indigenismo, prefiere orientar su mirada al norte y comprar el mismo vestido en Nueva York.
Los personajes de esta película sin duda vendrían a ser un reflejo de esa mentalidad. Gente que nació acomodada, que creció entre algodones y que al crecer han visto como todos los deseos se cumplían sin esfuerzo. Estas mujeres de Las Lomas se someten a cuidados de belleza, compran sus garras y montan opíparas fiestas con el único objeto de deslumbrar a sus amigas y a otros conocidos, obtener la aprobación o alabanza motivada por una de sus elecciones es el culmen de la existencia, el sazón de su ego. Alejandra Márquez Abella recrea un mundo dónde las mujeres viven como eternas adolescentes, las cosas que obtienen se materializan como consecuencia de su voluntad y no de su trabajo, como pago en las reuniones de trabajo han de saber estar calladitas, ser un bello adorno y ya en el conciliábulo del club las mujeres criticarán a sus maridos y a otras personas no presentes. Es un mundo sin causas y apenas consecuencias.
Por eso, debido a la gran recesión que se produjo en el país hacia 1982, la vida de estos personajes se trastoca y amenaza con un terremoto peor que el de 1985. El marido de Sofia, la protagonista, también ha vivido de las rentas, del trabajo de su padre, no sabe desenvolverse en los negocios, todo lo vino con facilidad, y cuando arrecian las vacas flacas, la familia al completo se ve expuesta al furor del oleaje. Una vez que se pincha el globo del dinero, las máscaras caen y las apariencias se desvelan tal como son. El amor matrimonial, el prestigio social, las amistades y la felicidad... de golpe nada parece seguro y tangible. Un mundo construido sobre el humo.
De Márquez Abella ya había visto "Semana Santa" y coincide con la presente "Las Niñas bien" en la construcción de dramas de sutiles, dónde los personajes se ven atrapados por las circunstancias de sus vidas y, pintando con suaves colores satíricos, cada cual se ve forzado a encarar la realidad que había bajo la fachada. La narración adopta ciertos dejes de tragedia, donde el destino es reemplazado por la crisis económica que todo lo barre. Pero sería un error y una torpeza pensar que se está frente a una telenovela o un simple melodrama. La directora cita en los agradecimientos a Michelangelo Antonioni y a Lucrecia Martel, lo cual ya nos da una buena pista de cuáles son sus referentes a la hora de construir su obra. Se impone la alusión ambigua, la referencia solamente válida para los atentos y en absoluto ofrece asideros al convencionalismo en forma de tramas artificiales y grandes aspavientos o diálogos explicativos. No pocos espectadores mirarán el metraje sin comprender nada, todo les parecerá afectado y pretencioso. Además, sus personajes no son sencillos de captar, son los opresores, que golpea con guante blanco y un mohín modoso, es gente terrible que si un trabajador reclama ser pagado, la señora opta por solicitar su despido. Es la gente de la vida fácil, de los privilegios y, en no pocas ocasiones, de la "pinche soberbia". Un ojo un poco atento notará que en el personaje de Ana Paula Hadad se dibuja el de la advenediza, el de la nueva rica recién llegada y no especialmente blanca que merece recibir todas las afiladas punzadas que le puedan lanzar estas personas terribles.
Y sí, es sumamente sutil. Requiere atención. Piensen solamente en esa escena final, la de la comida de cumpleaños, cuando Beto Hadad descubre que el marido de Sofia lleva unos gemelos que él ha reconocido como suyos y sin embargo calla porque en el fondo reconoce que el otro lleva más tiempo ejerciendo como privilegiado y prefiere callar. Es también una sutil alusión a una forma de hacer, el de la corrupción institucional? Puede ser, pero lo importante es que se perciba como se produce ese relevo generacional, cuando las Sofias se ven obligadas a agachar la mirada y aceptar el tutelaje de los nuevos poderosos, los Hadad (alusión a Carlos Slim?), que parecen haber ocupado la primera línea. Al escenificar ese relevo generacional y social, la directora emparenta su ficción con "En busca del tiempo perdido" de Proust, que también representaba la ostentosa vida de las clases altas, sus husos y costumbres, y también el período de cambio en el que la nobleza perdía el lugar frente a la burguesía.
En todo caso el conjunto supone un acertado retrato de esa gente de Las Lomas, Polanco y El Pedregal, de una forma de ver la vida y que, no nos engañemos, no desapreció, solamente se recicló.
Los personajes de esta película sin duda vendrían a ser un reflejo de esa mentalidad. Gente que nació acomodada, que creció entre algodones y que al crecer han visto como todos los deseos se cumplían sin esfuerzo. Estas mujeres de Las Lomas se someten a cuidados de belleza, compran sus garras y montan opíparas fiestas con el único objeto de deslumbrar a sus amigas y a otros conocidos, obtener la aprobación o alabanza motivada por una de sus elecciones es el culmen de la existencia, el sazón de su ego. Alejandra Márquez Abella recrea un mundo dónde las mujeres viven como eternas adolescentes, las cosas que obtienen se materializan como consecuencia de su voluntad y no de su trabajo, como pago en las reuniones de trabajo han de saber estar calladitas, ser un bello adorno y ya en el conciliábulo del club las mujeres criticarán a sus maridos y a otras personas no presentes. Es un mundo sin causas y apenas consecuencias.
Por eso, debido a la gran recesión que se produjo en el país hacia 1982, la vida de estos personajes se trastoca y amenaza con un terremoto peor que el de 1985. El marido de Sofia, la protagonista, también ha vivido de las rentas, del trabajo de su padre, no sabe desenvolverse en los negocios, todo lo vino con facilidad, y cuando arrecian las vacas flacas, la familia al completo se ve expuesta al furor del oleaje. Una vez que se pincha el globo del dinero, las máscaras caen y las apariencias se desvelan tal como son. El amor matrimonial, el prestigio social, las amistades y la felicidad... de golpe nada parece seguro y tangible. Un mundo construido sobre el humo.
De Márquez Abella ya había visto "Semana Santa" y coincide con la presente "Las Niñas bien" en la construcción de dramas de sutiles, dónde los personajes se ven atrapados por las circunstancias de sus vidas y, pintando con suaves colores satíricos, cada cual se ve forzado a encarar la realidad que había bajo la fachada. La narración adopta ciertos dejes de tragedia, donde el destino es reemplazado por la crisis económica que todo lo barre. Pero sería un error y una torpeza pensar que se está frente a una telenovela o un simple melodrama. La directora cita en los agradecimientos a Michelangelo Antonioni y a Lucrecia Martel, lo cual ya nos da una buena pista de cuáles son sus referentes a la hora de construir su obra. Se impone la alusión ambigua, la referencia solamente válida para los atentos y en absoluto ofrece asideros al convencionalismo en forma de tramas artificiales y grandes aspavientos o diálogos explicativos. No pocos espectadores mirarán el metraje sin comprender nada, todo les parecerá afectado y pretencioso. Además, sus personajes no son sencillos de captar, son los opresores, que golpea con guante blanco y un mohín modoso, es gente terrible que si un trabajador reclama ser pagado, la señora opta por solicitar su despido. Es la gente de la vida fácil, de los privilegios y, en no pocas ocasiones, de la "pinche soberbia". Un ojo un poco atento notará que en el personaje de Ana Paula Hadad se dibuja el de la advenediza, el de la nueva rica recién llegada y no especialmente blanca que merece recibir todas las afiladas punzadas que le puedan lanzar estas personas terribles.
Y sí, es sumamente sutil. Requiere atención. Piensen solamente en esa escena final, la de la comida de cumpleaños, cuando Beto Hadad descubre que el marido de Sofia lleva unos gemelos que él ha reconocido como suyos y sin embargo calla porque en el fondo reconoce que el otro lleva más tiempo ejerciendo como privilegiado y prefiere callar. Es también una sutil alusión a una forma de hacer, el de la corrupción institucional? Puede ser, pero lo importante es que se perciba como se produce ese relevo generacional, cuando las Sofias se ven obligadas a agachar la mirada y aceptar el tutelaje de los nuevos poderosos, los Hadad (alusión a Carlos Slim?), que parecen haber ocupado la primera línea. Al escenificar ese relevo generacional y social, la directora emparenta su ficción con "En busca del tiempo perdido" de Proust, que también representaba la ostentosa vida de las clases altas, sus husos y costumbres, y también el período de cambio en el que la nobleza perdía el lugar frente a la burguesía.
En todo caso el conjunto supone un acertado retrato de esa gente de Las Lomas, Polanco y El Pedregal, de una forma de ver la vida y que, no nos engañemos, no desapreció, solamente se recicló.