Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with RUBÉN HERRERA
Voto de RUBÉN HERRERA:
7

Voto de RUBÉN HERRERA:
7
5,4
39.633
Acción
Un grupo de mercenarios es contratado para infiltrarse en un país sudamericano y derrocar a su despiadado y corrupto dictador. Una vez allí, se verán atrapados en una telaraña de engaño y traición. Una vez fracasada la misión, tendrán que enfrentarse a un reto aún más difícil; salvar la unidad del grupo y la amistad que los ha unido durante largos años. (FILMAFFINITY)
27 de agosto de 2011
27 de agosto de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No, no se trata del eslogan de l’Oréal. Ésta es una de las frases más vacilonas y significativas de este gamberro filme.
Con el sello Stallone y su inconfundible aroma impregnándolo todo, he aquí un producto digno del entretenimiento que corresponde a un domingo por la tarde pero de cierta calidad.
No hay engaño que valga ni tampoco sorpresas: toneladas de testosterona y chulería masculina, escenas de acción trepidantes y espectacularmente rodadas, un reparto de lujo (atención al cameo de Gobernator) y las chicas guapas de turno para animar el sarao y de paso confirmar la heterosexualidad de los protas (que entre broma y broma de mariconeo vaya a ser que nos pensemos algo raro…).
En definitiva, Stallone nos ofrece más de lo mismo pero en empaque deluxe y en tamaño XXL.
Y es que nuestro Rocky puede con todo porque él sabe qué es lo que el público demanda y se lo da sin tonterías, absteniéndose de diálogos sobrantes y de algunos (sólo algunos) maniqueísmos yankees propios del género; tomando la materia prima que, en manos ajenas, podría ser un sub-producto vergonzoso y lamentable, y transformándola en una superproducción obscenamente entretenida.
El consagrado director de Hollywood vuelve a usar con éxito la figura del guerrero fuerte por fuera -roto por dentro que no huye de su autoconciencia del fracaso y que no deja de lado sus principios morales ni para ir al W.C.
Pero Rocky Stallone no se conforma con rendir un digno tributo a los blockbusters de los 80 y 90 y salpicarlo de un sano sarcasmo. Su guiño a los héroes de esteroide y puño de acero es ante todo comprometido con la causa. Él quiere mostrarnos que sus soldaditos metabolizados no son sólo estereotipos a lo Chuck Norris sino que tienen alma además de músculos. Por eso, en un arranque de humildad, Stallone se muestra consciente de la caducidad de su propia existencia y, como si quisiera decirnos que reconoce ser sólo una pieza de esa máquina gigantesca que es el star-system hollywoodiense, nos deleita con un breve duelo interpretativo Rambo (Stallone) versus The Fighter (Rourke) cuyo patetismo y sensiblería resulta de lo más simpático y entrañable (me refiero a aquello de “Sabes, tío…No somos nada. Antes sí pero eso se acabó como se acabará esto. Lo que estoy pintando se secará”). Y es que, como de costumbre, el título original de la película es aquí más apropiado que su adaptación al castellano (el término inglés “expendable” significa “sustituible, prescindible”).
Y, por todo lo expuesto, les pongo un 7 a “Los mercenarios”, porque ellos lo valen.
Con el sello Stallone y su inconfundible aroma impregnándolo todo, he aquí un producto digno del entretenimiento que corresponde a un domingo por la tarde pero de cierta calidad.
No hay engaño que valga ni tampoco sorpresas: toneladas de testosterona y chulería masculina, escenas de acción trepidantes y espectacularmente rodadas, un reparto de lujo (atención al cameo de Gobernator) y las chicas guapas de turno para animar el sarao y de paso confirmar la heterosexualidad de los protas (que entre broma y broma de mariconeo vaya a ser que nos pensemos algo raro…).
En definitiva, Stallone nos ofrece más de lo mismo pero en empaque deluxe y en tamaño XXL.
Y es que nuestro Rocky puede con todo porque él sabe qué es lo que el público demanda y se lo da sin tonterías, absteniéndose de diálogos sobrantes y de algunos (sólo algunos) maniqueísmos yankees propios del género; tomando la materia prima que, en manos ajenas, podría ser un sub-producto vergonzoso y lamentable, y transformándola en una superproducción obscenamente entretenida.
El consagrado director de Hollywood vuelve a usar con éxito la figura del guerrero fuerte por fuera -roto por dentro que no huye de su autoconciencia del fracaso y que no deja de lado sus principios morales ni para ir al W.C.
Pero Rocky Stallone no se conforma con rendir un digno tributo a los blockbusters de los 80 y 90 y salpicarlo de un sano sarcasmo. Su guiño a los héroes de esteroide y puño de acero es ante todo comprometido con la causa. Él quiere mostrarnos que sus soldaditos metabolizados no son sólo estereotipos a lo Chuck Norris sino que tienen alma además de músculos. Por eso, en un arranque de humildad, Stallone se muestra consciente de la caducidad de su propia existencia y, como si quisiera decirnos que reconoce ser sólo una pieza de esa máquina gigantesca que es el star-system hollywoodiense, nos deleita con un breve duelo interpretativo Rambo (Stallone) versus The Fighter (Rourke) cuyo patetismo y sensiblería resulta de lo más simpático y entrañable (me refiero a aquello de “Sabes, tío…No somos nada. Antes sí pero eso se acabó como se acabará esto. Lo que estoy pintando se secará”). Y es que, como de costumbre, el título original de la película es aquí más apropiado que su adaptación al castellano (el término inglés “expendable” significa “sustituible, prescindible”).
Y, por todo lo expuesto, les pongo un 7 a “Los mercenarios”, porque ellos lo valen.