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Voto de Talibán:
9

Voto de Talibán:
9
7,6
3.464
16 de abril de 2010
16 de abril de 2010
62 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con paciencia y tiempo para ver muchas películas, puede advertirse quién es. Siempre la misma. Es la abuela de un niño que es compañero de colegio del hijo de Joan Crawford. Es la enfermera que se lleva una bandeja sin una línea de diálogo. Es la quinta viuda del primer banco de la iglesia empezando por la izquierda. Es la pesada tía Sally a la que el guionista hace esperar en el vestíbulo toda la película. Es la mujer del minero tan poco importante que ni siquiera muere en el derrumbamiento.
La encontramos en la Revolución Francesa, la mujer que grita “¡Muerte!” cuando María Antonieta sube a la guillotina. En México nunca llega a enterarse de que su hija ha sido seducida por El Zorro. Luego la tenemos de cocinera preguntando si el señor se quedará a cenar sin sospechar que el señor tiene previsto asesinar a Lincoln esa noche. Y allí está, en el Mississippi, agitando su paraguas ante la partida del vapor en el que se escapa Huckleberry Finn.
En 1943 va a parar a Praga, atendiendo a la protagonista en su comercio de comestibles. Después de eso debería haber aparecido de matrona en un pequeño pueblo de Kentucky, pero es retenida en Praga. Los nazis, que han invadido el país, la llaman y la interrogan: la resistencia ha matado a Heydrich y se sospecha que el responsable pudo haber pasado delante de su tienda.
La película es “Los verdugos también mueren”, una gran cinta antinazi que Fritz Lang hizo con un productor independiente para poder rodarla como si no hubiesen pasado los años desde “M” (de hecho es la película americana de Lang con un estilo más cercano a “M”). Está llena de vibrantes discursos, secuencias brillantísimas, emociones legítimas.
Con todo y a pesar de que sólo tiene cuatro brevísimas escenas, la tendera, que ya tiene nombre y se llama Sra. Dvorak, se apodera de la película. A la Sra. Dvorak – a la enfermera anónima, a la quinta viuda del primer banco, a la madre de la posadera- por una vez le cae encima la arbitraria brutalidad de los criminales y ni hace discursos, ni escupe a sus verdugos: se limita a padecer la tortura y a dejarse llevar por su instinto de ser humano. Se limita, en suma, a ser una persona corriente. Sin saberlo, ha encontrado una receta infalible para derrotar a los invasores.
La encontramos en la Revolución Francesa, la mujer que grita “¡Muerte!” cuando María Antonieta sube a la guillotina. En México nunca llega a enterarse de que su hija ha sido seducida por El Zorro. Luego la tenemos de cocinera preguntando si el señor se quedará a cenar sin sospechar que el señor tiene previsto asesinar a Lincoln esa noche. Y allí está, en el Mississippi, agitando su paraguas ante la partida del vapor en el que se escapa Huckleberry Finn.
En 1943 va a parar a Praga, atendiendo a la protagonista en su comercio de comestibles. Después de eso debería haber aparecido de matrona en un pequeño pueblo de Kentucky, pero es retenida en Praga. Los nazis, que han invadido el país, la llaman y la interrogan: la resistencia ha matado a Heydrich y se sospecha que el responsable pudo haber pasado delante de su tienda.
La película es “Los verdugos también mueren”, una gran cinta antinazi que Fritz Lang hizo con un productor independiente para poder rodarla como si no hubiesen pasado los años desde “M” (de hecho es la película americana de Lang con un estilo más cercano a “M”). Está llena de vibrantes discursos, secuencias brillantísimas, emociones legítimas.
Con todo y a pesar de que sólo tiene cuatro brevísimas escenas, la tendera, que ya tiene nombre y se llama Sra. Dvorak, se apodera de la película. A la Sra. Dvorak – a la enfermera anónima, a la quinta viuda del primer banco, a la madre de la posadera- por una vez le cae encima la arbitraria brutalidad de los criminales y ni hace discursos, ni escupe a sus verdugos: se limita a padecer la tortura y a dejarse llevar por su instinto de ser humano. Se limita, en suma, a ser una persona corriente. Sin saberlo, ha encontrado una receta infalible para derrotar a los invasores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
IMDb proporciona el nombre. La viuda, la abuela, la cocinera, la señora anónima, la enfermera, la Sra. Dvorak es Sarah Padden. 200 películas y jamás nos enteramos de que existía hasta que tuvo un mal día en Praga de la mano de Fritz Lang. He enviado a la wikipedia la siguiente propuesta de modificación en la entrada de “Fritz Lang” para ser tenida en cuenta a partir de 2043:
“Fritz Lang fue un director de cine expresionista alemán. Se le recuerda por haber participado como director y guionista en “Los verdugos también mueren” (1943), film de la actriz Sarah Padden (link) en la que interpreta a la Sra. Dvorak (link), una de sus más intensas actuaciones cinematográficas. Otras obras de Lang son Metrópolis, M y La mujer del cuadro.”
Al elegir a la reina de la clase yo jamás votaba a la más guapa.
“Fritz Lang fue un director de cine expresionista alemán. Se le recuerda por haber participado como director y guionista en “Los verdugos también mueren” (1943), film de la actriz Sarah Padden (link) en la que interpreta a la Sra. Dvorak (link), una de sus más intensas actuaciones cinematográficas. Otras obras de Lang son Metrópolis, M y La mujer del cuadro.”
Al elegir a la reina de la clase yo jamás votaba a la más guapa.