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Voto de AcorazadoCinefilo:
7

Voto de AcorazadoCinefilo:
7
6,0
69
15 de agosto de 2023
15 de agosto de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Gusanos de seda” (1976) es una infravalorada y olvidada película española de la transición, del director “maldito” Francisco Rodríguez Fernández. Con un sólido guión de Ramón de Diego -a pesar de que la segunda parte del film, en un pueblo de la sierra, decae algo la historia-; una luminosa y nítida fotografía de Manuel Rojas, que sorprende hoy por su extraordinaria calidad, cuando tantas películas españolas de la época ofrecen una paupérrima imagen borrosa; una música muy elegante y triste de Emilio de Diego, con arreglos de Víctor y Diego para guitarra clásica, piano y conjunto camerístico; y, sobre todo, una dirección contenida, con gusto por los encuadres y secuencias resueltas con austeridad casi “bressoniana”.
Francisco Rodríguez dirigió, entre otras, cintas tan sugerentes como: “La casa grande” (1975); “Gusanos de seda” (1976); “Jaque a la dama” (1978); “Hierro dulce” (1985); “Testigo azul (Alucinema)” (1988); “Quince” (1998) y “90 millas” (2005). Todas estas películas son “diferentes”: experimentales –los “alucinemas”- y austeras. Ni la industria le ha tenido en cuenta, ni los críticos tampoco. El público no existe. Sus films no han tenido difusión.
La historia se sitúa en Madrid en los días anteriores al estallido de la Guerra Civil, en el año 1936. Rosita (llamada también Rosalía) (Esperanza Roy), es una mujer que padece retraso mental, incapaz de hablar, obligada por su padre, un rico empresario de taxis, don Ernesto (Alfredo Mayo) a casarse con un pusilánime oficinista entrado en años, Alberto (Antonio Ferrandis). Éste está sometido a su madre egoísta, doña Piedad (Rafaela Aparicio). Incapaz de consumar el matrimonio, y anhelando el dinero que el suegro les daría si tuviera un nieto, doña Piedad obliga al marido de la criada (Florinda Chico), un fugitivo republicano herido, a violar a Rosalía. Ante la repentina situación de hambre desencadenada, tras la detención y expropiación de los bienes de don Ernesto, doña Piedad decide explotar sexualmente a la chica disminuida, ofreciéndola al alcalde falangista del pueblo en el que se han refugiado (Agustín González).
El film presenta un reparto excepcional:
Rafaela Aparicio, en uno de sus mejores papeles, si no el mejor, deja su vis cómica para dar una lección de interpretación dramática, que consigue crear en el espectador una auténtica aversión hacia este personaje sin alma. Doña Piedad es una madre posesiva, sin entrañas; capaz de traicionar a su hijo cuando éste la desobedece, de entregar sexualmente a su nuera disminuida a quien detenta el poder; de mandar al paredón con engaños a su criada -Florinda Chico- y a su marido. No tiene escrúpulos porque es una superviviente nata.
Esperanza Roy da muestras de su talento en su absoluto dominio de la expresión corporal, puesto que su papel es prácticamente mudo, si exceptuamos sus gritos de impotencia ante la violación y el hambre. Interpreta a una mujer con severo retraso mental, que es entregada por su padre a un gris oficinista solterón entrado en años, dominado por su madre. Es la víctima inocente, de la que todos quieren extraer beneficio –sexual, económico-
Esperanza Roy, obtuvo el premio de interpretación femenina del CEC (Círculo de escritores cinematográficos).
La metáfora de los gusanos de seda que colecciona el apocado chupatintas puede interpretarse como la situación de España en los momentos posteriores a la muerte del dictador Franco, simbolizada en la mujer disminuida, de la que todos abusan. Y que es vendida por una suegra “madrastra”.
El tono del film es asfixiante: los broncos gemidos de Rosalía al ser violada, los gestos mezquinos de hijo y madre, la violencia de los sublevados falangistas. La mirada del protagonista sobre las crisálidas es la mirada sobre su propia vida, prisionera de la tiranía materna, y la mirada, quizá, del director sobre el destino incierto de España.
En definitiva, estamos ante una obra valiosa de la cinematografía española, que ha sido víctima de injustas críticas y del olvido de su director.
Francisco Rodríguez dirigió, entre otras, cintas tan sugerentes como: “La casa grande” (1975); “Gusanos de seda” (1976); “Jaque a la dama” (1978); “Hierro dulce” (1985); “Testigo azul (Alucinema)” (1988); “Quince” (1998) y “90 millas” (2005). Todas estas películas son “diferentes”: experimentales –los “alucinemas”- y austeras. Ni la industria le ha tenido en cuenta, ni los críticos tampoco. El público no existe. Sus films no han tenido difusión.
La historia se sitúa en Madrid en los días anteriores al estallido de la Guerra Civil, en el año 1936. Rosita (llamada también Rosalía) (Esperanza Roy), es una mujer que padece retraso mental, incapaz de hablar, obligada por su padre, un rico empresario de taxis, don Ernesto (Alfredo Mayo) a casarse con un pusilánime oficinista entrado en años, Alberto (Antonio Ferrandis). Éste está sometido a su madre egoísta, doña Piedad (Rafaela Aparicio). Incapaz de consumar el matrimonio, y anhelando el dinero que el suegro les daría si tuviera un nieto, doña Piedad obliga al marido de la criada (Florinda Chico), un fugitivo republicano herido, a violar a Rosalía. Ante la repentina situación de hambre desencadenada, tras la detención y expropiación de los bienes de don Ernesto, doña Piedad decide explotar sexualmente a la chica disminuida, ofreciéndola al alcalde falangista del pueblo en el que se han refugiado (Agustín González).
El film presenta un reparto excepcional:
Rafaela Aparicio, en uno de sus mejores papeles, si no el mejor, deja su vis cómica para dar una lección de interpretación dramática, que consigue crear en el espectador una auténtica aversión hacia este personaje sin alma. Doña Piedad es una madre posesiva, sin entrañas; capaz de traicionar a su hijo cuando éste la desobedece, de entregar sexualmente a su nuera disminuida a quien detenta el poder; de mandar al paredón con engaños a su criada -Florinda Chico- y a su marido. No tiene escrúpulos porque es una superviviente nata.
Esperanza Roy da muestras de su talento en su absoluto dominio de la expresión corporal, puesto que su papel es prácticamente mudo, si exceptuamos sus gritos de impotencia ante la violación y el hambre. Interpreta a una mujer con severo retraso mental, que es entregada por su padre a un gris oficinista solterón entrado en años, dominado por su madre. Es la víctima inocente, de la que todos quieren extraer beneficio –sexual, económico-
Esperanza Roy, obtuvo el premio de interpretación femenina del CEC (Círculo de escritores cinematográficos).
La metáfora de los gusanos de seda que colecciona el apocado chupatintas puede interpretarse como la situación de España en los momentos posteriores a la muerte del dictador Franco, simbolizada en la mujer disminuida, de la que todos abusan. Y que es vendida por una suegra “madrastra”.
El tono del film es asfixiante: los broncos gemidos de Rosalía al ser violada, los gestos mezquinos de hijo y madre, la violencia de los sublevados falangistas. La mirada del protagonista sobre las crisálidas es la mirada sobre su propia vida, prisionera de la tiranía materna, y la mirada, quizá, del director sobre el destino incierto de España.
En definitiva, estamos ante una obra valiosa de la cinematografía española, que ha sido víctima de injustas críticas y del olvido de su director.