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Voto de Pedro Triguero_Lizana:
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Voto de Pedro Triguero_Lizana:
7
7,0
9.598
Intriga. Terror
Una carta que hace sospechar que una joven desaparecida ha sido asesinada lleva al sargento Howie de Scotland Yard hasta Summerisle, una isla en la costa de Inglaterra. Allí el inspector se entera de que hay una especie de culto pagano, y conoce a Lord Summerisle, el líder religioso de la isla... (FILMAFFINITY)
14 de mayo de 2014
14 de mayo de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera reacción ante una película como ésta, que puede gustar o no, pero no deja a nadie indiferente, sólo puede ser la perplejidad, la sensación de haber visto un film rarísimo, alucinante. Incluso el título de esta crítica me sale raro, extraño, como no podía ser menos. Es una película que, en ocasiones, parece adentrarse en el terreno de lo ridículo y lo grotesco (ver a Christopher Lee vestido de mujer en la romería del final no tiene precio, sin duda). Por otro lado, el guión mezcla alegremente el megalitismo con aspectos de la cultura celta de la Antigüedad -está documentada en los textos latinos la costumbre de los celtas de la Galia de construir gigantescos hombres de mimbre que llenaban de animales y de asesinos, para luego quemarlos, en ritos de carácter sacrificial; cuando no había asesinos a mano, quemaban a inocentes, así de salvajes eran los celtas-, cuando la cultura de los celtas y el megalitismo responden a dos culturas y dos momentos históricos totalmente diferentes.
Como en "El planeta de los simios" -me refiero a la primera película de esta saga, la dirigida por Franklin J. Schaffner-, aquí se invierte poco a poco la normalidad, de manera que el visitante que se cree en poder de la verdad y la justicia acaba convirtiéndose en el marginado, más aún, en una víctima, en un mártir. El policía protagonista (Edward Woodward) es católico; no es ésta la primera o la única vez en la que el cine británico se mete, de un modo u otro, con el catolicismo. La dicotomía que enfrenta al policía con los habitantes de la isla no está sólo, diríase, en el conflicto entre la religión católica y los cultos paganos de los antiguos celtas, está también entre lo que se considera norma social, y transgresión; entre la represión sexual y unos usos sexuales que parecen muy libres, pero que, en realidad, son parte de otra norma coercitiva. Al fin y al cabo, los extraños habitantes de la isla se asemejan a una secta, sobre todo al final. Es precisamente por su represión sexual por lo que el policía es dominado y confundido por los demás: es, en suma, el mundo al revés.
La película es muy rara por la ambigüedad del punto de vista, un punto de vista que cuenta la historia, principalmente, desde la perspectiva del policía, que es, en principio, el bueno, pero que no impide que venzan el mal y la barbarie al final. Eso da a toda la historia un aire muy desasosegante. "El hombre de mimbre" es un film que, a fuerza de querer ser relativista, y promover interesantes reflexiones sobre cultura y normas sociales, da un poco de mal rollo.
Pese a las debilidades del guión -en esa isla escocesa, ¿cómo puede haber palmeras?, ¿hacen sacrificios humanos para que el señor de la isla, a la manera de un señor feudal del siglo XX, aumente su producción de manzanas y se haga así más rico?- y sus excentricidades, es una película muy estimable, que todo aficionado al cine (todo aficionado al cine raro, sobre todo) debería ver, si no la ha visto ya. Al menos, por su capacidad para provocar al espectador.
Como en "El planeta de los simios" -me refiero a la primera película de esta saga, la dirigida por Franklin J. Schaffner-, aquí se invierte poco a poco la normalidad, de manera que el visitante que se cree en poder de la verdad y la justicia acaba convirtiéndose en el marginado, más aún, en una víctima, en un mártir. El policía protagonista (Edward Woodward) es católico; no es ésta la primera o la única vez en la que el cine británico se mete, de un modo u otro, con el catolicismo. La dicotomía que enfrenta al policía con los habitantes de la isla no está sólo, diríase, en el conflicto entre la religión católica y los cultos paganos de los antiguos celtas, está también entre lo que se considera norma social, y transgresión; entre la represión sexual y unos usos sexuales que parecen muy libres, pero que, en realidad, son parte de otra norma coercitiva. Al fin y al cabo, los extraños habitantes de la isla se asemejan a una secta, sobre todo al final. Es precisamente por su represión sexual por lo que el policía es dominado y confundido por los demás: es, en suma, el mundo al revés.
La película es muy rara por la ambigüedad del punto de vista, un punto de vista que cuenta la historia, principalmente, desde la perspectiva del policía, que es, en principio, el bueno, pero que no impide que venzan el mal y la barbarie al final. Eso da a toda la historia un aire muy desasosegante. "El hombre de mimbre" es un film que, a fuerza de querer ser relativista, y promover interesantes reflexiones sobre cultura y normas sociales, da un poco de mal rollo.
Pese a las debilidades del guión -en esa isla escocesa, ¿cómo puede haber palmeras?, ¿hacen sacrificios humanos para que el señor de la isla, a la manera de un señor feudal del siglo XX, aumente su producción de manzanas y se haga así más rico?- y sus excentricidades, es una película muy estimable, que todo aficionado al cine (todo aficionado al cine raro, sobre todo) debería ver, si no la ha visto ya. Al menos, por su capacidad para provocar al espectador.