Pues resulta que el bueno de Nacho G. Velilla oyó hablar de un profesor con el poder educativo que tiene el ajedrez en los niños y decidió hacer una película, pero no sé muy bien en qué momento todo se vistió con traje de estereotipos y tópicos sacados de cualquier película cien veces vista o, quizás, simplemente vio la excelente ‘Mentes Peligrosas’ y pensó en hacer su versión española.

El caso es que ‘Menudas piezas’ es un naufragio desde su esperpéntica escena de apertura que, de verdad, he intentado querer, pero que me ha parecido a ratos insoportable. Por muy bien que me caiga Alexandra Jiménez y tenga el carisma para aguantar la función, la película se desinfla cada vez que la veo hablar con los supuestos «peores de la clase». Y es que es justo ahí donde, en vez de ahondar en los problemas de cada chico, los tocamos de refilón para hacer cuatro chistes fáciles y continuar con el show. Así no, así es imposible que lo que suceda en las aulas me atraiga o quiera que los pobres piezas se lleven una alegría.

Contrasta mucho el filme cuando la película se centra más en los personajes de Miguel Rellán, María Adánez o Frances Orella. Estos están jugando en otra liga, saben perfectamente el camino que tenía que haber llevado la trama y dan el tono justo y necesario para que les adore cada minuto que aparecen en pantalla. Necesito más de ellos y menos de los otros. La tragedia del padre, por ejemplo, está muy bien llevada.

Luces y sombras en ‘Menudas piezas’ en la que las sombras acaban tiñendo de oscuro el futuro de la película.

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