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Voto de DavidCarideS:
8

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8
6,6
45.962
Comedia. Drama. Ciencia ficción
Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), estudiante de posgrado de Astronomía, y su profesor, el doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) hacen un descubrimiento tan asombros como terrorífico: un enorme cometa lleva un rumbo de colisión directa con la Tierra. El otro problema es... que a nadie le importa. Kate y Randall emprenden una gira mediática advertir a la humanidad que los lleva desde la indiferente presidenta Orlean (Meryl Streep) y ... [+]
29 de diciembre de 2021
29 de diciembre de 2021
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Armageddon', una historia heróica sobre el valor del sacrificio y el futuro de la humanidad, con énfasis periódico en planos contrapicados para recalcar la grandeza de los "hombres" que miran hacia un horizonte por conquistar.
'No mires arriba', una historia humana sobre nuestra estupidez, irraciocinio y nulas probabilidades de supervivencia, con el claro y antiheróico mensaje de no mirar arriba, pero, ¿al asteroide o a los héroes? En cualquier caso da lo mismo, porque el futuro es inimaginable.
'Armageddon' una película que verás con el cerebro desconectado, que celebrarás con festividad aún cuando, de forma snob, la critiques por ser mala, pues su única pretensión será que te olvides de que tu vida es una mierda.
'No mires arriba', una película que te escupe, insulta y denigra mil veces con festividad suicida, que no le importa ser desagradable porque odiándola le das precisamente la razón, porque la haces cumplir con su objetivo: recordarte que, por mucho que te posiciones, apeles al valor y a la ética, sigues siendo un gilipollas que necesita de un abrazo ante su mierda de existencia, ante el fin de los tiempos.
'Armageddon', la forma por bandera, el entretenimiento vacío, la turra sobre que la humanidad merece salvarse. Hipérboles heróicas sobre nuestra verdad antropocéntrica.
'No mires arriba', el fondo, las preguntas, la angustia, la frustración, el porqué nos merecemos la extinción. La verdad sin píldoras doradas. Aunque a veces parezca exagerada, en realidad no lo es. Ahí está la Tragedia.
Y si ya nos vamos a Aristóteles, a su Poética, que es el primer tratado de narrativa que se conoce, vemos que esto no es nada nuevo. Históricamente la Tragedia sigue a la Epopeya. Los mitos heróicos se destruyen cuando se encuentran con la triste realidad colectiva. Los héroes se olvidarán cuándo otros eleven el nivel de la gesta, pero los seres humanos, conflictivos e imperfectos, que pueblan las Tragedias, te formularán preguntas que igual te resuelven el estómago aún cuando ya hayas olvidado sus historias de origen.
Como espectador estoy muy agradecido que se empiecen a contar con más frecuencia este segundo tipo de historias. Lo llevo pensando un tiempo. Por eso defiendo 'The Last Jedi', 'Matrix Resurrections' o 'The Last of Us II', por su valentía para destruir cualquier tipo de heroicidad anterior en sus respectivas y multimillonarias franquicias. Por sus ganas de tocarle los cojones a los espectadores que creen que las películas salen de una cadena de montaje y son como consoladores para su propia y feliz masturbación. La vida es gris, jodida y a todas luces llena de putadas, y los momentos de felicidad son fotogramas llenos de magia con los que simplemente topamos por el camino, como aquellos que componen algunas partes del tercer acto de 'No mires arriba'. Que no se nos olvide nunca, porque eso es lo que nos hará valorar las cosas buenas que tenemos, en su justa medida.
'No mires arriba', una historia humana sobre nuestra estupidez, irraciocinio y nulas probabilidades de supervivencia, con el claro y antiheróico mensaje de no mirar arriba, pero, ¿al asteroide o a los héroes? En cualquier caso da lo mismo, porque el futuro es inimaginable.
'Armageddon' una película que verás con el cerebro desconectado, que celebrarás con festividad aún cuando, de forma snob, la critiques por ser mala, pues su única pretensión será que te olvides de que tu vida es una mierda.
'No mires arriba', una película que te escupe, insulta y denigra mil veces con festividad suicida, que no le importa ser desagradable porque odiándola le das precisamente la razón, porque la haces cumplir con su objetivo: recordarte que, por mucho que te posiciones, apeles al valor y a la ética, sigues siendo un gilipollas que necesita de un abrazo ante su mierda de existencia, ante el fin de los tiempos.
'Armageddon', la forma por bandera, el entretenimiento vacío, la turra sobre que la humanidad merece salvarse. Hipérboles heróicas sobre nuestra verdad antropocéntrica.
'No mires arriba', el fondo, las preguntas, la angustia, la frustración, el porqué nos merecemos la extinción. La verdad sin píldoras doradas. Aunque a veces parezca exagerada, en realidad no lo es. Ahí está la Tragedia.
Y si ya nos vamos a Aristóteles, a su Poética, que es el primer tratado de narrativa que se conoce, vemos que esto no es nada nuevo. Históricamente la Tragedia sigue a la Epopeya. Los mitos heróicos se destruyen cuando se encuentran con la triste realidad colectiva. Los héroes se olvidarán cuándo otros eleven el nivel de la gesta, pero los seres humanos, conflictivos e imperfectos, que pueblan las Tragedias, te formularán preguntas que igual te resuelven el estómago aún cuando ya hayas olvidado sus historias de origen.
Como espectador estoy muy agradecido que se empiecen a contar con más frecuencia este segundo tipo de historias. Lo llevo pensando un tiempo. Por eso defiendo 'The Last Jedi', 'Matrix Resurrections' o 'The Last of Us II', por su valentía para destruir cualquier tipo de heroicidad anterior en sus respectivas y multimillonarias franquicias. Por sus ganas de tocarle los cojones a los espectadores que creen que las películas salen de una cadena de montaje y son como consoladores para su propia y feliz masturbación. La vida es gris, jodida y a todas luces llena de putadas, y los momentos de felicidad son fotogramas llenos de magia con los que simplemente topamos por el camino, como aquellos que componen algunas partes del tercer acto de 'No mires arriba'. Que no se nos olvide nunca, porque eso es lo que nos hará valorar las cosas buenas que tenemos, en su justa medida.