Qué ironía, madre mía. Que cuenten la historia del increíble hombre menguante y que el enorme fallo de la película sea su pesadez elefantiásica, su largura infinita, su cháchara inacabable.
Hora y media de tran tran, de triste trote cochinero, para que solo el rato final tenga algún sentido, genio, ingenio y gracia. ¿Y ese primer tramo? Subatómico, desaparecido en el espacio tiempo, ni está ni se le espera. O eso me hubiera gustado a mí por lo menos; que la tortura del gota a gota se hubiese reducido a su mínima expresión, a la de un mediometraje, ya que es evidente que no había con qué, ni modo ni guion ni nada cono lo que ocupar el resto pelma; chistes malos, simples y bobos, parloteo paterno filial infernal, imposible, explicaciones ¿¡científicas!? completamente innecesarias, frases rimbombantes escuchadas millones de veces ("va a sembrar el caos", o mejor, "cambiará la textura de la realidad", o... ), diálogos constantes y soporíferos, ligoteo subhumano (ni las hormigas son tan previsibles y lamentables durante sus carnales escarceos, dónde va a parar)...
Pues lo dicho, el universo hormiga, la pelea con el vengador y el glorioso cierre; todo lo otro, metraje basura, relleno formulario para poder estrenarla con, se supone, una duración más adecuada, en verdad, sin sentido ninguno.