Soy muy crítica con la animación actual, no lo niego. Veo un patrón común que me parece tremendamente perjudicial para la industria animada. En otras ocasiones he hablado de lo «moé» y en «Rascal Does Not Dream of Bunny Girl Sempai» (en adelante «Rascal») hay que tener ese concepto muy presente, por desgracia. Cierto que este anime tiene un planteamiento interesante y tres primeros capítulos muy buenos, pero nada de eso puede cegarnos al valorar esta serie en su conjunto, en sus trece capítulos completos, que por cierto no cierran toda la historia.

Así pues, ¿qué nos encontramos en «Rascal»? De entrada una idea original: tratar los conflictos juveniles a través de la ciencia ficción. Empieza la serie con la historia paranormal de Mai Sakurajima, el objeto de deseo no solo del protagonista Sakuta Azusagawa sino también de buena parte de los espectadores varones; no te voy a contar nada de su problema porque merece la pena verlo sin tener ni idea. Sakuta es responsable y tiene un sentido del humor interesante, aunque yo creo que va perdiendo entidad a medida que la serie avanza. Sea como sea, rápidamente identificamos el principal problema de «Rascal»: que se equivoca por completo al no darle el protagonismo precisamente a Mai, a su síndrome, a su historia y a su romance, lo cual debería haber tenido mucho más desarrollo y no empezar y concluir con tantas prisas. Pero es que, claro, en un anime prototipo actual no puedes conformarte con una chica mona, sino que necesitas mínimo media docena que revoloteen alrededor del protagonista masculino. De hecho, Mai se pierde por completo de la historia, no aporta nada excepto poner un rostro bonito y servir solo de enganche sexual para los espectadores.

Además, estos conflictos adolescentes están tratados en mi opinión con más fachada que fundamento y con una peligrosa tendencia a las rayadas mentales, como en el caso del personaje de Rio Futaba, o al cuanto más mejor, como por ejemplo le pasa a la hermana pequeña del protagonista; Kaede tiene de las historias más impactantes e interesantes pero por algún motivo todo se descompone, entre los padres ausentes y/o pasotas de sus propios hijos, y sus distintos añadidos a un síndrome que ya es fuerte de por sí. Por supuesto, se sigue la estela del drama psicológico y otra vez nos encontramos con un mundo adolescente totalmente adulto en el que no es casualidad que las personas mayores estén desterradas. Es como si no los necesitaran porque ya están ellos para representar ese papel. Otro ejemplo sobre esto: la relación entre Mai y Sakuta. Sin duda empieza con una fuerte contenido romántico, pero enseguida su relación se parece más a un matrimonio desganado, muy maduros ellos se supone pero también totalmente faltos de emoción a los dieciséis años.

Quizás es que los japoneses son así y nos han engañado durante décadas mostrándonos una juventud que llamaré normal, aun en su anormalidad animada. Correcta siendo generosos.