El último cazador de brujas es otra película de encargo más, diseñada para un público bobalicón y poco exigente. La fórmula es la siguiente: cogemos a un actor consagrado (Vin Diesel), le juntamos con una actriz de la serie de moda (la pelirroja esa que sólo sabe poner morritos), le metemos explosiones y CGI por todos los lados y listo.

La cosa es que la jugada salió regular. Porque la recaudación fue comparable a la calidad de la película, porque Vin Diesel cada vez tiene menos expresividad y más cara de zampabollos, y porque Elijah Wood no nos falla y vuelve a elegir un papel de mierda.

Voy a reconocer que el prólogo es muy bueno, recordando un poco a una película que me gustó bastante más que esta, de Nicolas Cage y Ron Perlman, pero en seguida empieza a oler a cerrado.
Hay escenas realmente apestosas, como esa al principio, en casa del personaje de Michael Caine, en la que las brujas malvadas realizan un complejo hechizo de ocultación para que Vin Diesel no las descubra, pero se olvidan de recoger una docena de insectos del tamaño de mi puño que hay por el suelo y que las incrimina.
Y después está la reina de las brujas, que, hay momentos —cuando no hay ningún personaje relevante de por medio—, que tiene unos poderes de la leche, pero, en cambio, cuando los protas se ven con ella, no tiene ni media ostia, y estoy convencido de que Vin Diesel o, no sé, Michael Caine con sus ochenta y siete años, podían haberla derrotado simplemente dándole de tortas.

En fin, una película realmente mala.