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Voto de Kikivall:
8

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8
5,8
4.828
Comedia. Drama
Colombo trabaja en un garaje 24 horas y complementa su mísero sueldo trapicheando con marihuana. Mario, un tipo peculiar y aficionado a las aves, que aparece inesperadamente en el garaje, lo contrata de chófer para ir a la Costa Brava a ver grullas. Pero al llegar a su destino, le cuenta que las aves han variado su rumbo migratorio hacia el delta del Danubio, en Rumanía. Mario necesita llegar hasta allí. Y Colombo necesita el dinero. ... [+]
7 de abril de 2024
7 de abril de 2024
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pau Durá, director amén de actor, conduce con oficio y pulso esta cinta que viene a ser obra entre psicológica y humanista. Se conduce por un guion del propio Durà junto a Ana M. Peiró, un libreto lúcido sobre lo perdido, sentimental, que reflexiona sobre lo que nos une y que se desliza un poco más allá del final.
Un puntal principal de esta película son los intérpretes que dan vida a sendos personajes, singulares ambos e inicialmente en apariencia antagónicos. Dos hombres alrededor de la cincuentena, reconocibles en su patetismo, muertos de miedo y de fracaso, de mediocridad y de pena, pero al mismo tiempo fieles a la ardua tarea de esconder sus entretelas plan avestruz.
Un genial Javier Gutiérrez da vida a Colombo, un hombre que no lleva nada bien la gestión de su vida; es optimista y acaba de separarse; padre de familia, trabaja en un garaje de Valencia, vende marihuana para ganar unos euros de plus, ve poco a su hijo y carece de recursos. Un sensacional Luis Zahera es Mario, un hombre enfermo, misterioso, taciturno, con una lágrima asomando de manera perenne y empañándole siempre las gafas; es un apasionado por las aves en libertad.
Mario entra en la vida de Colombo proponiéndole que se convierta en su chófer y lo lleve a la Costa Brava para ver las grullas, y le ofrece una apetitosa cantidad de dinero a cambio.
Pero esta «road movie» de dos hombres al límite no acaba en Cataluña. Después de varias paradas europeas y el inicio de una historia de amor entre Colombo y una alegre italiana recién separada de un marido violento (magnífica y divertida Teresa Saponangelo), llegan hasta Rumanía buscando a Olimpia, el amor de Mario, la mujer a la amó realmente, a la más amó en su vida, a quien le quiere dar un dinero a modo de reparación por una deuda antigua, después de haber sufrido un accidente.
Emotiva música de la compositora y cantante Magalí Datzira y una estupenda fotografía de David Omedes que recoge ambientes diversos, paisajes y ciudades variadas por diversos países. Este drama, por momentos tragicomedia, se va a abriendo paso después que vamos entendiendo los motivos que mueven a cada uno en ese viaje y en general, en la vida.
Escuchamos en la trama la errores propios y ajenos, vacíos, miradas, reacciones súbitas, enojo y júbilo, y dolor, mucho dolor. En el crepúsculo de la cinta este par de seres con una existencia tortuosa y difícil, observan el Mar Negro desde un fabuloso paisaje. Es en este punto cuando ambos comprenden que han llegado definitivamente a su destino.
Es una de esas películas que se toma su tiempo para ir profundizando serenamente y sin apuro sobre las características y la naturaleza de los personajes, concretamente Colombo y Mario dos navegantes por la vida que tienen una vida por atrás, experiencias muchas, algunas calamitosas, otras comunes, otras accidentadas, y todas habiendo dejado huella e incluso cicatrices en esa aventura que es el vivir. Ese empeño de análisis y auscultación queda suavemente enfocado y casi delineado, dejando al espectador la sensación de haber sido partícipe de una aventura conmovedora.
Un puntal principal de esta película son los intérpretes que dan vida a sendos personajes, singulares ambos e inicialmente en apariencia antagónicos. Dos hombres alrededor de la cincuentena, reconocibles en su patetismo, muertos de miedo y de fracaso, de mediocridad y de pena, pero al mismo tiempo fieles a la ardua tarea de esconder sus entretelas plan avestruz.
Un genial Javier Gutiérrez da vida a Colombo, un hombre que no lleva nada bien la gestión de su vida; es optimista y acaba de separarse; padre de familia, trabaja en un garaje de Valencia, vende marihuana para ganar unos euros de plus, ve poco a su hijo y carece de recursos. Un sensacional Luis Zahera es Mario, un hombre enfermo, misterioso, taciturno, con una lágrima asomando de manera perenne y empañándole siempre las gafas; es un apasionado por las aves en libertad.
Mario entra en la vida de Colombo proponiéndole que se convierta en su chófer y lo lleve a la Costa Brava para ver las grullas, y le ofrece una apetitosa cantidad de dinero a cambio.
Pero esta «road movie» de dos hombres al límite no acaba en Cataluña. Después de varias paradas europeas y el inicio de una historia de amor entre Colombo y una alegre italiana recién separada de un marido violento (magnífica y divertida Teresa Saponangelo), llegan hasta Rumanía buscando a Olimpia, el amor de Mario, la mujer a la amó realmente, a la más amó en su vida, a quien le quiere dar un dinero a modo de reparación por una deuda antigua, después de haber sufrido un accidente.
Emotiva música de la compositora y cantante Magalí Datzira y una estupenda fotografía de David Omedes que recoge ambientes diversos, paisajes y ciudades variadas por diversos países. Este drama, por momentos tragicomedia, se va a abriendo paso después que vamos entendiendo los motivos que mueven a cada uno en ese viaje y en general, en la vida.
Escuchamos en la trama la errores propios y ajenos, vacíos, miradas, reacciones súbitas, enojo y júbilo, y dolor, mucho dolor. En el crepúsculo de la cinta este par de seres con una existencia tortuosa y difícil, observan el Mar Negro desde un fabuloso paisaje. Es en este punto cuando ambos comprenden que han llegado definitivamente a su destino.
Es una de esas películas que se toma su tiempo para ir profundizando serenamente y sin apuro sobre las características y la naturaleza de los personajes, concretamente Colombo y Mario dos navegantes por la vida que tienen una vida por atrás, experiencias muchas, algunas calamitosas, otras comunes, otras accidentadas, y todas habiendo dejado huella e incluso cicatrices en esa aventura que es el vivir. Ese empeño de análisis y auscultación queda suavemente enfocado y casi delineado, dejando al espectador la sensación de haber sido partícipe de una aventura conmovedora.