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Voto de Kristof:
8

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8
4,6
3.658
Ciencia ficción. Drama
Una fábula épica romana ambientada en una América moderna imaginada. La ciudad de Nueva Roma debe cambiar, lo que provoca un conflicto entre César Catilina, un genio artista que busca saltar hacia un futuro utópico e idealista, y su opositor, el alcalde Franklyn Cicero, que sigue comprometido con un statu quo regresivo, perpetuando la codicia, los intereses particulares y la guerra partidista. Dividida entre ellos está la socialité ... [+]
29 de septiembre de 2024
29 de septiembre de 2024
97 de 136 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que oí comentar sobre el último salto al vacío de F. Ford Coppola es que nos encontrábamos ante el patito feo de mode en Hollywood; ningún estudio quiso producirla, nadie quería distribuirla, y su director se embarcó en una verdadera cruzada personal para sacar adelante un proyecto que, por misteriosos motivos, no hacía ni p*ñetera gracia en la ciudad de las estrellas.
¡Ya tenía toda mi atención! Siempre me han gustado los imposibles, las ideas que llevan la contraria, que cuestionan el status quo, que incomodan y remueven lo mediocre. Ante tan divergente campaña publicitaria, investigué un poco más y descubrí un elenco de nombres muy reputados, en el que por supuesto destaca Adam Driver; un actor que llegó de la nada (dígase "la nada" como el último reboot de Star Wars), a protagonizar verdaderas maravillas, como "Historias de un matrimonio".
Así que meses ha, tenía muy claro que iba a ir a verla. No obstante, quise ver el tráiler en cuanto estuvo disponible. Tras verlo, y a pocos meses de su estreno, tuve también claro que "Megalópolis" iba a ser... ¿cómo diríamos...? RARITA. Mi emoción aumentó hasta el punto de marcar en la agenda del móvil el día del estreno. Y allá que fui, embargado de cautela y sospecha, con mi Coca Cola y mis palomitas, a una sala donde éramos 12 personas; sí, las conté. Yo ya me esperaba la falta de gente, puesto que apenas se le había dado publicidad digital al filme, aunque confieso que no me molestó en absoluto.
Y de hecho, después de verla, no puedo considerarla una obra maestra. Pienso -creo firmemente, de hecho-, que un día será considerada una obra de culto, pero sin duda no es una película convencional, no está dirigida a todos los públicos, y su argumento es de muy difícil digestión hasta para el más osado cinéfilo. Una señora que estaba en la sala sacó el móvil a los 15 minutos de empezar, y en cuanto aparecieron los títulos de crédito salió despavorida de su asiento, como creo que le habrá ocurrido a tantos otros.
Con todo lo dicho, lo primero que hay que explicar es que estamos ante una FÁBULA de realismo mágico, y no de ciencia ficción.
La palabra "fábula" está fuertemente desprestigiada en nuestra época. Ya no se escriben, ni se leen, fábulas, ni siquiera/mucho menos, a los niños. Hoy en día, las fábulas están muy cerca, conceptualmente hablando, tanto de los dogmas (por sus moralejas), como de lo que ha venido a llamarse la desinformación (por sus sesgos); y en una época donde caminamos de la mano hacia el ministerio de la Verdad más orwelliano posible, las fábulas tienen nula cabida salvo que se ajusten a un canon bien sencillo dictado por minorías supuestamente "ofendibles".
Por su lado, el realismo mágico es un movimiento y un género literario que surge a principios del siglo XX, definido por su preocupación estilística y el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. Lo anterior lo he copiado de Wikipedia y sugiero al lector interesado que le eche un vistazo al artículo original; no voy a copiar aquí las características del realismo mágico, basta con tener muy presente que Megalópolis NO es ciencia ficción; no hay robots, ni IAs asesinas, ni marcianitos, no es una película sobre futuros distópicos; no es una película sobre tecnologías peligrosas, ni sobre catástrofes provocadas por el hombre...
Bueno, en realidad sí que es una película sobre catástrofes provocadas por el hombre. Es más, Megalópolis se centra en LA mayor catástrofe provocada por el hombre (y por la mujer, no soslayemos la igualdad); es decir, LA CIVILIZACIÓN.
Aquí empiezan los problemas para el espectador, ya que los artistas que señalan con más o menos acidez (y con más o menos acierto) las puñaladas que nos damos a nosotros mismos como sociedad tienden a ganarse el escarnio de la audiencia. Coppola, que es un hombre brillante, quiere contarnos una historia muy cruel, pero muy realista, y no va a ponerlo nada fácil porque (deduzco), si se va a ganar el escarnio de un modo u otro, a ser posible quiere ganárselo merecidamente, y sólo de quien consiga entender de qué habla en su obra más personal. En síntesis, Megalópolis no es una historia sencilla contada de un modo convencional, sino una monstruosa crítica social a través de mensajes ocultos.
Y entonces nos encontramos con un trampantojo, un batiburrillo de escenas grabadas en diferentes formatos; una mezcla de estilos artísticos, una sucesión caótica de diálogos aparentemente vacíos e inconexos. El resultado final es como una caja enorme de juguetes bonitos. Puedes ir sacando uno por uno, y cada uno de ellos tiene su propio significado, su propia funcionalidad ociosa. Sin embargo, cuando intentas ordenarlos todos, y extraer una valoración global del conjunto, tal cosa parece imposible.
Y entonces los críticos montan en cólera -con razón-, porque, "¿cómo se atreve el señor Coppola a insultar así nuestra inteligencia? ¡Nosotros, que a estas alturas hemos visto 14 películas de Marvel, toda clase de bodrios infumables del netflix, y los experimentos sociales del Disney moderno? Un respeto, por favor, seguimos aquí después de todo eso, y usted, ¿no tenía otra forma de contar sus pensamientos más íntimos?".
¡Ya tenía toda mi atención! Siempre me han gustado los imposibles, las ideas que llevan la contraria, que cuestionan el status quo, que incomodan y remueven lo mediocre. Ante tan divergente campaña publicitaria, investigué un poco más y descubrí un elenco de nombres muy reputados, en el que por supuesto destaca Adam Driver; un actor que llegó de la nada (dígase "la nada" como el último reboot de Star Wars), a protagonizar verdaderas maravillas, como "Historias de un matrimonio".
Así que meses ha, tenía muy claro que iba a ir a verla. No obstante, quise ver el tráiler en cuanto estuvo disponible. Tras verlo, y a pocos meses de su estreno, tuve también claro que "Megalópolis" iba a ser... ¿cómo diríamos...? RARITA. Mi emoción aumentó hasta el punto de marcar en la agenda del móvil el día del estreno. Y allá que fui, embargado de cautela y sospecha, con mi Coca Cola y mis palomitas, a una sala donde éramos 12 personas; sí, las conté. Yo ya me esperaba la falta de gente, puesto que apenas se le había dado publicidad digital al filme, aunque confieso que no me molestó en absoluto.
Y de hecho, después de verla, no puedo considerarla una obra maestra. Pienso -creo firmemente, de hecho-, que un día será considerada una obra de culto, pero sin duda no es una película convencional, no está dirigida a todos los públicos, y su argumento es de muy difícil digestión hasta para el más osado cinéfilo. Una señora que estaba en la sala sacó el móvil a los 15 minutos de empezar, y en cuanto aparecieron los títulos de crédito salió despavorida de su asiento, como creo que le habrá ocurrido a tantos otros.
Con todo lo dicho, lo primero que hay que explicar es que estamos ante una FÁBULA de realismo mágico, y no de ciencia ficción.
La palabra "fábula" está fuertemente desprestigiada en nuestra época. Ya no se escriben, ni se leen, fábulas, ni siquiera/mucho menos, a los niños. Hoy en día, las fábulas están muy cerca, conceptualmente hablando, tanto de los dogmas (por sus moralejas), como de lo que ha venido a llamarse la desinformación (por sus sesgos); y en una época donde caminamos de la mano hacia el ministerio de la Verdad más orwelliano posible, las fábulas tienen nula cabida salvo que se ajusten a un canon bien sencillo dictado por minorías supuestamente "ofendibles".
Por su lado, el realismo mágico es un movimiento y un género literario que surge a principios del siglo XX, definido por su preocupación estilística y el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. Lo anterior lo he copiado de Wikipedia y sugiero al lector interesado que le eche un vistazo al artículo original; no voy a copiar aquí las características del realismo mágico, basta con tener muy presente que Megalópolis NO es ciencia ficción; no hay robots, ni IAs asesinas, ni marcianitos, no es una película sobre futuros distópicos; no es una película sobre tecnologías peligrosas, ni sobre catástrofes provocadas por el hombre...
Bueno, en realidad sí que es una película sobre catástrofes provocadas por el hombre. Es más, Megalópolis se centra en LA mayor catástrofe provocada por el hombre (y por la mujer, no soslayemos la igualdad); es decir, LA CIVILIZACIÓN.
Aquí empiezan los problemas para el espectador, ya que los artistas que señalan con más o menos acidez (y con más o menos acierto) las puñaladas que nos damos a nosotros mismos como sociedad tienden a ganarse el escarnio de la audiencia. Coppola, que es un hombre brillante, quiere contarnos una historia muy cruel, pero muy realista, y no va a ponerlo nada fácil porque (deduzco), si se va a ganar el escarnio de un modo u otro, a ser posible quiere ganárselo merecidamente, y sólo de quien consiga entender de qué habla en su obra más personal. En síntesis, Megalópolis no es una historia sencilla contada de un modo convencional, sino una monstruosa crítica social a través de mensajes ocultos.
Y entonces nos encontramos con un trampantojo, un batiburrillo de escenas grabadas en diferentes formatos; una mezcla de estilos artísticos, una sucesión caótica de diálogos aparentemente vacíos e inconexos. El resultado final es como una caja enorme de juguetes bonitos. Puedes ir sacando uno por uno, y cada uno de ellos tiene su propio significado, su propia funcionalidad ociosa. Sin embargo, cuando intentas ordenarlos todos, y extraer una valoración global del conjunto, tal cosa parece imposible.
Y entonces los críticos montan en cólera -con razón-, porque, "¿cómo se atreve el señor Coppola a insultar así nuestra inteligencia? ¡Nosotros, que a estas alturas hemos visto 14 películas de Marvel, toda clase de bodrios infumables del netflix, y los experimentos sociales del Disney moderno? Un respeto, por favor, seguimos aquí después de todo eso, y usted, ¿no tenía otra forma de contar sus pensamientos más íntimos?".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En fin. Vamos a calmar un poco las aguas. A uno podrá disgustarle más o menos el resultado final y estar más o menos de acuerdo. A un servidor le ha encantado, aunque también me deja cierto sabor agridulce, pero no me parece justo visionar una obra de esta magnitud, y tirarla a la papelera del olvido sólo porque "es demasiado rara".
1. Megalópolis se desarrolla en Nueva Roma, es decir, en Nueva York, antaño conocida como la capital del mundo, y hoy capital de Occidente (según los yankis, que para la cartografía son unos máquinas, sobre todo para cambiarla...). Nueva Roma es una ciudad viciosa, opulenta, decadente, desquiciada, y muy poderosa; encarna y protagoniza el mundialismo, es un referente artístico, político y económico, y en sus bajos fondos los cimientos reposan en lodos resbaladizos y detritus efervescentes.
2. Los protagonistas son el alcalde de Nueva Roma (un emperador cualquiera), un banquero (el verdadero emperador), el sobrino del banquero (un drogadicto idealista y genial), la hija del alcalde (la Virtud personificada), y una mujer fatal que quiere desbancar a todo el que se le ponga de por medio. Podrían llamarse de cualquier forma, pero como estamos en Nueva Roma y ésto es una fábula, tienen nombres de obras clásicas de la literatura y la historia romanas. No llevan nombres así por casualidad; repasemos, por ejemplo, quién era Catilina*.
3. El escenario APARENTA una trifulca política, una pugna de intereses y favores, entre estos personajes surgida con motivo de los delirios del sobrino del banquero. Éste, científico galardonado con el premio Nobel por sus más recientes descubrimientos en ciencias de materiales, está impulsando un proyecto "de cambio" de Nueva Roma. Su nueva-Nueva Roma es propuesta como una ciudad más ecológica, más bonita, más amable con sus ciudadanos; sin embargo, se enfrenta a poderosos enemigos, quienes le acusan de estar dispuesto a destrozarlo todo con tal de sacar adelante tan ambiciosa utopía. Éste les reprocha inmovilismo testarudo, conservadurismo interesado y sus propios fallos como gestores... y la pugna se complica del todo y para todos cuando surge EL AMOR entre Catilina y Julia.
4. En tan complejo escenario, la trama da saltos mortales, marea al espectador con toda clase de guiños hacia otras obras, y otras épocas, y llega a resultar apabullante. La última escena muestra al nuevo emperador, victorioso sobre todos sus enemigos, con Nueva Roma llena de júbilo por su ascenso y por haber prometido un heredero virtuoso. El espectador sale de la sala, pensativo (en el mejor de los casos), hastiado (en la mayoría).
Pero porque todo lo anterior es pura apariencia, porque -insisto-, estamos ante una fábula. Las fábulas son relatos un tanto grotescos que pretenden dejar una moraleja. ¿Y cuál es la moraleja de Megalópolis? Voy a intentar resumirla:
- La masa, el ciudadano común, no tiene ni idea de cómo son los que manejan los hilos; la sociedad está manejada por personas, y los que intentan llegar arriba lo hacen a costa de ciudadanos que se suben al carro del "cambio" sin saber que quien lo pregona está al borde la demencia paranoide; la gente idolatra a drogadictos, a depresivos crónicos traumatizados con el pasado, sin tener ni la menor idea... pero SÓLO hasta que alguien perverso y con medios les haga cambiar de opinión por sus propios intereses ocultos. Entre medias, suceden accidentes e infortunios, mucha gente sufre, y las explicaciones que la masa recibe siempre cumplirán el propósito de que el poderoso siga siendo poderoso, o que el aspirante a poderoso se salga con la suya. El resultado siempre es el mismo; los de abajo tragarán con los cambios impuestos, y lo aceptarán de buen grado, pero no tendrán ni idea de a qué respondía realmente tal cambio; se les dirá que al interés de la masa, pero bien podría ser a los delirios de un idealista, o a una traición mal consumada, o a la mera oportunidad de ponerlo en marcha.
Vista así, se entiende mejor.
1. Megalópolis se desarrolla en Nueva Roma, es decir, en Nueva York, antaño conocida como la capital del mundo, y hoy capital de Occidente (según los yankis, que para la cartografía son unos máquinas, sobre todo para cambiarla...). Nueva Roma es una ciudad viciosa, opulenta, decadente, desquiciada, y muy poderosa; encarna y protagoniza el mundialismo, es un referente artístico, político y económico, y en sus bajos fondos los cimientos reposan en lodos resbaladizos y detritus efervescentes.
2. Los protagonistas son el alcalde de Nueva Roma (un emperador cualquiera), un banquero (el verdadero emperador), el sobrino del banquero (un drogadicto idealista y genial), la hija del alcalde (la Virtud personificada), y una mujer fatal que quiere desbancar a todo el que se le ponga de por medio. Podrían llamarse de cualquier forma, pero como estamos en Nueva Roma y ésto es una fábula, tienen nombres de obras clásicas de la literatura y la historia romanas. No llevan nombres así por casualidad; repasemos, por ejemplo, quién era Catilina*.
3. El escenario APARENTA una trifulca política, una pugna de intereses y favores, entre estos personajes surgida con motivo de los delirios del sobrino del banquero. Éste, científico galardonado con el premio Nobel por sus más recientes descubrimientos en ciencias de materiales, está impulsando un proyecto "de cambio" de Nueva Roma. Su nueva-Nueva Roma es propuesta como una ciudad más ecológica, más bonita, más amable con sus ciudadanos; sin embargo, se enfrenta a poderosos enemigos, quienes le acusan de estar dispuesto a destrozarlo todo con tal de sacar adelante tan ambiciosa utopía. Éste les reprocha inmovilismo testarudo, conservadurismo interesado y sus propios fallos como gestores... y la pugna se complica del todo y para todos cuando surge EL AMOR entre Catilina y Julia.
4. En tan complejo escenario, la trama da saltos mortales, marea al espectador con toda clase de guiños hacia otras obras, y otras épocas, y llega a resultar apabullante. La última escena muestra al nuevo emperador, victorioso sobre todos sus enemigos, con Nueva Roma llena de júbilo por su ascenso y por haber prometido un heredero virtuoso. El espectador sale de la sala, pensativo (en el mejor de los casos), hastiado (en la mayoría).
Pero porque todo lo anterior es pura apariencia, porque -insisto-, estamos ante una fábula. Las fábulas son relatos un tanto grotescos que pretenden dejar una moraleja. ¿Y cuál es la moraleja de Megalópolis? Voy a intentar resumirla:
- La masa, el ciudadano común, no tiene ni idea de cómo son los que manejan los hilos; la sociedad está manejada por personas, y los que intentan llegar arriba lo hacen a costa de ciudadanos que se suben al carro del "cambio" sin saber que quien lo pregona está al borde la demencia paranoide; la gente idolatra a drogadictos, a depresivos crónicos traumatizados con el pasado, sin tener ni la menor idea... pero SÓLO hasta que alguien perverso y con medios les haga cambiar de opinión por sus propios intereses ocultos. Entre medias, suceden accidentes e infortunios, mucha gente sufre, y las explicaciones que la masa recibe siempre cumplirán el propósito de que el poderoso siga siendo poderoso, o que el aspirante a poderoso se salga con la suya. El resultado siempre es el mismo; los de abajo tragarán con los cambios impuestos, y lo aceptarán de buen grado, pero no tendrán ni idea de a qué respondía realmente tal cambio; se les dirá que al interés de la masa, pero bien podría ser a los delirios de un idealista, o a una traición mal consumada, o a la mera oportunidad de ponerlo en marcha.
Vista así, se entiende mejor.