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Voto de Luke_Cage:
8

Voto de Luke_Cage:
8
6,3
7.801
Drama
Granada, finales de los 90. En plena efervescencia artística y cultural, un grupo de música indie vive su momento más delicado: la bajista rompe con la banda buscando su sitio fuera de la música y el guitarrista está inmerso en una peligrosa espiral de autodestrucción. Mientras, el cantante se enfrenta a un complicado proceso de escritura y grabación de su tercer disco. Nadie sabe que ese disco cambiará para siempre la escena musical de ... [+]
30 de junio de 2024
30 de junio de 2024
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces me pregunto, ¿qué es el indie? Podríamos llenar páginas y páginas con nuestras diatribas y opiniones más críticas o parabienes y enconadas defensas de lo que significó para la industria musical, pero bien podríamos decir que el indie, como género musical en España, se popularizó con la apertura del mainstream de los Planetas, un grupo con un acérrimo grupo de fans que tras su hitazo “Qué puedo hacer” se elevó hasta unas cotas nunca antes pensadas para un grupo de sus características.
“Segundo Premio” nos presenta una foto estática de ese momento, años 90, Granada (la ciudad que puede explotar, ja), un grupo con buenas canciones, actitud totalmente rompedora más heredera de grupos británicos e incluso de movimientos musicales como el shoegaze, con poco o ningún tránsito en España, dan su salto a firmar con una multinacional y para ello tienen que presentar EL DISCO que les posicione como referenciales dentro del panorama musical, que puedan transgredir desde lo popular a la independencia y así, poder combatir el sistema desde dentro del propio sistema.
La situación se complica cuando hay movimientos sísmicos que recompondrán el grupo para siempre, con la salida del batería original y el abandono de la misteriosa bajista May, o la caída en adicciones varias de los alma matter de la banda, J y Florent.
El plantel que defiende esta propuesta, arriesgada y sublime desde su originalidad, está compuesto por un grupo de músicos, actores no profesionales, que, si bien tiene su impacto en cuanto al nivel interpretativo, transpira autenticidad e imprime una musicalidad necesaria y siempre presente a lo largo del film (toda la música es tocada por ellos mismos). Esto se traduce en un cierto amateurismo que la crítica en general parece no haber sabido entender, creo que mucha gente no ha entendido de qué va esto.
Los caracteres están muy bien definidos, desde la locura divertida y desfasada de Eric, el mejor batería de aquella época, pasando por la contención, misterio y ambigüedad de May, dando más espacio a Florent, con sus momentos de genialidad sólo igualados por la toxicidad y sus dudas y falta de compromiso y por supuesto, J, uno de los personajes del indie patrio, que queda reflejado perfectamente, un vampiro que absorbe la energía y el talento de sus compañeros y amigos (esto no necesariamente tiene que tomarse como algo negativo, Bowie fue uno de los mayores vampiros musicales que existen y nadie duda de su genialidad), reflejando un comportamiento a veces sensato y empático, otras egoísta y rupturista, ¿genio o gilipollas?
La película está plagada de escenas bellísimas, la fotografía es increíble y hay momentos en los que el fan de toda la vida sonreirá atontado y el neófito disfrutará por su impacto emocional. Escenas que hablan por sí mismas, una oda a los años 90, una carta de amor a los Planetas y a uno de los discos más míticos de la historia de la música de este país.
Qué vivan los Planetas.
“Segundo Premio” nos presenta una foto estática de ese momento, años 90, Granada (la ciudad que puede explotar, ja), un grupo con buenas canciones, actitud totalmente rompedora más heredera de grupos británicos e incluso de movimientos musicales como el shoegaze, con poco o ningún tránsito en España, dan su salto a firmar con una multinacional y para ello tienen que presentar EL DISCO que les posicione como referenciales dentro del panorama musical, que puedan transgredir desde lo popular a la independencia y así, poder combatir el sistema desde dentro del propio sistema.
La situación se complica cuando hay movimientos sísmicos que recompondrán el grupo para siempre, con la salida del batería original y el abandono de la misteriosa bajista May, o la caída en adicciones varias de los alma matter de la banda, J y Florent.
El plantel que defiende esta propuesta, arriesgada y sublime desde su originalidad, está compuesto por un grupo de músicos, actores no profesionales, que, si bien tiene su impacto en cuanto al nivel interpretativo, transpira autenticidad e imprime una musicalidad necesaria y siempre presente a lo largo del film (toda la música es tocada por ellos mismos). Esto se traduce en un cierto amateurismo que la crítica en general parece no haber sabido entender, creo que mucha gente no ha entendido de qué va esto.
Los caracteres están muy bien definidos, desde la locura divertida y desfasada de Eric, el mejor batería de aquella época, pasando por la contención, misterio y ambigüedad de May, dando más espacio a Florent, con sus momentos de genialidad sólo igualados por la toxicidad y sus dudas y falta de compromiso y por supuesto, J, uno de los personajes del indie patrio, que queda reflejado perfectamente, un vampiro que absorbe la energía y el talento de sus compañeros y amigos (esto no necesariamente tiene que tomarse como algo negativo, Bowie fue uno de los mayores vampiros musicales que existen y nadie duda de su genialidad), reflejando un comportamiento a veces sensato y empático, otras egoísta y rupturista, ¿genio o gilipollas?
La película está plagada de escenas bellísimas, la fotografía es increíble y hay momentos en los que el fan de toda la vida sonreirá atontado y el neófito disfrutará por su impacto emocional. Escenas que hablan por sí mismas, una oda a los años 90, una carta de amor a los Planetas y a uno de los discos más míticos de la historia de la música de este país.
Qué vivan los Planetas.