Hay películas tan malas que merecen un comentario. Más bien una advertencia al lector.

"Las edades de Lulú" es tan mala que necesito escapar del naufragio. Me alivia recordar "Maridos y Mujeres". En ella Woody Allen nos habla de sexo con un simple primer plano de Juliette Lewis, convirtiendo su rostro adolescente en el centro del deseo masculino. Sus gestos llenos de coquetería desprenden más erotismo que todas las prácticas sexuales de "Las edades de Lulú".

Todavía puede ser peor. La gran tragedia de "Las edades de Lulú" es que está mal dirigida. Una narración desastrosa que pretende sumergirnos en las trastiendas del sexo urbano y el resultado es una caricatura. El punto de vista confunde al espectador: ¿Es un drama sobre una mujer enferma, una peli porno o tal vez una comedia incomprendida? Podemos intuir que la intención es hablar del submundo homosexual, pero el tono moralista también es fastidioso. Todo parece oscuro y malvado, como una invitación de Bin Laden a una orgía.

Oscar Ladoire me cae bien. Un tipo relajado. Me lo creo interpretando papeles de profesor intelectual, notario, incluso de experto micólogo ¿pero como macho-alfa-pigmalión?

El ridículo estereotipo de la perversión que ofrece "Las edades de Lulú" da motivos al Opus Dei para dar rienda suelta a sus quimeras sobre el pecado y acusarnos a todos de lujuria.