Entre los cientos de pecados que podemos achacar a la industria cinematográfica de Hollywood destaca especialmente el de reelaborar una historia exitosa. La sensación de déjà vu que deja el nuevo film de David Frankel (El diablo se viste de Prada, Una pareja de tres) es decepcionante: esta película ya la he visto muchas veces.
La premisa de la que parte el largometraje protagonizado por un notable Will Smith ha sido muy manida a lo largo de la historia del cine: un hombre cuya vida se está yendo por el desagüe (en este caso, provocado por la prematura muerte de su hija de seis años) comienza a recibir una serie de apariciones de ciertos “fantasmas”, al igual que en "Cuento de Navidad" de Dickens o en "Los fantasmas de mis ex-novias" de McConaughey.
Si en la primera eran los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras, y en la segunda se cambiaban las navidades por las novias del protagonista, en esta obra son la muerte, el tiempo y el amor los personajes que guían a Howard (Will Smith) en su proceso de duelo.
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Todos los años por estas fechas nos encontramos con películas del estilo de Belleza oculta (http://www.filmaffinity.com/es/film179878.html), que aportan entretenimiento familiar sin profundidad intelectual. Parte de una punto de inicio interesante, que podría haber dado mucho más juego del que da, pero que se queda en una historia simple y plana, con unos predecibles giros de guion, que no aporta nada nuevo. Las conversaciones de Howard con los tres “fantasmas” se reducen a poco más de unas frases de “manual de autoayuda” (como menciona Javier Ocaña en su crítica de El País, http://cultura.elpais.com/cultura/2016/12/21/actualidad/1482275748_722121.html)
Es interesante la personificación que se hace de cada uno de los conceptos: la muerte es una señora vieja y sabia, consejera; el tiempo, un joven (afroamericano) lleno de energía, ágil, deportista y, en definitiva, fugaz; y el amor, una chica pasional, llorona y alegre a partes iguales. Estos personajes protagonizan los pocos momentos salvables de la película, no tanto gracias a ellos sino al personaje de Will Smith, que es quien salva las escenas en las que aparecen los "fantasmas", aunque se echa en falta algo más de atrevimiento a la hora de abordar temas tan complicados y tratados como la muerte, el tiempo o el amor.
La búsqueda de la lágrima fácil y del tweet motivacional lastran a una película que podría haber seguido la línea de anteriores trabajos de Will Smith como En busca de la felicidad (2006) o Siete Almas (2008), y más teniendo en cuenta el excelente reparto del que hace gala, pero que no pasa de ser un simple entretenimiento inocuo, carne de cañón para las tardes de domingo y las reposiciones navideñas al estilo Love Actually (2003)
En definitiva, una película más para el montón de estrenos navideños con pretensiones de profunda introspección pero que terminan resultando en un bodrio melodramático.
PUNTUACIÓN: 5/10