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Voto de Manospondylus:
2

Voto de Manospondylus:
2
5,0
7.043
Animación. Ciencia ficción. Acción
Algunos años después de la batalla con Majin Buu, Bils, el dios de la destrucción, encargado de mantener el equilibrio del universo, se ha despertado de un largo sueño. Al escuchar rumores sobre un saiyajin que ha vencido a Freezer, Bils parte a la búsqueda de Goku. Emocionado por el hecho de que haya aparecido, después de tanto tiempo, un oponente tan poderoso, Goku ignora las advertencias de Kaito y decide enfrentarse a él. (FILMAFFINITY) [+]
30 de septiembre de 2018
30 de septiembre de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es justo lo que parece: un producto hecho únicamente para seguir explotando Dragon Ball mientras sea rentable y, de paso, tantear a la audiencia de cara a una próxima serie (Dragon Ball Super) que también persigue únicamente el éxito comercial. Nada más.
Un argumento casi inexistente que sirve como pretexto para meter peleas faltas de tensión y emoción, y que ni siquiera cuentan con una animación que supere lo que puede verse en algunas series de TV. Un villano absurdo salido de ninguna parte que pretende destruir la Tierra porque sí, y en su camino se interpone un héroe siempre dispuesto a pelear para demostrar que es el más fuerte, antes que para salvar el mundo. Vuelven los personajes de siempre, tan de siempre que no han progresado lo más mínimo, de hecho, Gokū parece ir para atrás.
El detonante de la acción es el despertar, después de 39 años (no es que sea mucho tiempo), del Dios de la Destrucción con nombre de bebida alcohólica Bills/Beerus (beers). Este gato antropomorfo que se han sacado de la manga decide que va a destruir la Tierra porque sí. Obviamente, Gokū, que andaba por ahí entrenándose, para variar, acude raudo para el combate. Y ya está. Toda la película (salvo una subtrama ridícula con Pilaf que no sé qué demonios pinta ahí y ocupa media hora de metraje) parece conducir hacia la pelea entre Gokū y Bills, y cuando esta llega, después de un largo cumpleaños, no iguala las expectativas generadas.
En La Batalla de los Dioses, Gokū involuciona a una versión más imbécil e inexperta que al final de Dragon Ball Z, y Toriyama ya ni se esmera en diseñar las nuevas formas, limitándose a cambiarle el color del pelo. Puede que Dragon Ball GT fuera criticada hasta la saciedad, pero al menos el diseño del Super Saiyajin 4 era más original que el Super Saiyajin Dios (y otras transformaciones vistas en Super). También reaparecen sus amigos y familiares aunque casi todos están solo para hacer bulto (la función de Yamcha es contar hasta siete, lo que es toda una hazaña en un grupo que se lía al sumar 5 + 1, como podemos ver en esta película), y Vegeta aparece principalmente para ser humillado, acobardándose a la primera o poniéndose a cantar de la forma más ridícula (en serio, parece que los guionistas odian al personaje). Bills es un antagonista completamente vacío, como su innecesario asistente/maestro también con nombre etílico Whis (whiskey, que debió de ser lo menos fuerte que se tomaron antes de escribir el guion). Y, como he adelantado, Pilaf y los suyos andan por ahí estorbando a los personajes y dificultando el avance de la trama.
Se suponía que esta sería una de esas batallas impresionantes del shōnen, así que, hubiera o no un guion con sentido, al menos tendíamos un buen espectáculo. Pero media película se ocupa del cumpleaños de Bulma, con un absurdo bingo en el que se juegan las Bolas de Dragón y Pilaf deambula por la zona intentando robarlas. Tan poco interesante como suena. Por supuesto, el gran antagonista no permanece parado sin hacer nada. En lugar de eso, Bills se une al cumpleaños para probar la comida de la Tierra, jugar a piedra, papel o tijera con un cerdo y otras cosas de igual importancia. Esto es aún menos interesante de lo que parece.
En medio de toda esa sarta de estupideces, ni siquiera falta el hortera de Saiyaman haciendo por ahí el capullo hasta que termina hiriendo accidentalmente a Videl, y un desconcertante flirteo entre Trunks, que tiene 8 años, y Mai, la esbirra de Pilaf devuelta a la infancia por obra del dragón Shenron (una línea argumental que tendrá continuidad en Super, aunque no hacía maldita la falta).
Por fin, después de hora y cuarto de un cumpleaños soporífero, las estratagemas necias de Pilaf y un gato enclenque hablando de comida con un tipo azul, empieza el esperado combate final (atención al motivo fútil y extremadamente absurdo que lo provoca), cómo no, con el futuro de la Tierra en juego. El problema es que en ningún momento se percibe una sensación de amenaza real, como sí ocurría en los emblemáticos combates contra Freezer, Cell o Majin Boo en Dragon Ball Z. Así que, en cuanto a emotividad y tensión, está a años luz de la serie de TV.
Por lo demás, el dibujo no destaca en absoluto (de nuevo, para ser una película deja mucho que desear), así como la animación, que es correcta durante el combate (pese a todo el CGI) pero flojea durante el resto de la película. Precisamente, el combate es visualmente llamativo y tiene algún momento logrado, pero tampoco puede decirse que resalte especialmente, menos aún si tenemos en cuenta que estamos frente a una película que cuenta con un presupuesto mucho mayor que el de cualquier capítulo de una serie anime. Baste decir que el enfrentamiento entre Saitama y Boros en One Punch Man es mucho más espectacular y se trata de un episodio de una serie de TV. Y si se compara su animación y sus combates con los de, por ejemplo, Boruto: Naruto the Movie (por ser también una película derivada de un anime shōnen de éxito que procede de un estudio que no goza de muy buena fama), La Batalla de los Dioses queda completamente en ridículo (ya no digamos si se comparan los remakes de estas batallas para sus respectivas series de TV; porque Pierrot por lo menos aprovechó para mejorar el combate en Boruto, y ahí está la videoteca de YouTube para corroborarlo). Por lo menos la animación de esta película es superior a la de la adaptación de esta historia para el inicio de Dragon Ball Super, y el ritmo es mejor, en primer lugar porque en un largometraje no tienen cabida esos tiempos muertos en los que Gokū se dedica a fruncir el ceño y mirar a su rival mientras grita (una molesta costumbre para rellenar minutos en Dragon Ball); y el final es, hasta cierto punto, original, aunque completamente decepcionante (en este caso, mucho más que en Dragon Ball Super), y parece hecho únicamente por las ganas de acabar la película como fuera.
(Sigue sin spoilers)
Un argumento casi inexistente que sirve como pretexto para meter peleas faltas de tensión y emoción, y que ni siquiera cuentan con una animación que supere lo que puede verse en algunas series de TV. Un villano absurdo salido de ninguna parte que pretende destruir la Tierra porque sí, y en su camino se interpone un héroe siempre dispuesto a pelear para demostrar que es el más fuerte, antes que para salvar el mundo. Vuelven los personajes de siempre, tan de siempre que no han progresado lo más mínimo, de hecho, Gokū parece ir para atrás.
El detonante de la acción es el despertar, después de 39 años (no es que sea mucho tiempo), del Dios de la Destrucción con nombre de bebida alcohólica Bills/Beerus (beers). Este gato antropomorfo que se han sacado de la manga decide que va a destruir la Tierra porque sí. Obviamente, Gokū, que andaba por ahí entrenándose, para variar, acude raudo para el combate. Y ya está. Toda la película (salvo una subtrama ridícula con Pilaf que no sé qué demonios pinta ahí y ocupa media hora de metraje) parece conducir hacia la pelea entre Gokū y Bills, y cuando esta llega, después de un largo cumpleaños, no iguala las expectativas generadas.
En La Batalla de los Dioses, Gokū involuciona a una versión más imbécil e inexperta que al final de Dragon Ball Z, y Toriyama ya ni se esmera en diseñar las nuevas formas, limitándose a cambiarle el color del pelo. Puede que Dragon Ball GT fuera criticada hasta la saciedad, pero al menos el diseño del Super Saiyajin 4 era más original que el Super Saiyajin Dios (y otras transformaciones vistas en Super). También reaparecen sus amigos y familiares aunque casi todos están solo para hacer bulto (la función de Yamcha es contar hasta siete, lo que es toda una hazaña en un grupo que se lía al sumar 5 + 1, como podemos ver en esta película), y Vegeta aparece principalmente para ser humillado, acobardándose a la primera o poniéndose a cantar de la forma más ridícula (en serio, parece que los guionistas odian al personaje). Bills es un antagonista completamente vacío, como su innecesario asistente/maestro también con nombre etílico Whis (whiskey, que debió de ser lo menos fuerte que se tomaron antes de escribir el guion). Y, como he adelantado, Pilaf y los suyos andan por ahí estorbando a los personajes y dificultando el avance de la trama.
Se suponía que esta sería una de esas batallas impresionantes del shōnen, así que, hubiera o no un guion con sentido, al menos tendíamos un buen espectáculo. Pero media película se ocupa del cumpleaños de Bulma, con un absurdo bingo en el que se juegan las Bolas de Dragón y Pilaf deambula por la zona intentando robarlas. Tan poco interesante como suena. Por supuesto, el gran antagonista no permanece parado sin hacer nada. En lugar de eso, Bills se une al cumpleaños para probar la comida de la Tierra, jugar a piedra, papel o tijera con un cerdo y otras cosas de igual importancia. Esto es aún menos interesante de lo que parece.
En medio de toda esa sarta de estupideces, ni siquiera falta el hortera de Saiyaman haciendo por ahí el capullo hasta que termina hiriendo accidentalmente a Videl, y un desconcertante flirteo entre Trunks, que tiene 8 años, y Mai, la esbirra de Pilaf devuelta a la infancia por obra del dragón Shenron (una línea argumental que tendrá continuidad en Super, aunque no hacía maldita la falta).
Por fin, después de hora y cuarto de un cumpleaños soporífero, las estratagemas necias de Pilaf y un gato enclenque hablando de comida con un tipo azul, empieza el esperado combate final (atención al motivo fútil y extremadamente absurdo que lo provoca), cómo no, con el futuro de la Tierra en juego. El problema es que en ningún momento se percibe una sensación de amenaza real, como sí ocurría en los emblemáticos combates contra Freezer, Cell o Majin Boo en Dragon Ball Z. Así que, en cuanto a emotividad y tensión, está a años luz de la serie de TV.
Por lo demás, el dibujo no destaca en absoluto (de nuevo, para ser una película deja mucho que desear), así como la animación, que es correcta durante el combate (pese a todo el CGI) pero flojea durante el resto de la película. Precisamente, el combate es visualmente llamativo y tiene algún momento logrado, pero tampoco puede decirse que resalte especialmente, menos aún si tenemos en cuenta que estamos frente a una película que cuenta con un presupuesto mucho mayor que el de cualquier capítulo de una serie anime. Baste decir que el enfrentamiento entre Saitama y Boros en One Punch Man es mucho más espectacular y se trata de un episodio de una serie de TV. Y si se compara su animación y sus combates con los de, por ejemplo, Boruto: Naruto the Movie (por ser también una película derivada de un anime shōnen de éxito que procede de un estudio que no goza de muy buena fama), La Batalla de los Dioses queda completamente en ridículo (ya no digamos si se comparan los remakes de estas batallas para sus respectivas series de TV; porque Pierrot por lo menos aprovechó para mejorar el combate en Boruto, y ahí está la videoteca de YouTube para corroborarlo). Por lo menos la animación de esta película es superior a la de la adaptación de esta historia para el inicio de Dragon Ball Super, y el ritmo es mejor, en primer lugar porque en un largometraje no tienen cabida esos tiempos muertos en los que Gokū se dedica a fruncir el ceño y mirar a su rival mientras grita (una molesta costumbre para rellenar minutos en Dragon Ball); y el final es, hasta cierto punto, original, aunque completamente decepcionante (en este caso, mucho más que en Dragon Ball Super), y parece hecho únicamente por las ganas de acabar la película como fuera.
(Sigue sin spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Con La Batalla de los Dioses, Toei Animation demuestra una vez más que se ha quedado muy por detrás de estudios como Madhouse, Kyoto Animation, Shaft, MAPPA, J.C.Staff, P.A. Works, Production I.G y Wit Studio en cuanto a dibujo y animación se refiere, pese a que Toei es un gigante con unos ingresos anuales que, en el tiempo en el que produjo esta película, superaban en alrededor de 1000 veces a los de Wit Studio y en 3000 veces a los de Kyoto Animation. Un capital que, sin embargo, no repercute en la calidad de sus propias obras, demostrando, una vez más, que Toei es ante todo una máquina de hacer dinero a la que le importa muy poco lo que produce siempre y cuando venda. Y Dragon Ball es una marca que ya vende solo por su nombre.
Los créditos finales, por otro lado, son lo mejor de la película (en serio) y no solo porque marquen el final de esta absurda y tediosa aventura. La canción utilizada es el legendario tema de Dragon Ball Z "Cha La Head Cha La" y viene acompañada por una estupenda selección de imágenes extraídas directamente del manga de Toriyama. Si en algún momento se percibe algo de aprecio por lo que están haciendo es, sin duda, en esta parte.
Como era de esperar, esta entrega se encuentra doblada al castellano con el mismo reparto de Dragon Ball Z (casi al completo) pero cuidando muchísimo más la traducción: se respetan nombres como Kaiōshin y las técnicas también mantienen su denominación en japonés (incluyendo el icónico Kame ame ha). Y no es de extrañar tanto esmero porque, sí, La Batalla de los Dioses fue estrenada en cines de toda España y en más de 100 salas, una cifra que no alcanzaron, por citar algunos ejemplos, El Viento se Levanta (por mucho que fuera a ser la última película dirigida por Hayao Miyazaki antes de su supuesto retiro), la popular Your Name (pese a las peticiones del fandom otaku) ni la estupenda Koe no Katachi; lo que no dice nada bueno de las distribuidoras de anime en España, que ignoran o maltratan muchas películas (y series) de calidad, ni, especialmente, de los cines, que no se atreven a estrenar más anime que las mediocres películas de Dragon Ball y Doraemon.
Resumiendo, el relanzamiento de la franquicia más famosa (y sobrevalorada) del manganime es una completa decepción. La Batalla de los Dioses es una entrega hecha completamente a desgana, con el único propósito de sacar dinero, porque, por lo visto, cualquier cosa con el nombre de Dragon Ball va a ser un rotundo éxito. No hay drama ni tensión en ningún momento, la trama es una memez y la comedia es mala. Da la sensación de que trataban de contentar a los seguidores de siempre intentando atraer a un nuevo público más joven (pese a no haber ninguna introducción para los personajes y el contexto, salvo un escueto prólogo de un par de minutos que repasa únicamente los combates más importantes de Dragon Ball hasta ahora), dejando una película más boba que infantil, y rematadamente vacía e insulsa. Y el hecho de que el inicio de Dragon Ball Super sea un remake de esta película (aunque estirado y peor animado), la vuelve todavía más innecesaria, prescindible y olvidable.
Aspectos positivos: Los créditos finales. La animación es mejor que en la serie Dragon Ball Super y, por ello, el combate es algo más espectacular. De igual forma, la historia es más concisa y directa (y eso que hay mucha tontería sobrante) que la de la serie de TV.
Aspectos negativos: Todo el tiempo que se pierde hasta llegar al combate (incluyendo el cumpleaños de Bulma y la superflua historia de Pilaf) y las prisas por acabarlo. Las estúpidas motivaciones de Bills. La innecesaria humillación de personajes como Vegeta y Gohan al convertirlos en (malos) personajes cómicos.
Puntuación: 2
Los créditos finales, por otro lado, son lo mejor de la película (en serio) y no solo porque marquen el final de esta absurda y tediosa aventura. La canción utilizada es el legendario tema de Dragon Ball Z "Cha La Head Cha La" y viene acompañada por una estupenda selección de imágenes extraídas directamente del manga de Toriyama. Si en algún momento se percibe algo de aprecio por lo que están haciendo es, sin duda, en esta parte.
Como era de esperar, esta entrega se encuentra doblada al castellano con el mismo reparto de Dragon Ball Z (casi al completo) pero cuidando muchísimo más la traducción: se respetan nombres como Kaiōshin y las técnicas también mantienen su denominación en japonés (incluyendo el icónico Kame ame ha). Y no es de extrañar tanto esmero porque, sí, La Batalla de los Dioses fue estrenada en cines de toda España y en más de 100 salas, una cifra que no alcanzaron, por citar algunos ejemplos, El Viento se Levanta (por mucho que fuera a ser la última película dirigida por Hayao Miyazaki antes de su supuesto retiro), la popular Your Name (pese a las peticiones del fandom otaku) ni la estupenda Koe no Katachi; lo que no dice nada bueno de las distribuidoras de anime en España, que ignoran o maltratan muchas películas (y series) de calidad, ni, especialmente, de los cines, que no se atreven a estrenar más anime que las mediocres películas de Dragon Ball y Doraemon.
Resumiendo, el relanzamiento de la franquicia más famosa (y sobrevalorada) del manganime es una completa decepción. La Batalla de los Dioses es una entrega hecha completamente a desgana, con el único propósito de sacar dinero, porque, por lo visto, cualquier cosa con el nombre de Dragon Ball va a ser un rotundo éxito. No hay drama ni tensión en ningún momento, la trama es una memez y la comedia es mala. Da la sensación de que trataban de contentar a los seguidores de siempre intentando atraer a un nuevo público más joven (pese a no haber ninguna introducción para los personajes y el contexto, salvo un escueto prólogo de un par de minutos que repasa únicamente los combates más importantes de Dragon Ball hasta ahora), dejando una película más boba que infantil, y rematadamente vacía e insulsa. Y el hecho de que el inicio de Dragon Ball Super sea un remake de esta película (aunque estirado y peor animado), la vuelve todavía más innecesaria, prescindible y olvidable.
Aspectos positivos: Los créditos finales. La animación es mejor que en la serie Dragon Ball Super y, por ello, el combate es algo más espectacular. De igual forma, la historia es más concisa y directa (y eso que hay mucha tontería sobrante) que la de la serie de TV.
Aspectos negativos: Todo el tiempo que se pierde hasta llegar al combate (incluyendo el cumpleaños de Bulma y la superflua historia de Pilaf) y las prisas por acabarlo. Las estúpidas motivaciones de Bills. La innecesaria humillación de personajes como Vegeta y Gohan al convertirlos en (malos) personajes cómicos.
Puntuación: 2
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