Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with antonio lopez herraiz
- Recomendaciones
- Estadísticas
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de antonio lopez herraiz:
8

Voto de antonio lopez herraiz:
8
7,8
44.550
Drama
Alvin Straight (Richard Farnsworth) es un achacoso anciano que vive en Iowa con una hija discapacitada (Sissy Spacek). Además de sufrir un enfisema y pérdida de visión, tiene graves problemas de cadera que casi le impiden permanecer de pie. Cuando recibe la noticia de que su hermano Lyle (Stanton), con el que está enemistado desde hace diez años, ha sufrido un infarto, a pesar de su precario estado de salud, decide ir a verlo a ... [+]
21 de septiembre de 2019
21 de septiembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¿Qué es lo peor de ser viejo? Lo peor de ser viejo es cuando recuerdas tu juventud."
Con diálogos como éste no hay que estrujarse demasiado los sesos, ni sentar cátedra en crítica cinematográfica, para deducir que nos hallamos ante la obra más lúcida, poética -compartiendo dicho mérito con 'El hombre elefante'-, realista e íntima de un autor cuya propensión a la truculencia visual nos ha hecho olvidar, sólo en ocasiones, que otra de sus más reconfortantes obsesiones como cineasta, además de retorcer constantemente la madeja y transformar lo extraño en fascinante, consiste en explorar el alma de toda criatura humana. Y en especial la de quienes habitan un rincón concreto del planeta por el que el director de 'Corazón salvaje' y 'Terciopelo azul' siente una predilección obvia: el medio oeste de los Estados Unidos.
Alvin Straight (Richard Farnsworth, en su última película) es un anciano con una salud extremadamente frágil que vive con su hija discapacitada (Sissy Spacek) en Iowa. Cuando recibe la noticia de que su hermano Lyle (Harry Dean Stanton) -con el que no se habla desde hace 10 años- ha sufrido un infarto, decide subirse a su máquina cortacesped para viajar 500 km hasta Wisconsin y hacer las paces con él. Ni que decir tiene que, para alcanzar su meta, tendrá que toparse con todo tipo de personajes que representan a la quintaesencia de la América Profunda: la adolescente embarazada fugada de casa, un grupo de ciclistas, veteranos de guerra, buenos samaritanos, etc.
A veces cabría preguntarse por qué un artista como David Lynch es contemplado mayoritariamente -es decir, en el imaginario popular- como un contador de relatos reconocibles por su innegable impronta onírica, situaciones surrealistas y un surtido de paisajes abonados por la extravagancia -siendo esto, por otra parte, un hecho auténtico y constatable- cuando los dos trabajos de su filmografía que podrían calificarse -con menor grado de vacilación- como obras maestras, beben precisamente de la patina terrenal de estar basados en hechos reales. Y encima éste que nos ocupa nació bajo el mecenazgo (no exclusivo, pero sí definitorio) de Walt Disney Pictures.
Los caminos del genio de Montana son misteriosos e inexcrutables.
Con diálogos como éste no hay que estrujarse demasiado los sesos, ni sentar cátedra en crítica cinematográfica, para deducir que nos hallamos ante la obra más lúcida, poética -compartiendo dicho mérito con 'El hombre elefante'-, realista e íntima de un autor cuya propensión a la truculencia visual nos ha hecho olvidar, sólo en ocasiones, que otra de sus más reconfortantes obsesiones como cineasta, además de retorcer constantemente la madeja y transformar lo extraño en fascinante, consiste en explorar el alma de toda criatura humana. Y en especial la de quienes habitan un rincón concreto del planeta por el que el director de 'Corazón salvaje' y 'Terciopelo azul' siente una predilección obvia: el medio oeste de los Estados Unidos.
Alvin Straight (Richard Farnsworth, en su última película) es un anciano con una salud extremadamente frágil que vive con su hija discapacitada (Sissy Spacek) en Iowa. Cuando recibe la noticia de que su hermano Lyle (Harry Dean Stanton) -con el que no se habla desde hace 10 años- ha sufrido un infarto, decide subirse a su máquina cortacesped para viajar 500 km hasta Wisconsin y hacer las paces con él. Ni que decir tiene que, para alcanzar su meta, tendrá que toparse con todo tipo de personajes que representan a la quintaesencia de la América Profunda: la adolescente embarazada fugada de casa, un grupo de ciclistas, veteranos de guerra, buenos samaritanos, etc.
A veces cabría preguntarse por qué un artista como David Lynch es contemplado mayoritariamente -es decir, en el imaginario popular- como un contador de relatos reconocibles por su innegable impronta onírica, situaciones surrealistas y un surtido de paisajes abonados por la extravagancia -siendo esto, por otra parte, un hecho auténtico y constatable- cuando los dos trabajos de su filmografía que podrían calificarse -con menor grado de vacilación- como obras maestras, beben precisamente de la patina terrenal de estar basados en hechos reales. Y encima éste que nos ocupa nació bajo el mecenazgo (no exclusivo, pero sí definitorio) de Walt Disney Pictures.
Los caminos del genio de Montana son misteriosos e inexcrutables.