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Drama
Primera Guerra Mundial (1914-1918). Una obra sobre la camaradería y las relaciones humanas que retrata el día a día de unos prisioneros franceses en un campo de concentración alemán durante la Gran Guerra. Nada más llegar al campo, dos oficiales de la aviación francesa se enteran de que sus compañeros de barracón están excavando un túnel para escapar de allí. (FILMAFFINITY)
24 de marzo de 2025
24 de marzo de 2025
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así le suele ocurrir al que vive de ilusiones, que muere desilusionado según el dicho popular.
Y la ilusión que promete Renoir en su título es que las guerras, y ya es desilusionante que se produzcan, al menos tengan un carácter humanitario y caballeresco. Borrando además, si puede ser, las barreras sociales, económicas, étnicas, políticas y religiosas que separan a las personas.
Claro que si así sucediera ya no habría guerras.
Suscribo buena parte de lo que otros críticos antes que yo han comentado sobre los enormes valores cinematográficos de esta cinta que mezcla drama, guerra, ternura y romance.
También algo de comedia, añadimos nosotros. Y no lo decimos por la presencia del actor cómico profesional que tan bien organiza la escena arrevistada en el teatrillo de la prisión.
En el terreno de la salud, como el que no quiere la cosa, se desliza un diálogo impagable entre los presos que poco más o menos dice: "El cáncer y la gota no son enfermedades de obrero, pero llegarán a serlo. La enfermedad de los intelectuales es la tuberculosis, los burgueses padecen del hígado y del intestino pues comen mucho". Para zanjar al final: "Todos moriríamos de las enfermedades de nuestra clase si la guerra no hubiera unido a todos los microbios".
Soberbio el cartel anunciador de la película con la paloma herida entre las alambradas con un soldado prusiano como fondo.
¿Ilusiones vanas? Así parece, la II Guerra Mundial nos espera a la vuelta de la esquina.
Pero no se la pierdan.
Y la ilusión que promete Renoir en su título es que las guerras, y ya es desilusionante que se produzcan, al menos tengan un carácter humanitario y caballeresco. Borrando además, si puede ser, las barreras sociales, económicas, étnicas, políticas y religiosas que separan a las personas.
Claro que si así sucediera ya no habría guerras.
Suscribo buena parte de lo que otros críticos antes que yo han comentado sobre los enormes valores cinematográficos de esta cinta que mezcla drama, guerra, ternura y romance.
También algo de comedia, añadimos nosotros. Y no lo decimos por la presencia del actor cómico profesional que tan bien organiza la escena arrevistada en el teatrillo de la prisión.
En el terreno de la salud, como el que no quiere la cosa, se desliza un diálogo impagable entre los presos que poco más o menos dice: "El cáncer y la gota no son enfermedades de obrero, pero llegarán a serlo. La enfermedad de los intelectuales es la tuberculosis, los burgueses padecen del hígado y del intestino pues comen mucho". Para zanjar al final: "Todos moriríamos de las enfermedades de nuestra clase si la guerra no hubiera unido a todos los microbios".
Soberbio el cartel anunciador de la película con la paloma herida entre las alambradas con un soldado prusiano como fondo.
¿Ilusiones vanas? Así parece, la II Guerra Mundial nos espera a la vuelta de la esquina.
Pero no se la pierdan.