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Musical. Comedia
Dos hermanas modistillas, que viven en la pensión de la señora Rita, son pretendidas por el viejo boticario Don Hilarión. Cuando las dos deciden ir a la verbena de la Paloma con el farmacéutico, el novio de una de ellas tratará de impedirlo. Basada en la famosa zarzuela madrileña del mismo nombre. (FILMAFFINITY)
1 de mayo de 2022
1 de mayo de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con este nombre de "El boticario y las chulapas" se conoce también el famoso sainete lírico en un acto de "La verbena de la Paloma" o los "Celos mal reprimidos". Variedad de títulos que ya nos indica por donde va su argumentario.
Se trata de una de tantas adaptaciones al cine que llega desde el mundo del teatro o de la música, en este caso de la zarzuela, conscientes que había un público preparado para aceptar en la pantalla lo que previamente habían contemplado a satisfacción en las tablas. En España como en todas partes.
Estrenada con gran éxito la zarzuela de Ricardo de la Vega y de Tomás Bretón en 1894, la acción se sitúa justo un año antes en la tarde del 14 de agosto, víspera de la Virgen de la Paloma en un barrio del Madrid más castizo.
Todo es fiesta y jolgorio. Las barcas empujadas por fornidos brazos, carruseles, matasuegras y otras atracciones de feria se mezclan con churreros, barquilleros, horchateros ... La gente de bote en bote.
Pero no todos están de fiesta. Julián (Rey) el cajista compone sus textos en la imprenta mientras suspira por la bella Susana Ruiz (Rodrigo) que, con su hermana Casta (Leonís), planchan en ese mismo momento en casa de una modista.
En el corazón del barrio, D. Hilarión (Ligero), un boticario setentón con ínfulas de donjuán, compone sus fórmulas medicamentosas entre vasos graduados, balanzas, filtros, frascos y botes de drogas. La farmacia es la típica con su mostrador, recetas, libros, anaqueles de vistosos albarelos y la correspondiente rebotica para la tertulia.
Un paciente consulta: "Fiebre, vómitos, mareos ... ¿y eso que es? -Cinco reales", contesta D. Hilarión refiriéndose a lo que debe cobrar el mancebillo que en ese mismo momento envía a una casa con un medicamento.
Y es que D. Hilarión está a otra cosa. Está enamorado de las hermanas Ruiz. De Casta y de Susana, pues no sabe por cual inclinarse. Saca unas monedas de oro que oculta en el frasco del "ungüento mágico" y marcha en su busca advirtiendo al mancebo, "Si te piden píldoras no vayas a despachar zaragatona" por su alto poder laxante.
Y feliz aparece el viejo enamorado, con "La verdadera receta de la vida. La mejor que ha despachado en su botica". El amor.
Con una muchacha prendida de cada brazo sube orgulloso a un tranvía de caballos que anuncia "Bicarbonato de sosa químicamente puro. Caja 2 T. 4 reales. Botica San Marcos, 11". Pero allí lo espera el celoso Julián que se encara con su prometida para cantarle lo de "¿Donde vas con mantón de Manila? ¿Dónde vas con vestido chinés? ... -Voy a gastarme en la botica, lo que tú me has hecho padecer".
Si en el libreto aparecen ya una treintena de personajes, sin contar el coro, en la cinta nos vamos a encontrar con más de un centenar en las escenas de ferias y verbena. Se trata pues de una producción ambiciosa para la época.
Técnicamente hay que destacar que no se trata de filmar una obra teatral como se hacía tan a menudo entonces, sino que estamos ante una obra con su propio lenguaje cinematográfico. Ya se ha hablado del traveling de los tejados de las casas de la vecindad, a nosotros nos ha llamado la atención sin embargo el plano de los tramos de escalera por donde sube D. Hilarión a casa de la Antonia en busca de sus amadas. O los juegos de luces y de sombras que aparecen.
Asimismo se ha comentado el tono "proletario" de la versión (estamos en 1935), convirtiendo en "obreros" a los protagonistas. Se refuerza esta hipótesis con los breves planos en los que vemos, en la calle a la gente más humilde bailando al son de un pobre organillo, en una especie de casino a los más adinerados con su chaqué que alternan con militares de alta graduación y, en medio, el grupo de "burgueses" que disfrutan en una suerte de café cantante. Tres clases sociales, cada una con su baile, pero que confluirán todas luego en la gran verbena de la Paloma.
Estamos pues ante un guion que adapta con originalidad el libreto de la zarzuela, una dirección atrevida que refleja con fidelidad el ambiente del Madrid de la época. Seguramente este es el mayor de sus méritos, la brillante descripción de la atmósfera verbenera con todo el vecindario en la calle, sin apenas intimidad y donde todo el mundo está al corriente de lo que pasa en el barrio.
Personajes muy bien desarrollados, sobre todo el viejo verde que está magníficamente interpretado, dentro del buen nivel general del trabajo de los actores.
Película muy recomendable para conocer el viejo Madrid decimonónico de corralas y de mantones de Manila, pero también para comprobar el digno nivel de nuestro cine en los años 30.
Se trata de una de tantas adaptaciones al cine que llega desde el mundo del teatro o de la música, en este caso de la zarzuela, conscientes que había un público preparado para aceptar en la pantalla lo que previamente habían contemplado a satisfacción en las tablas. En España como en todas partes.
Estrenada con gran éxito la zarzuela de Ricardo de la Vega y de Tomás Bretón en 1894, la acción se sitúa justo un año antes en la tarde del 14 de agosto, víspera de la Virgen de la Paloma en un barrio del Madrid más castizo.
Todo es fiesta y jolgorio. Las barcas empujadas por fornidos brazos, carruseles, matasuegras y otras atracciones de feria se mezclan con churreros, barquilleros, horchateros ... La gente de bote en bote.
Pero no todos están de fiesta. Julián (Rey) el cajista compone sus textos en la imprenta mientras suspira por la bella Susana Ruiz (Rodrigo) que, con su hermana Casta (Leonís), planchan en ese mismo momento en casa de una modista.
En el corazón del barrio, D. Hilarión (Ligero), un boticario setentón con ínfulas de donjuán, compone sus fórmulas medicamentosas entre vasos graduados, balanzas, filtros, frascos y botes de drogas. La farmacia es la típica con su mostrador, recetas, libros, anaqueles de vistosos albarelos y la correspondiente rebotica para la tertulia.
Un paciente consulta: "Fiebre, vómitos, mareos ... ¿y eso que es? -Cinco reales", contesta D. Hilarión refiriéndose a lo que debe cobrar el mancebillo que en ese mismo momento envía a una casa con un medicamento.
Y es que D. Hilarión está a otra cosa. Está enamorado de las hermanas Ruiz. De Casta y de Susana, pues no sabe por cual inclinarse. Saca unas monedas de oro que oculta en el frasco del "ungüento mágico" y marcha en su busca advirtiendo al mancebo, "Si te piden píldoras no vayas a despachar zaragatona" por su alto poder laxante.
Y feliz aparece el viejo enamorado, con "La verdadera receta de la vida. La mejor que ha despachado en su botica". El amor.
Con una muchacha prendida de cada brazo sube orgulloso a un tranvía de caballos que anuncia "Bicarbonato de sosa químicamente puro. Caja 2 T. 4 reales. Botica San Marcos, 11". Pero allí lo espera el celoso Julián que se encara con su prometida para cantarle lo de "¿Donde vas con mantón de Manila? ¿Dónde vas con vestido chinés? ... -Voy a gastarme en la botica, lo que tú me has hecho padecer".
Si en el libreto aparecen ya una treintena de personajes, sin contar el coro, en la cinta nos vamos a encontrar con más de un centenar en las escenas de ferias y verbena. Se trata pues de una producción ambiciosa para la época.
Técnicamente hay que destacar que no se trata de filmar una obra teatral como se hacía tan a menudo entonces, sino que estamos ante una obra con su propio lenguaje cinematográfico. Ya se ha hablado del traveling de los tejados de las casas de la vecindad, a nosotros nos ha llamado la atención sin embargo el plano de los tramos de escalera por donde sube D. Hilarión a casa de la Antonia en busca de sus amadas. O los juegos de luces y de sombras que aparecen.
Asimismo se ha comentado el tono "proletario" de la versión (estamos en 1935), convirtiendo en "obreros" a los protagonistas. Se refuerza esta hipótesis con los breves planos en los que vemos, en la calle a la gente más humilde bailando al son de un pobre organillo, en una especie de casino a los más adinerados con su chaqué que alternan con militares de alta graduación y, en medio, el grupo de "burgueses" que disfrutan en una suerte de café cantante. Tres clases sociales, cada una con su baile, pero que confluirán todas luego en la gran verbena de la Paloma.
Estamos pues ante un guion que adapta con originalidad el libreto de la zarzuela, una dirección atrevida que refleja con fidelidad el ambiente del Madrid de la época. Seguramente este es el mayor de sus méritos, la brillante descripción de la atmósfera verbenera con todo el vecindario en la calle, sin apenas intimidad y donde todo el mundo está al corriente de lo que pasa en el barrio.
Personajes muy bien desarrollados, sobre todo el viejo verde que está magníficamente interpretado, dentro del buen nivel general del trabajo de los actores.
Película muy recomendable para conocer el viejo Madrid decimonónico de corralas y de mantones de Manila, pero también para comprobar el digno nivel de nuestro cine en los años 30.