...y no conoce de limitaciones físicas. La atípica relación de Allen Bauer y Madison fomenta la creencia de que hay amores imposibles sobre los cuales, la única sinrazón que tiene cabida es la que determinan los propios enamorados. Un todavía pipiolo Tom Hanks en aquellos comienzos en que aún no había descubierto la opción dramática y la sirena Daryl Hannah, ambos en su primer papel importante, fueron los candidatos elegidos para sortear los obstáculos de la física, la lógica y la intolerancia. Mucha gracia, mucha inocencia y mucho amor se conjugan en esta historia romántica de Ron Howard en que la afinidad condiciona por encima de los elementos. Alejados de su medio natural, el pescadito fuera del agua y el urbanita fuera del asfalto son dos seres con futuro muy limitado, que solo pueden esperar el milagro de su salvación en forma de flecha lanzada directa a su corazón. Cupido, oportuno, acude al rescate marcando los tiempos necesarios para cerciorarse de que los que reciben su influjo son de veras tal para cual.

Ron Howard dirigió con bastante éxito esta comedia ochentera que evoca el primer amor y lo siente como el único, formando parte del recordatorio visual en las estanterías de los extintos videoclubes de aquellos maravillosos años. Sin cantos de sirena, la señorita Daryl Hannah no fue ningún espejismo y llamó la atención del público con su cola de pez y cuerpo de mujer, conquistando con su ingenuidad muchos de los corazones. Ella puso la belleza, Hanks, como un justificable hechizado, nos empezó a ganar como el tío majo que es y el desaparecido y añorado John Candy como Freddie Bauer, con sus picantes intervenciones la nota con gracia.

Lo que Neptuno ha unido, que no lo separe el hombre.