Alex Garland va posicionándose poco a poco como un cineasta a tener en cuenta en el cine de denuncia y político, jugando entre la distopía y el hiperrealismo.
Gracias a su notable debut en 2014 con la película futurista, Ex Machina, se situó rápidamente en el circuito cinematográfico estadounidense. Cabe recordar que Ex Machina nos hablaba de un futuro que hoy en día es más presente que nunca, la inteligencia artificial y sus posibilidades y amenazas.
Después de dos títulos de menor impacto, Annihilation (2018) y Men (2022), hace apenas un año nos regaló una de las grandes películas del pasado año, Civil War. Una película que nos presenta una hipotética guerra civil en Estados Unidos vista a través de las vivencias de unos periodistas que deben llegar a Washington para entrevistar al mismísimo presidente. Civil War funciona como una road movie impactante, llena de tensión y con unas actuaciones estelares a cargo de Kristen Dunst y Jesse Plemons.
Ahora vuelve a la carga, asesorado por el ex Navy Seal Ray Mendoza, con un contundente film bélico que retrata el episodio traumático que vivieron un grupo de Navy Seals en Iraq en 2006.
La película es un tour de force increíble, tenso, duro, realista, impactante y muy muy disfrutable.
La tensión que logra el director en sus primeros veinticinco minutos es admirable. Sus planos fijos desde diferentes ángulos de un mismo espacio, una casa con los Navys dentro, tensan al espectador hasta el primer disparo o explosión. A partir de ese momento la película no te deja relajar en ningún momento, y vives la desesperación y angustia prácticamente como un mismo soldado sitiado.
Gran parte del mérito es su excelente diseño de sonido que consiguen que cada bomba y disparo se sientan como reales.
No hay banda sonora, pues el realismo es tal que la película solo juega con el sonido de las explosiones, balas, metralla o tanques, y el silencio posterior. Juega muy bien con las transmisiones de radio, en concreto en un momento de máxima tensión donde se acoplan distintas voces de soldados fruto del nerviosismo.
El reparto cumple, pues no hay un desarrollo emocional de los personajes. Justo sabemos sus nombres, apenas vemos sus rostros y el espectador se centra en vivir de forma imersiva un episodio más de una guerra inútil.
Sus últimos minutos, haciendo una especie de in memoriam, quizás sean lo más discutible del film, pues durante hora y media somos testigos de la brutalidad de la guerra, sus terribles consecuencias, y al final parece glorificarlo un poco todo.
En definitiva, uno de los mejores títulos bélicos de los últimos años y estoy seguro, uno de los grandes títulos del año.